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Dobles comandos, enroques defensivos y la devaluación más anunciada

Por Alejandro Bercovich

La sede del Banco Provincia en el corazón de la City entró en ebullición pasado el mediodía, apenas llegó la noticia de que Axel Kicillof convocaba a una conferencia de prensa para las 16.

—¿Se animarán a anunciar ellos lo de Ganancias? ¿No es violar la veda? —le preguntó a un asesor uno de los más estrechos colaboradores de Daniel Scioli.

La tercera persona no llamaría la atención si no fuera porque quienes la emplean, a uno y otro lado de la Plaza de Mayo, son las dos fuerzas que integran el Frente para la Victoria. Cruzados por una disputa que asomó como un elefante en el Luna Park, donde decidieron organizar sendos cierres de campaña por separado ayer y anteayer, el kirchnerismo y el sciolismo se pelean por los resortes del poder cuando aún le quedan 48 días al gobierno de Cristina Kirchner y todavía falta lo que le da nombre al frente: la victoria.

Kicillof finalmente habló de dos fallos a favor del país en la disputa con los fondos buitre (ver aparte) y no mencionó el piso para el pago de Ganancias, que un rato antes Scioli había prometido por radio elevar a $30.000, el doble del nivel que el ministro considera adecuado. Pero la oscuridad en la que se mueven los economistas del exmotonauta ilustra la desconfianza inocultable que reina entre ambos campamentos. Si bien algunos mantenían puentes abiertos con el Palacio de Hacienda, como el viceministro de la Producción bonaerense, Sergio Woyecheszen, las jóvenes segundas líneas de Economía interrumpieron unilateralmente todo diálogo apenas el fantasma del doble comando volvió a ulular en los jardines de la Quinta de Olivos.

No habrá transición negociada ni medidas consensuadas, independientemente de si hay o no ballotage el 22 de noviembre. Cristina quiere empuñar el bastón de Pallarols hasta el último día. Y tal vez más importante, en el país con más dólares en efectivo por habitante fuera de Estados Unidos, pretende mantener bajo su control el precio de la divisa hasta el mismo 10 de diciembre.

Que Scioli haya anunciado que mantendrá a Alejandro Vanoli al frente del Banco Central no hizo más que exponer al fanático de Led Zeppelin a una tupamarización inédita, anticipada el viernes pasado en esta columna. ¿A quién reportará el lunes si el gobernador logra esquivar la segunda vuelta? ¿Bajo la responsabilidad de quién están los 100 millones de dólares que debe sacrificar a diario para sostener el tipo de cambio actual? ¿Qué pasará en los mercados durante las seis semanas más largas del año?

La Carta Orgánica del Central, en cuya reforma colaboró el propio Vanoli, lo dice claramente: es el presidente y no el directorio (dominado por Kicillof) el que “opera en los mercados monetario y cambiario”. De ahí los recelos en el quinto piso de Economía hacia el otrora fiel ejecutor de sus designios heterodoxos. Unos custodian la letra de los libros de historia del futuro; el otro piensa en un porvenir más inmediato, en la tormenta que anuncian todos los meteorólogos.

Ambulancias

Aníbal Fernández empezó a comentarlo en privado apenas le arrebató la candidatura a gobernador a Julián Domínguez en las PASO: su eventual gobierno bonaerense será la ambulancia que recoja los heridos que deje la transición en el kirchnerismo. La primera que se aseguró un futuro despacho en La Plata fue la ministra de Industria, Débora Giorgi, a quien reemplazará un ya sciolizado Domínguez en caso de que los astros se alineen para el oficialismo en la nación y la provincia. Después vinieron las designaciones anticipadas del pollero Roberto Domenech al frente de Asuntos Agrarios y del secretario de Agricultura, Gabriel Delgado, en el Banco Provincia.

Lo que el jefe de Gabinete todavía no anunció pero ya tiene prácticamente decidido es que si gana la provincia también se llevará consigo al equipo de Kicillof, con el viceministro Emmanuel Agis para el puesto que hoy ocupa Silvina Batakis. Ironías del fin de ciclo, probablemente haya funcionarios de segunda y tercera línea de uno y otro equipo que enroquen oficinas, aunque unos lo sientan como un ascenso y otros como lo contrario.

La salvedad es que la ambulancia solo cubrirá a quienes tengan la cuota al día. Los heridos preexistentes, como Jorge Taiana, no tienen refugio en la aldea gala desde la cual el camporismo procurará resistir al invasor al que votará con cara larga. El referente del Movimiento Evita archivó por eso las críticas que le dedicaba a Scioli cuando aún sostenía su precandidatura presidencial. No oculta en cambio sus diferencias con la gestión económica de los últimos dos años, mientras desde La Plata lo siguen tentando con un eventual regreso a la Cancillería. Taiana no olvida que la Presidenta, cuando le exigió por teléfono que firme el acuerdo con Irán y terminó por obligarlo a renunciar, le reclamó que sea “leal como Boudou”. Un insulto intolerable para alguien que pasó siete años preso en cárceles de la dictadura.

Compadritos

Los empresarios monitorean preocupados el final reñido de la campaña y temen que sobrevenga algún tipo de conmoción social si es demasiado exigua la diferencia entre el escenario de ballotage y de victoria en primera vuelta del favorito. El nerviosismo también cunde entre las huestes del tercero en discordia, Sergio Massa, donde Felipe Solá estuvo a punto de trompearse con Martín Redrado cuando el economista le recomendó ante terceros que abandone la bebida. El duelo de compadritos tuvo por incrédulo testigo al macrista Esteban Bullrich, quien debió terciar para evitar los golpes. Quedó claro que el repunte en las encuestas del líder renovador reavivó las internas en su espacio, aunque a esta altura su objetivo personal sea más quitarle a Macri el rol de jefe de la oposición que alcanzar el ballotage.

El jefe del Pro se muestra confiado, incluso aunque la pirotecnia de su ala jacobina (Carrió, Bullrich, Alonso) le haya restado votos y distraído fuerzas en el tramo final. Su equipo pelea los votos de a uno y por eso lo cruzaron sentimientos encontrados cuando los Pumas le ganaron a Irlanda el domingo pasado: por un lado, fanáticos al fin, celebraron la victoria como si las Malvinas estuvieran en juego en el mundial de Inglaterra. Por otro, saben que su candidato concita la adhesión mayoritaria de los 15.000 argentinos que se quedaron una semana más para ver las semifinales contra Australia y no cumplirán con su deber cívico el domingo. En un final así, son 15.000 votos que cuentan.

Tal vez los aficionados al rugby sean los últimos en usufructuar el atraso cambiario al embucharse de fish and chips a precio subsidiado como lo hicieron en estas semanas Alejandro Macfarlane, CEO de Edelap y ex CEO de Edenor, y un verdadero ejército de ejecutivos y empresarios. Lo comentó ayer Eduardo Eurnekian mientras almorzaba con la periodista de CNN Patricia Janiot y el representante de un banco extranjero: la impresión generalizada en el establishment es que si gana, Scioli dejará subir el dólar oficial un escalón antes de fin de año, como le sugiere Miguel Bein, a cerca de $11.

En el loteo anticipado que emprendió Scioli de las áreas clave de su eventual gobierno, Eurnekian ya se aseguró un puesto clave: la embajada en Washington, que ocupará su delfín Guillermo Francos. El dueño del grupo América acaricia también la concreción del proyecto más ambicioso de su vida, acaso por el que se lo vaya a recordar más que por haber traído la TV por cable al país: el túnel bioceánico Aconcagua, un paso a baja altura para conectar Mendoza con Chile.

Bein no ansía cargos ni exposición y será apenas un asesor en las sombras de Batakis, como el contador Rafael Perelmiter. En el informe mensual de su consultora, difundido anteayer, esbozó en trazos gruesos su intención de reducir subsidios subiendo las tarifas y de bajar a la mitad las retenciones a la soja para apurar la liquidación de los dólares retenidos en silobolsas. En privado, sin embargo, admite que hará falta un aliciente cambiario adicional: el salto discreto del dólar, la devaluación más anunciada y desmentida de la larga historia de devaluaciones argentinas.

Su timing, como se anticipó también el viernes último en esta columna, es muy perentorio: si ese salto se concreta hasta el 30 de diciembre, advirtió Bein en varias reuniones técnicas del sciolismo, el Central anotaría como utilidades unos $30.000 millones que el Tesoro podría usar sin necesidad de imprimir más moneda. Una tarea fina que deberá encarar Vanoli desde Reconquista 266, pero que los custodios del legado cristinista no quieren que ocurra antes de que la jefa haya entregado el bastón.

Fuente: Diario BAE


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