Desde esta semana Mauricio Macri intentará designar al legislador Martín Ocampo como nuevo Fiscal General de la Ciudad. Será una apuesta jugada tanto en las conversaciones políticas como en el mundillo de los tribunales porteños. Son muchos los que se quedaron con las ganas. Una llamada desde el Tribunal Superior de Justicia agregó suspenso. El futuro del actual jefe del ministerio público de la ciudad, German Garavano, es todavía un misterio.
En diciembre se terminará un ciclo decisivo en la justicia porteña cuando Garavano abandone su oficina con vista al rio en el barrio de San Telmo. Llegó al cargo cuando era un destino menor pero, a diferencia de sus antecesores, contó con un presupuesto de 500 millones de pesos que le permitieron reformular por completo el sistema de fiscalías de la Ciudad. Respaldado siempre por los sectores más conservadores del Poder Judicial, de buen trato con el Opus Dei, Garavano buscó replicar el modelo de ministerio público chileno: eficiente, centralizado en cuanto a las investigaciones y de proximidad para con el ciudadano.
Por esa herencia competían hasta hace algunas semanas Martín Lapadú (fiscal cercano a Daniel “Tano” Angelici), Luis Cevasco (actual número dos de Garavano) y el mencionado Ocampo quien preside la Comisión de Justicia de la Legislatura. Este diputado también llegó a su banca de la mano del presidente de Boca pero, a diferencia del resto, también logró llevarse bien con dos hombres clave del entorno de Macri: José Torello y Fabián Rodríguez Simon, ambos abogados y con aceitados vínculos tanto en la justicia de la ciudad como en la federal. Por poner un mero ejemplo fueron estos dos hombres quienes escribieron el DNU que luego el jefe de gobierno transformó en la ley de libertad de expresión.
No es una mala salida para Macri porque le permite hacer equilibrio entre sus colaboradores. A mitad de año, por sugerencia de Torello, logró promover a Inés Weinberg de Roca al Tribunal Superior de Justicia. Angelici pretendía ese cargo para el camarista Esteban Centanaro pero debió resignarse. El nuevo destino de Ocampo será el premio consuelo.
Desde el TSJ ya le avisaron a Macri que no sería bien visto un giro radical en las políticas que ha desplegado Garavano. Es entendible si se conoce que cuando el pliego de Weinberg de Roca trastabillaba en la Legislatura dos jueces de la corte porteña le recomendaron a Macri nombrar allí a Garavano.
El destino del actual fiscal general es incierto. A la posibilidad de volver a ejercer como abogado se sumaría alguna oferta académica pero nada de esto lo convence. Mucho menos volver a desempeñarse como juez de primera instancia. Ahora solo desea estar en primera fila, ahí donde los flashes alumbran mejor.