Por Javier Sinay.
“Estamos disconformes con la investigación que hizo, pero queremos que el fiscal Álvaro Garganta esté en el juicio para debatir con él cara a cara”, dice Herminia López, la madre de Osvaldo Martínez –uno de los acusados del cuádruple crimen de La Plata, también conocido por su alias de “Karateka”-. Es que, a pocos días del segundo aniversario de la masacre (ocurrida el 26 de noviembre de 2011), el juicio oral, previsto para mayo, es la próxima estación de esta causa devenida en tren fantasma judicial. Ahora el mismo fiscal que llevó adelante la instrucción, Álvaro Garganta, fue designado para participar también del juicio, pero se excusó por la disconformidad de la familia del Karateka con respecto a su instrucción.
“Es un hecho notorio la disconformidad del imputado Martínez”, anotó el fiscal, “su familia y alguno de sus abogados con la actuación del suscripto, al que podríamos decir que genéricamente lo acusan de haber personalizado la investigación y direccionarla en su contra. Esto, no solo en el campo retórico-mediático, sino también en los hechos, realizándome varias denuncias penales y administrativas por presuntas irregularidades”.
Mientras el Tribunal Oral y Criminal número 3 examina la situación (con la misión de responder al planteo antes de fin de mes), la madre del acusado se queja: “Garganta se equivocó varias veces durante la investigación, por eso el fiscal general lo colocó en el juicio para que defienda sus hipótesis. Por supuesto que nosotros estamos disconformes con lo que hizo, pero queremos que vaya para decirle en la cara todo lo mal que actuó”.
Otra de las novedades que influye de algún modo en la causa por estos días es la declaración, en un expediente paralelo pero relacionado, de un detenido que dio una nueva versión de los hechos. Se trata de Oscar Peña Devito, que tiene 60 años y que ha pasado más de diez en la cárcel de Melchor Romero. Devito declaró en la investigación que lleva adelante la fiscal Ana Medina (de la fiscalía de instrucción número 1, de La Plata), donde se busca determinar si las declaraciones del testigo remisero Marcelo Tagliaferro son verdaderas o falsas.
En ese marco, Devito contó el 24 de octubre pasado que hace varios meses compartió celda con Javier Quiroga, el segundo acusado de la masacre –un albañil también conocido como “la Hiena”-, y que de boca del propio Quiroga escuchó que el Karateka Martínez no había participado de la masacre. Según Devito, la Hiena Quiroga confesó, en una charla íntima, que esa noche las manos asesinas habían sido las suyas, y que había contado también con la ayuda de un amigo llamado Carlos Daniel Videla, quien además –y siempre según Devito- habría ido a visitar dos veces a Quiroga a la cárcel, acaso para advertirle que no cambie la versión de los hechos en la que acusa al Karateka Martínez. Por ahora, la nueva hipótesis, que podría aportar luz a una oscura historia y que quita del ojo de la tormenta al Karateka, no ha sido tomada en cuenta por el fiscal Garganta.
A la vez, y mientras la fecha del juicio se acerca, una testigo denunció amenazas recientes en dos ocasiones. Se trata de Silvia Matsunaga, vecina y amiga de Susana de Bártole y de Bárbara Santos –dos de las cuatro víctimas-. “Japonesa de mierda, por declarar en contra de nuestro amigo Alito ni el musculoso de mierda te va a salvar, hdp. QEPD”, leyó a mediados de octubre, en una carta anónima que le fue dejada sobre su motocicleta, estacionada en el pasillo interior del inquilinato de PHs donde ocurrió el cuádruple homicidio. Se entiende: “Alito” es Osvaldo Martínez (así lo llaman en su círculo íntimo) y “el musculoso” es el ex esposo de Matsunaga.
“Esta es una historia que nunca terminaré de entender”, se lamenta Matsunaga, que no estuvo presente en su casa cuando ocurrió la masacre porque estaba de viaje, pero que testificó recordando la vida cotidiana de las víctimas. En el pasado mes de mayo, esta mujer había pedido a la fiscalía de Álvaro Garganta la desratización del departamento 5 (el escenario de la tragedia, que hoy permanece cerrado), pero nunca obtuvo respuesta. “El fiscal Garganta me dijo que la amenaza podía venir de un ex novio mío, despechado”, sigue. “Cuando escuché esas palabras, lloré de la impotencia: no puede ser que la Justicia nunca ayude a la gente, pero que cuando la necesite, la vaya a buscar por la fuerza. Lo único que me ofreció Garganta es vigilancia con un patrullero que pasa por mi calle a cada hora”.
Sin embargo, el patrullero no fue suficiente: antes de que se cumpliera una semana del primer aviso, Matsunaga recibió otro. Esta vez era una lengua de vaca cortada a la mitad. El olor a podrido todavía está impregnado en su memoria. El mensaje, también: alguien quiere que se calle. O, al menos, generar un clima de miedo en torno a la investigación. “Pensarán que yo voy a decir algo más, pero ya declaré hace rato todo lo que sé”, asegura Matsunaga. Y dice que estos dos años han pasado muy lentamente. “Cada vez que entro a mi casa, miro al fondo, a donde está la puerta de la casa de Susana y de Bárbara. Lo hago por costumbre. Compartí muchísimas cosas con ellas, y a veces me quedo pensando qué hubiera pasado si yo hubiera estado acá esa noche. ¿Habría podido evitarlo? ¿O me habrían matado a mí también?”.
En medio de tantas preguntas, Matsunaga tampoco entiende por qué han matado a sus amigas: ninguna de las hipótesis que escuchó la convence. Muchos de los implicados en la investigación saben una cosa. Pero es la madre del Karateka Osvaldo Martínez la que le pone las palabras justas: “Esto es un fierro caliente que nadie quiere tomar. Por eso nunca se va a acabar”.