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¿El tabaco es de derecha y la marihuana, de izquierda?

Por Julio María Sanguinetti*

ONTEVIDEO.- Luego de una exitosa campaña contra el tabaquismo, el gobierno uruguayo -contradictoriamente- se lanzó, en medio de una gran improvisación, a legalizar la producción, distribución y consumo de la marihuana. Una farragosa ley de 104 artículos, sancionada en diciembre del año pasado, habilitó tres caminos para acceder al mágico cannabis: el autocultivo (hasta 6 plantas y 40 gramos por mes), los clubes (asociaciones de entre 15 y 45 plantadores, con la misma proporción de producción) y las farmacias, donde se venderán dosis de menos de 10 gramos, proveídas por cinco plantadores habilitados por el Estado.

Desde ya que todo este andamiaje, que invocando el liberalismo arma una estructura estatista sofocante, se administra desde un organismo especializado (Instituto de Regulación y Control del Cannabis) creado para manejar a todos los actores de la cadena productiva, desde productores a consumidores, que deben registrarse oficialmente.

Han pasado ya diez meses y pese a que la ley está vigente, no se ha podido poner en marcha el mecanismo, entre otras cosas porque el gobierno fijó en un dólar el precio de venta y ahora se dice que no hay modo de producirla a ese costo.

Mientras tanto, se ha abierto un clima de jolgorio, de permisivismo universal. Para los jóvenes la marihuana ha pasado a ser una especie de alegre bebida refrescante, bendecida por su legalización. No se ha realizado, por medio alguno, una campaña seria para advertir sobre los riesgos para la salud. Apenas ha comenzado, aún precariamente, un control en el tránsito, paralelo al de la alcoholemia.

El debate se ha transformado ya en un fenómeno ideológico. El tabaco es de derecha, la marihuana es de izquierda. Como natural consecuencia de este maniqueísmo, la discusión ha perdido la debida racionalidad.

La ley se dictó invocando un motivo de seguridad pública, como intento de arrebatarle al narcotráfico una porción sustantiva de su negocio. Por cierto hay quienes seriamente dudamos del éxito de esa idea, pero más allá de ese aspecto, lo más grave es que no se ha tomado en cuenta la dimensión de salud, a nuestro juicio la prioridad en el tema.

El consumo de drogas, en general, es un fenómeno que en la sociedad contemporánea se ha difundido con las nefastas consecuencias conocidas. Entre los adolescentes se ha expandido la marihuana, que infortunadamente -según lo atestiguan los profesionales que trabajan con adicciones- es , además de una peligrosa adicción en adolescentes, la puerta de entrada a otras drogas. Los vacíos espirituales o temores de los jóvenes, no colmados suficientemente por sus vocaciones, la música, el deporte, la religión, la sociabilidad o las grandes causas políticas, arrastran a esa muchachada a buscar estados placenteros en ese mundo artificial. Lo trágico -y ésa es la responsabilidad de los gobiernos y el sistema educativo- es que no se les advierte sobre las consecuencias de ese consumo y su eventual adicción.

En mi juventud tampoco teníamos claros los efectos del cigarrillo. Su carácter cancerígeno era ignorado. Los del cannabis recién se han comprobado fehacientemente en los últimos años, con investigaciones de largo plazo. En nuestro país no se tomaron en cuenta los pronunciamientos muy rotundos de la Sociedad de Psiquiatría, de los responsables de las clínicas que atienden las adicciones y, especialmente, las conclusiones internacionales. Para no acumularlas, baste tomar en cuenta las de la Academia de Medicina de Francia, que emitió una precisa declaración, advirtiendo sobre las consecuencias en las funciones cognitivas, las ansiedades y depresiones, además de su efecto cancerígeno (www.academie-medicine.fr).

Un adicto no es un delincuente, padece una patología. Por eso, la legislación uruguaya, desde 1974, no condena el consumo ni la tenencia con ese destino. Hay que abordar el tema, entonces, desde esa visión primordial: la de prevenir y luego tratar de curar. La prevención empieza en la información y hoy asistimos a una suerte de moda transgresora que, basada en afirmaciones antojadizas y conclusiones equívocas, ha hecho del cannabis poco menos que la fuente de la vida. Como dijo el Papa, no se cura la droga con droga y, desgraciadamente, nos hemos deslizado a ese peligroso territorio con inciertos resultados. El Uruguay hoy, como ha dicho el propio gobierno, vive un experimento; es un solitario conejillo de Indias, que pagará las consecuencias si sus resultados no son satisfactorios.

*Ex presidente de Uruguay.

Fuente: La Nación.