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Cara a cara con Martín Espiasse Pugh, el ideólogo de la fuga de la cárcel de Ezeiza

Rodolfo Palacios.-

Aquella tarde se acercó con timidez y respeto. “Disculpe la molestia, quería preguntarle qué libro me puede recomendar”, me dijo hace unos meses después de una charla que di en el taller de periodismo que se dicta en la cárcel de Ezeiza. Luego, el hombre pidió que le firmara la biografía sobre Ricardo Barreda y me contó una anécdota del dentista que mató a su familia. “En la cárcel de La Plata –contó- lo volvíamos loco. Cada tanto, le preguntábamos: ¿Ricardo, cómo anda su familia? El viejo nos puteaba como loco, eso era como decirle Conchita”, contó el preso.

Espaisse se fugó y terminó en el río. Lo tuviern que rescatar.

Espiasse se fugó y terminó en el río. Lo tuvieron que rescatar.

Esta anécdota hubiese pasado inadvertida si tiempo después ese hombre que parecía inofensivo no habría aparecido en la tapa de los diarios: se trataba de Martín Alejandro Espiasse Pugh, de 35 años, matador hace seis años de dos policías y uno de los 13 presos que huyeron el 20 de agosto luego de realizar un boquete en el pabellón B del módulo 3 del Complejo Federal I de Ezeiza. Los investigadores creen que fue uno de los ideólogos del escape y por eso es uno de los presos más buscados del país. Para todo aquel que aporte datos que permitan encontrarlo, se ofrece una recompensa de 500 mil pesos.

La fuga causó la renuncia del director del Servicio Penitenciario Bonaerense, Víctor Hortel. Se cree que los presos contaron con la complicidad de los guardiacárceles. La fuga de Espiasse generó preocupación en las autoridades por su alta peligrosidad. “Pensamos que había caído en Catamarca con una identidad falsa, pero no era él. Estamos convencidos de que anda haciendo de las suyas”, confió una fuente policial.

En la foto de prontuario, Espiasse Pugh posa con cara de malo, una cara de villano que se realza con su nariz torcida hacia la derecha. Cuando lo conocí, no me dio la sensación de estar ante un tipo peligroso. Ignoraba que el 15 de julio de 2007, durante el robo a un camión de caudales del Banco de Chubut, había matado a quemarropa a los suboficiales de la policía Oscar Cruzado y Pablo Rearte. La banda que lideraba Espiasse buscaba un maletín con 300 mil pesos que iban a depositarse en los cajeros del Ministerio de Economía de Chubut.

“Es un delincuente sanguinario que mata a sangre fría”, dijo una fuente penitenciaria. En Mendoza también lo conocen: con el nombre de Matías Nicolás Lago González fue detenido por un robo a mano armada.  En ese hecho se tiroteó con la policía y fue gravemente herido, pero pudo sobrevivir. Protagonizó una fuga del hospital Central: se escapó esposado y con el suero. Corrió como pudo y se tiró a las aguas del canal Guaymallén, pero como no había profundidad terminó golpeado y recapturado.

Quedan cinco prófugos de la fuga. Además de Espiasse, faltan recapturar Alberto Manuel Freijo (33), Thiago Ximénez (29) y Renato Dutra Pereira (27), ambos brasileños y Mario Enrique Bañera (38). Hace dos días detuvieron a otro de los fugados: Jonatan Páez, de 23 años, quien estaba en una estación de servicio de Laferrere.

“Qué raro que quiso que le firmaras el libro de Barreda. Se dice que el loco también mató a la mujer”, me dijo un compañero de Espiasse después de esa charla. Todos los internos se mostraron interesados por saber de periodismo y muchos de ellos habían escrito. Por entonces, era imposible pensar que Espiasse tenía la cabeza en otro lado. Hasta reconoció que no le gustaba escribir. “Si leen van a sentirse con la cabeza afuera”, recuerdo haberles dicho ese día. Para Espiasse, el boquete fue mejor atajo que la lectura.

 

 

 

 


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