El máximo tribunal le dio la razón a una mujer a la que no le querían dar trabajo por su sexo. «Esas manos son para acariciar «, había dicho el empresario discriminador.
El máximo tribunal le dio la razón a una mujer a la que no le querían dar trabajo por su sexo. «Esas manos son para acariciar «, había dicho el empresario discriminador.