| Columnistas

Feriados oportunos, jueces contenciosos y las anclas de Reconquista

Por Alejandro Bercovich

Una avanzada de analistas y estrategas de inversión de Wall Street desembarcó entre el lunes y el miércoles en Buenos Aires con una misión concreta: averiguar si Mauricio Macri está dispuesto a llevar adelante el programa de shock devaluatorio que anticipó torpemente Alfonso Prat-Gay en pleno tramo final de la campaña y palpar in situ su viabilidad política, con el país más dividido que nunca y a las puertas de un mes en el que suele aflorar la tensión social fermentada durante todo el año. Los enviados también se reunieron con economistas de Daniel Scioli, a quien asignan escasas chances en el balotaje del domingo pero con quien mantienen una interlocución por si los encuestadores vuelven a fallar. El establishment local, diversificado en sus apuestas pero fragmentado en torno a la perspectiva de un salto brusco del dólar, contiene la respiración. Todos observan preocupados una transición que será breve pero intensa: 18 días corridos incluyendo ocho no laborables durante los cuales cualquier cosa puede pasar.

El allanamiento del Banco Central dispuesto por el juez Claudio Bonadío tuvo como objetivo evidente allanar el camino hacia un rápido desalojo de Alejandro Vanoli si gana Cambiemos, pero encendió alarmas inesperadas entre los financistas con sede en Manhattan. Apoltronado en el Ponyline, el bar del coqueto Four Seasons de Retiro, uno de ellos le preguntó el mismo martes a un miembro del Pro si era real la amenaza de Prat-Gay de frenar en tribunales el pago de los contratos del mercado de futuros que pactó Alejandro Vanoli en los últimos meses para intentar contener el precio del blue. El macrista se sorprendió por el tono imperativo del visitante. “Lo que tiene que hacer Macri el día uno es decir que en Argentina se van a cumplir todos los contratos”, recomendó. Caso contrario, el aluvión de dólares “por confianza” que prometieron sus economistas durante toda la campaña seguirá siendo eso: una promesa.

La preocupación por un posible overshooting cambiario que expresó el banquero Jorge Brito ante medios internacionales es compartida por Carlos Melconian, cuya consultora brindó una charla reservada para el directorio del Macro el 10 de noviembre. El asesor de Macri, enfrentado con Prat-Gay y con Rogelio Frigerio, advirtió allí el peligro de “pasarse de largo” con la suba del dólar oficial, como ocurrió en 1975, 1989 y 2002. A precios de hoy, según calculó, repetir el salto de la salida de la convertibilidad implicaría llevar el dólar oficial a $25. Pero con un desempleo mucho más bajo y unos salarios reales y una liquidez mucho más altos que entonces, la disparada se trasladaría a precios casi de inmediato, como ocurrió tras la devaluación de fines de enero del año pasado. Sería la puerta de entrada a un verano más que caliente.

Anclas y custodios

Para cumplir con su promesa de dejar flotar el dólar sin naufragar en las aguas de un mercado con cuatro años de demanda reprimida y altísima incertidumbre, un eventual gobierno de Macri deberá apelar a todas las anclas a su alcance. La metáfora náutica tan instalada entre los economistas alude elípticamente a la palabra prohibida de todas las campañas: el ajuste. El ancla fiscal no es ni más ni menos que una fuerte licuación del gasto público, que para Melconian debería hacerse en dos años y no de golpe, aumentando el gasto la mitad que la recaudación, y manteniendo ambos por debajo de una inflación que podría superar el 50% en 2016. Probándose el traje de consiglieri más allá de su rol como asesor de campaña, Jaime Durán Barba le recomendó al líder del Pro que no lo haga. Y citó el ejemplo de dos amigos suyos que hicieron ese ajuste y terminaron presos: su compatriota Jamil Mahuad y el boliviano Gonzalo Goni Sánchez de Losada.

Sin reservas para salir a vender a mansalva, las otras dos anclas que tendrán a su alcance los marineros que ubique Macri en el Central una vez desalojado Vanoli —por la razón o por la fuerza— son las tasas de interés y el mercado de futuros. Desprestigiado este último amortiguador por la causa que inició Cambiemos con Bonadío, solo queda el torniquete monetario. El financista del Four Seasons volvió a plantear sus dudas: “¿Tendrán los nervios de acero necesarios para subir la tasa de interés al 60 ó 70% anual y sostenerla ahí por varios meses?”, se preguntó. Parece un tecnicismo, pero una decisión semejante evaporaría todo tipo de financiación al consumo y aplazaría la vuelta del crédito hipotecario. No por nada Garbarino salió a promocionar el hashtag #CongeláTusCompras en las redes sociales. Una auténtica campaña del miedo.

El equipo de Axel Kicillof cubre la retirada de Cristina Kirchner. Su tarea hasta el 10 de diciembre es una sola: evitar que el mercado fuerce una devaluación antes que el bastón de Pallarols cambie de manos. Mientras arman las valijas, en el Palacio de Hacienda aseguran que cuentan con el poder de fuego suficiente. “Como vieron que no somos Alfonsín, nos tuvieron que mandar a la policía. Pero por ahora nos la bancamos igual”, comentaron a esta columna desde la mesa chica del ministro. Según su óptica, la devaluación no es inevitable. Si se produce, pontifican, será una decisión deliberada del macrismo para licuar los salarios.

Si Scioli logra la hazaña el domingo, la City se agolpará el lunes a comprar dólares en el mercado paralelo y los bonos y acciones descontarán todo lo ganado desde que Macri se perfiló como favorito. El exmotonauta deberá sacar a la cancha a Miguel Bein para insuflar confianza con promesas de acuerdo con los fondos buitre y de ingreso inmediato de fondos vía Brasil, China y organismos multilaterales. Con el control de cambios firme, no habrá corrida posible. Quedarán para después de las Fiestas los problemas de la economía real, que no son pocos.

Si gana Macri, en cambio, su equipo hará lo imposible por forzar esa devaluación antes de tomar las riendas y contará con la inestimable colaboración de importadores, exportadores, turistas y hasta bagalleros. Todo aquel que pueda gastar dólares oficiales lo hará, y nadie liquidará un solo billete verde por el canal oficial hasta que se produzca el salto. El blue debería bajar ante la perspectiva de una reunificación, pero si se mantiene el statu quo hasta el 10, luego Macri deberá ordenar feriado cambiario hasta pactar con los dueños de los granos el precio al que liquidarán los u$s 9.000 millones que atesoran en silobolsas, con descuento en las retenciones. Toda una paradoja para un crítico de los feriados que instauró el kirchnerismo.

Más que de Bonadío, Macri necesitará de la colaboración de jueces en lo Contecioso Administrativo Federal, los únicos capaces de frenar decretos y resoluciones como los que harán falta para pegar volantazos así con el Congreso en contra. Así, los magistrados tienen mejores chances que los radicales de alzarse con la cartera de Justicia de una eventual gestión suya. Ernesto Sanz pretende imponerle más tropa propia a Macri en su gabinete, pero la mesa chica del boquense ya consiguió los prontuarios de varios correligionarios a los que vetará sin miramientos.

En un país todavía demasiado desigual, el polvorín de cada diciembre asoma esta vez como una amenaza mayúscula a la gobernabilidad inicial del próximo gobierno, en especial si devalúa. Las principales cadenas de supermercadistas ya preparan los bolsones de comida y los adicionales para la Bonaerense, palos y zanahorias de las Fiestas en el Conurbano. También se juramentaron a contener los precios, incluso si nadie los cuida. No solo como un aporte a la paz social, sino porque un 25% de sus ventas se concentra en los dos últimos meses de cada año.

Fuente: BAE.


Compartir: