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Guerra entre sicarios por el control del territorio en la 1-11-14

Las peleas y los homicidios por control del territorio en los asentamientos se dirimen a los tiros. Los sucesores de los capos Marcos y Ruti se matan por controlar el terreno.

El último ataque ocurrió contra un taxi en Boedo.

El último ataque ocurrió contra un taxi en Boedo.

En las últimas semanas, los hechos protagonizados por sicarios se fueron actualizando minuto a minuto, sobre todo en la villa 1-11-14, donde continúa la histórica disputa por el dominio del terreno para vender droga entre los descendientes de las bandas de Marcos y Ruti, históricos capo narcos del asentamiento del Bajo Flores.

En los años 2000, la guerra por la distribución y venta de cocaína en las villas más grandes de Buenos Aires se resolvió con un reparto de territorio. Rutilo Ramos Mariños se quedó con el dominio del tráfico en la Villa 31 bis de Retiro y «Marcos», con buena parte de la Villa 1–11–14.

Pero los tiempos cambiaron y los “jefes” también. El que ocupa un lugar importante hoy, podría ser asesinado en un instante, y hasta su entierro puede convertirse en un escenario para otro ataque al mismísimo estilo de las famosas series colombianas que ilustran historias de narcotráfico.

Además de los “jefes” y los tiempos, los códigos y los conceptos también fueron variando. Hoy es considerado sicario a quién mata por orden de un superior, para ganarse un lugar, por plata o bienes.

Carlos Broitman, abogado del prófugo Ibar Pérez Corradi (supuesto autor ideológico del triple crimen de General Rodríguez) y ex defensor del colombiano “Mi Sangre”, aclaró que, estas nuevas formas de sicariato son peligrosísimas.

Uno de los últimos hechos en los que se produjo un asesinato a sangre fría, fue una madrugada, en un ataque contra los dos ocupantes de un taxi, en el barrio de Boedo. Se dispararon más de 40 balas y el taxista se salvó de milagro. Los dos pasajeros murieron.

“Mientras que un sicario profesional tendrá todas las facilidades de parte de su jefe: viáticos, armas y hasta las motos. El sicario improvisado se provee de sus herramientas y mata, entre otras cosas, para demostrar poder. En Colombia, por el trabajo se les paga 50 dólares. En Argentina, hasta 50 mil dólares”.

Se ha devaluado muchísimo la figura del sicario en su concepción original. Cada vez son menos comunes los pagos para realizar un trabajo. Las armas se consiguen, y el miedo a apretar el gatillo es superado al pensar en el apellido de los que seguirán peleando la batalla que pareciera no tener fin.

Los asesinatos son movimientos tácticos con el único fin de seguir controlando el territorio. La fiscal general Mónica Cuñarro, advierte: “El territorio vale más que la droga. Sin territorio no hay negocio posible. El terreno se defiende a balazos. Sin armas no hay negociación posible. Lo que verdaderamente vale es el terreno para vender droga, no la mercancía”.

Ambos líderes narcos continuaron manejando el negocio de las drogas desde la cárcel. «Ruti» fue detenido en 2006, acusado de estar involucrado en la llamada «Masacre del Señor de los Milagros», en la que murieron cinco personas, durante una procesión religiosa en la villa, mientras que «Marcos» cayó preso en 2007.

Pero la hipótesis por un regreso de la guerra de narcotraficantes peruanos en el Bajo Flores cobró fuerza a partir del crimen de «Hércules» Ramos Noa.

Diez años después de los sangrientos episodios de la Villa 1–11–14, «Marcos» está libre desde febrero de 2014 y vive en un country de Ezeiza cuyo vecino es el exministro de Seguridad bonaerense, Alejandro Granados.

«Ruti», quien estaba detenido en el Complejo Penitenciario Federal de Ezeiza, logró que lo expulsaran del país el pasado 23 de julio y se encuentra en Perú. En estos momentos podrían estar disputándose otra vez el territorio que perdieron en prisión.

Se están matando, literalmente. Se asesinan a plena luz de día. Con testigos. Sin miedo. Por poder.

Atención. La lluvia de balas puede volver a largarse en cualquier momento.