| Columnistas

Francisco juega al ajedrez en Estados Unidos

Por Román Lejtman

Francisco empuja una agenda global que tiene en permanente alerta al poder económico, político y religioso de los Estados Unidos. A diferencia de Juan Pablo II  que tramó el fin del comunismo con Ronald Reagan, este Papa propone un cambio de relación de fuerzas en el sistema de distribución de riqueza y apalanca su programa ecuménico en una alianza que borra fronteras ideológicas y respeta la fe de sus principales protagonistas. Francisco busca una nueva Carta de las Naciones que opere de manera transversal y que establezca un método de inserción social que es inédito.

El Papa asume que la caída del comunismo colocó en una situación de ventaja política al capitalismo y que ante la ausencia de un nuevo balance de poder se amplió la brecha entre ricos y pobres. En éste sentido, para explicitar su posición, Francisco redactó la encíclica Laudato si, que cuestiona la matriz moderna del capitalismo a través de su mirada sobre las consecuencias del cambio climático.

Para los conservadores norteamericanos, que operan en Wall Street y van a misa los domingos, Laudato si es una versión en clave religiosa de El Capital de Carlos Marx. Estos fieles católicos, que ya recelan de Barak Obama, no entienden las críticas del Papa al sistema financiero y desconfían de cada uno de sus actos políticos y religiosos.

“Soy católico, voy a misa, sostengo a la Iglesia y creo en Dios. Y por eso no entiendo a éste Papa: si no gano dinero, no puedo dar limosna. La encíclica del clima nos dejó perplejos”, aseguró a éste enviado especial un asesor del Capitolio que exhibía con orgullo su crucifijo plateado.

– Francisco sólo planteó una crítica al capitalismo. Eso es todo – , comentó éste periodista.

– Usted no puede entendernos. Es argentino y judío. Yo soy norteamericano y católico. Espero que el Papa cuide sus críticas, porque a nosotros no nos gusta que cuestionen cómo vivimos… –

La mirada del asesor legislativo contrasta con la perspectiva que se puede escuchar en los círculos académicos de Washington y Georgetown. La mayoría de los profesores consultados apoya la hoja de ruta del Papa y aplaude sus opiniones sobre el capitalismo y el impacto del cambio climático. Pero ésta minoría educada sólo influye en las universidades, casi no concurre a misa y menos aún sostiene el culto católico.

La postura de los conservadores católicos coincide con las opiniones de los judíos conservadores. En Nueva York y Washington, a través de sus think-tanks y sus lobistas, cuestionan a Francisco por los gestos que tuvo cuando visitó medio oriente y forzó su foto junto al muro de la vergüenza, que divide en forma brutal a Israel de Palestina.

El Papa busca un entendimiento ecuménico que supere los conflictos milenarios y preserve la fe de las partes involucradas. Francisco asume las enseñanzas de la Torá, la Biblia y el Corán, en cuanto promueven la hermandad y el respeto por el prójimo, avala un fuerte diálogo interreligioso y cree que es posible limitar la influencia del fundamentalismo. Tras este programa  como líder de Estado, encabezará un acto sin precedentes frente al museo que se abrió en Nueva York para recordar a los muertos por los ataques terroristas de Al-Qaeda en septiembre de 2001. Esa ceremonia, el próximo viernes en Manhatan exhibirá al mundo su apuesta política de convivencia pacífica entre católicos, musulmanes y judíos.

Francisco propone un discurso de cuestionamiento a las estructuras de poder y asume que el sistema económico y financiero prepara una reacción conservadora a su propuesta global. No se trata de una novedad: la historia demuestra que hay corsi e ricorsi, avances y retrocesos, y que es necesario un mecanismo de poder dúctil e inteligente para que la ola conservadora no sepulte los resultados ya obtenidos.

En éste sentido, la gira por Cuba y Estados Unidos demuestra su preocupación por cerrar alianzas de poder con jefes de Estado que entienden su programa y sus intenciones. Si el Papa sugiere una relación firme entre católicos, judíos y musulmanes, por qué debería sorprender que acerque posiciones entre Raúl Castro y Obama, que representan a dos naciones en guerra fría desde 1961.

El comienzo de una nueva etapa diplomática entre Estados Unidos y Cuba demostró al Papa que es posible establecer un nuevo balance de poder que aplaque las asimetrías que causa la ejecución automática de las reglas del capitalismo moderno. Francisco habló sobre éste tema con Castro en La Habana, y hará lo mismo con Obama en la Casa Blanca.

Pero los planes del Papa necesitan del fervor popular, al margen del entramado secreto que se teje alrededor del planeta. Francisco debe demostrar en Estados Unidos que moviliza a sus fieles, un hecho que corre peligro en un país de histórica raíz protestante. En términos del poder permanente, el Papa estará en mejores condiciones de cumplir su sueño, si la televisión del mundo muestra que su paso por Estados Unidos conmovió a la opinión pública por sus misas y sus actos masivos.

La Casa Blanca,  el Capitolio y las Naciones Unidas serán escenarios ideales para presentar los planes globales de Francisco. La plaza del Memorial 9/11, Madison Square Garden, Harlem, Saint Patrick y Filadelfia exhibirán al Papa en su rol de pastor y líder ecuménico.

La ecuación  política de los dos escenarios dará el resultado de su gira por Estados Unidos. Francisco pone en juego su programa mundial político y religioso. En ésta partida, los adversarios saben que no habrá tablas.

Fuente: El Cronista.


Compartir: