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Sospechosas muertes paralelas

Por Carlos Escudé

El domingo 22 de marzo dije en el programa televisivo de Mauro Viale que, en su valerosa vida, el fiscal Alberto Nisman había intentado meter presos a tres presidentes: Akbar Hashemi Rafsanjani, Carlos Saúl Menem y Cristina Fernández de Kirchner. Fue un cazador de presidentes, dije con improcedente insolencia. Pido disculpas.

Rafsanjani era el presidente de Irán al momento de producirse el atentado contra la AMIA, en 1994. El fiscal Nisman pidió su captura a Interpol en 2006, junto a los demás imputados en el atentado, pero en el caso del ex presidente iraní la agencia policial internacional no quiso emitir una alerta roja.

Por su parte, Menem fue acusado por Nisman de obstrucción a la Justicia en la investigación sobre el atentado. El cable confidencial del 29 de mayo de 2008 (código 08BUENOS AIRES739_a), enviado por la embajada norteamericana a la CIA y al departamento de Justicia de los Estados Unidos, y difundido por Wikileaks, da muchos detalles sobre esta acusación. Nisman explicó a los norteamericanos sus razones para pedir el procesamiento del ex presidente. Al difundirse el cable, este hecho motivó una nota del diario Clarín del 30 de agosto de 2011, titulada «AMIA: insólito pedido de disculpas de un fiscal a EE.UU.»

Por último, como todos saben, Nisman acusó penalmente a la presidenta Cristina Fernández e incluso redactó un borrador de orden de detención que luego descartó. Tres presidentes, dos de ellos argentinos y uno iraní, fueron blanco del celo justiciero de este importante fiscal argentino antes de su trágica muerte el 18 de enero.

Cuando después del programa de Viale, regresé a mi casa, me puse a investigar para estar seguro de todos mis datos. Revisé los antecedentes de los imputados por Nisman. Me intrigaba especialmente la fuente en que se basó el fiscal para acusar a la cúpula del gobierno iraní de haber planificado el atentado terrorista.

Di con la respuesta en el Wall Street Journal del 16 de octubre de 2007, en una nota de Bret Stephens titulada «Iran’s al Qaeda» («El al-Qaeda de Irán»), basada en nuestro caso. Allí se dice que, en 1998, un desertor iraní, Ahmad Rezai, «confirmó que la decisión de atacar había sido tomada por el Rafsanjani y sus principales ministros, supuestamente en una reunión del 14 de agosto de 1993 que tuvo lugar en la ciudad iraní de Mashad, y que los perpetradores fueron entrenados en el Líbano por oficiales de la Guardia Revolucionaria iraní».

Pero el WSJ trae otro dato crucial: Ahmad Rezai era hijo del mayor general Mohsen Rezai, comandante de la Guardia Revolucionaria cuando se produjo el atentado. Y Rezai padre (que en las elecciones de 2009 fue candidato conservador a presidente) es uno de los imputados por Nisman con alerta roja de Interpol.

Investigué entonces el historial del hijo delator. El joven Rezai escapó de su casa paterna en 1998, cuando tenía 22 años. Junto a su amigo Ali Tavanania, aterrizó en los Estados Unidos con visa de refugiado político y en junio de ese año comenzó con una seguidilla de entrevistas. Fue entonces que, entre muchas otras abominaciones del régimen, acusó a su padre, a Rafsanjani, y a sus ministros de haber ideado el ataque a la AMIA.

Algunos meses más tarde, Ahmad se fue a Costa Rica para reunirse con un amigo de su padre, que intentaba persuadirlo de que regresara a Irán. Sin recursos, el joven quedó varado algunos meses en la mansión de Hojabr Yazdani, un hombre de negocios iraní aliado de su familia. Pero escapó nuevamente. Gracias a los oficios de la Fundación para la Democracia en Irán, una organización con influencia en Washington, fue perdonado por el Servicio de Inmigración de Estados Unidos por haber violado los términos de su visa de refugiado, viajando al exterior sin permiso. Entonces se instaló nuevamente en Estados Unidos.

No obstante, en 2005 Ahmad se arrepintió y regresó a Irán. Se había casado con una norteamericana de quien tuva una hija. A pesar de que Mohsen, su padre, había declarado que, de regresar, a Ahmad le correspondería el tratamiento de un traidor, no fue detenido. En esto se benefició de un doble estándar, ya que la familia de su amigo Ali Tavanania fue brutalmente perseguida. Durante su estancia en Teherán el joven Rezai declaró que todo lo que había dicho en Estados Unidos era falso. Sin embargo, al poco tiempo Ahmad estaba otra vez en tierra estadounidense con su mujer norteamericana.

Allí le pierdo la pista hasta que decidió regresar a Irán en 2011. Los informes son contradictorios. Algunos dicen que nunca llegó y otros que fue expulsado. Pero lo cierto es que el 14 de noviembre de ese año Ahmad Rezai apareció muerto en el Hotel Gloria de Dubai. A esas alturas tenía 35 años. Primero se dijo que había sido un suicidio y luego, un asesinato. Los iraníes dijeron que el Mossad era culpable y los occidentales acusaron a los iraníes.

Así, el informante desertor que en 1998 proveyó la información en que se basó la acusación de Nisman contra la cúpula iraní y que en 2005 se desdijo, murió en circunstancias parecidas a las del propio Nisman. Muertes especulares, los servicios de inteligencia de uno y otro bando se culpan recíprocamente. Las conjeturas están a la orden del día. Pero son sólo eso. Suponiendo que se haya tratado de homicidios, al autor de estas líneas le parece que es probable que quien haya matado al primero haya asesinado también al segundo. Pero no apuesta a quién fue. Sólo sabe que somos títeres.

Fuente: La Nación.


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