| Columnistas

El ABC de Wall Street, las siete diferencias y el alud brasileño

Por Alejandro Bercovich

-Es tan simple como ABC: anything but Cristina (cualquier cosa menos Cristina).

El operador, uno de los tantos argentinos que yugan jornadas full life en los bancos de inversión neoyorquinos, le oyó la chanza el lunes al estratega jefe de uno de los fondos que más apuesta por el despegue de los activos argentinos una vez que se conozca el nombre del próximo presidente. Todavía no se había anunciado la resolución de la Comisión Nacional de Valores (CNV) que disparó un desplome de bonos y acciones locales y una lluvia de críticas opositoras frente a las cuales el silencio del equipo sciolista sonó estruendoso. La medida terminó de definirse esa misma noche en Olivos, justo cuando el ruralista antiK Eduardo Buzzi y el banquero Jorge Brito junior, hijo del mecenas salteño de Sergio Massa, batían las palmas en el teatro Ópera ante quien consideran el seguro sucesor de Cristina Kirchner. Las diferencias entre el candidato oficialista y su mentora emergen cada vez más nítidas para el establishment, acá y en Wall Street, y no parecen formar parte de un guión consensuado.

La decisión de la CNV de obligar a los fondos comunes de inversión a valuar sus títulos públicos al tipo de cambio oficial perseguía un objetivo principal reducir la brecha del dólar oficial con el contado con liqui, e indirectamente con el blue y uno accesorio: ahorrarle unos cuantos dólares al Banco Central mediante compras a precios de remate del bono más corto (el BODEN 2015) por parte de la ANSES y la propia autoridad monetaria, que a diferencia de los tenedores privados no le exigirán al Tesoro el pago en billetes verdes el 3 de octubre. La primera misión fue cumplida en parte, porque la brecha con el CCL cayó del 50% al 35% pero el blue se mantuvo incólume en el umbral de los $16. La segunda no se podrá evaluar sino el día del vencimiento, cuando el Gobierno deba echar mano a las extenuadas reservas de Reconquista 266 para cancelar unos 6.000 millones de dólares.

En materia política, la situación que en otras circunstancias habría sido solo una medida contable sin repercusión fuera de las veinte manzanas de la City dejó mucha tela para cortar. Casi tan atento como la Presidenta a todo lo que se publica en la prensa, Axel Kicillof se dio cuenta rápido de que los economistas del equipo de Scioli ensayaban mil verónicas con tal de no opinar sobre el tema. Algo parecido a lo que ocurrió con la creación de la Agencia Nacional de Participaciones Estatales en Empresas (ANPEE) y el cepo parlamentario a cualquier futuro intento de privatización de compañías públicas, convertidos en Ley el miércoles en Diputados y también de factura 100% axelista. Una grieta cada vez menos disimulable entre Olivos y el candidato que autodefine con un adjetivo “previsible” que el cristinismo jamás elegiría para sí.

Disyuntivas y paradojas

Montado sobre su vieja pica de pago chico, Agustín Rossi fue el encargado de volcar en Twitter el malestar de Olivos por la presencia del santafesino Buzzi en las primeras filas del teatro Ópera, tal como lo había hecho Juan Cabandié cuando Clarín publicó la foto del sciolista Gustavo Marangoni sonriente junto a Patricia Bullrich en la casa del Vasco José de Mendiguren. La respuesta del búnker del Banco Provincia al ministro de Defensa fue casi papal: la Argentina del futuro se construye dialogando con todos, incluso con los adversarios. Así como en el quinto piso de Economía basta con mencionar a Miguel Bein para que se frunzan todos los ceños, citar esos adagios gandhianos en la Casa Rosada equivale a encender un megáfono que solo escupe improperios.

El equipo que empieza a definir el gobernador para un eventual desembarco en el Patio de las Palmeras refleja ese intento de renovación que prometen resistir decenas de funcionarios en áreas clave del Ejecutivo. El secretario general de la gobernación, Martín Ferré, se encarga del casting junto al jefe de Gabinete, Alberto Pérez. Son dos hombres con pasaporte sellado para integrar al gabinete de Scioli si resulta electo. El gobernador misionero, Maurice Closs, habría pactado con ellos días atrás tomar el timón de Aerolíneas Argentinas, donde el gremio de los pilotos ya bocetó un plan que incluye la paz social que jamás le garantizaron a Mariano Recalde. Sus colegas cuyanos Francisco Paco Pérez y José Luis Gioja también preparan sendas mudanzas a Buenos Aires. El mendocino iría a Defensa, donde como exliceísta difícilmente mantenga la misma línea que el saliente Rossi.

Involuntariamente, Gioja expuso a Scioli a una contradicción difícil de salvar. Las recurrentes citas del exmotonauta al Papa Francisco, quien advirtió en su encíclica Laudato Si sobre los peligros del capitalismo extractivista, combinan perfectamente con el tramo del discurso en el Ópera donde ponderó el acceso a un medioambiente sano como uno de los derechos humanos que se propone defender. Pero se dan de bruces con la defensa cerrada que hizo el sanjuanino de la megaminera Barrick Gold ante el inédito derrame de un millón de litros de solución cianurada en las inmediaciones de Jáchal, donde 25 mil habitantes se disputan bidones de agua mineral y dejaron hace 10 días de bañar a sus hijos por miedo a envenenarlos. Lo que atisba el estratega neoyorquino de la tesis del ABC, en definitiva, no es muy distinto a lo que subyace detrás del rapto de sinceridad de Estela de Carlotto y su sueño del “gobierno de transición” hacia el regreso de Cristina: que Scioli tiene más en común con sus adversarios que con la Presidenta. De ahí que hayan inquietado tanto a Olivos las versiones de que la compra de Nextel por parte del grupo Clarín fue avisada previamente al búnker del Banco Provincia. De ahí también que la AFTIC y la AFSCA, tal como se anticipó en esta columna el viernes pasado, hayan redoblado su presión para impedir esa operación. En ambas reparticiones, cuyos directorios tienen mandato hasta fines de 2017 y ni la menor intención de dejar sus cargos, se oye la consigna de “una líder y un presidente”.

Acero y caipirinha

Un informe del banco Société Générale crispó ayer aún más los nervios de los financistas que lidiaban con el desplome del Merval y la nueva norma de la CNV. El texto pronostica que el real seguirá descascarándose hasta tocar los R$ 5 por dólar a fin de año. De concretarse, el vaticinio agudizaría el duro diagnóstico que hizo al asumir el nuevo presidente de la UIA, Adrián Kaufmann: que las economías regionales llegarán a diciembre “en terapia intensiva”.

Kaufmann llegó al primer piso de Avenida de Mayo y Lima gracias al apoyo de su jefe, Luis Pagani, y de Luis Betnaza, el máximo lobbista de Techint. En el acto de asunción, ambos evitaron reclamar abiertamente una devaluación del peso. Pero un mes atrás, el CEO de TerniumSiderar, Martín Berardi, advirtió a un grupo de clientes que con el dólar anclado debajo de los $10, la nave insignia de Techint no podía exportar “ni a Uruguay”.

El consenso indecible entre Scioli, Massa y Macri acerca del atraso cambiario no responde tanto a ese clamor de los exportadores ni a la evaporación del superávit comercial en agosto por la caída de las commodities. Obedece sobre todo a la presión del mercado sobre las reservas del Central, donde flotan deudas no registradas por cerca de 13.000 millones de dólares, entre importaciones impagas y remesas no autorizadas. Que Dilma Rousseff haya roto con su vicepresidente y amenace con quebrar su crucial alianza con el PMDB no hace más que agregar leña al fuego a ojos del establishment. Porque agudiza el atraso del peso, por supuesto, pero también porque escenifica los problemas de gobernabilidad que todos temen de un eventual gobierno de Macri y que algunos empiezan también a prever para una más probable continuidad oficialista.

Fuente: Bae.

 


Compartir: