En esta época insólita, donde alguna gente festeja un “per saltum” como si fuera un acto heroico, vale la pena parafrasear la cancioncilla infantil que todos conocemos: “un mamarracho se balanceaba…… y como vieron que resistía, fueron a buscar otro mamarracho”.
Tratemos de explicar lo mejor posible como se viene construyendo este guiso de desaguisados. Todo comienza en el Consejo de la Magistratura. ¿Por qué? Por la simple razón de que tardan varios años en hacer los concursos para jueces. ¿Esto es ineficiencia? No, es una técnica de manipulación de los nombramientos.
Un candidato, que quiere ser juez, debe pasar años de lobby y sufrimiento, luego de los cuales queda debiendo no sólo suficientes favores, sino que es correctamente domesticado. Como los cargos judiciales quedan vacantes por mucho tiempo, se usa una pequeña figura procesal, pensada para actos procesales en particular (el subrogante), para diseñar todo un sistema de jueces interinos.
Jueces cómplices
Muchos jueces y la Asociación de Magistrados han sido cómplices de este sistema, tanto porque participan de la manipulación, como porque, dado que sus sueldos “son muy bajos”, han inventado el suplemento por “subrogancia”. Hace más de una década que vivimos en este sistema, que no resiste ningún análisis constitucional; precisamente, para evitar esta práctica, se creó el Consejo de la Magistratura Federal (en CABA existen otras prácticas igualmente espurias, pero muchos se hacen prolijamente los distraídos).
La Corte -conformada ella misma con un miembro de “facto”, sostenida solamente por una triquiñuela leguleya- aprovechando la apropiación inconstitucional de facultades, dado que no le corresponde a ella administrar el Poder Judicial, ha sacado un conjunto de acordadas administrativas que, en lugar de ir al fondo del problema (que no pueden existir jueces interinos) pretende resolver cada problema con sutileza vaticana, y a cada paso crea un problema nuevo.
Como esa escolástica complica el sistema de manipulación, pero no lo anula, se inventan nuevas categorías: el traslado horizontal, el traslado interjurisdiccional, el traslado vertical; todos subterfugios para no decir lo elemental: no son admisibles los jueces interinos, mucho menos la asignación de jueces a dedo. Es cierto que en las modernas estructuras judiciales – tan distintas a la rigidez inquisitorial de nuestro modelo federal- existen formas de distribución de trabajo más fluidas, pero siempre bajo formas objetivas de sorteo; ello está muy lejos de la elección de un juez para cambiarlo de funciones, con o sin su consentimiento. Además, nadie es tonto, por suerte, y sabemos que esas elecciones son hechas, sin inocencia, dentro del sistema de manipulación de tan larga data y probada utilidad.
¿Caso extremo?
Mamarracho
Concursos
¿Se puede reparar todo esto? Claro que sí, usando las facultades que desde hace años tiene el Consejo para organizar de otro modo los concursos, para tener siempre una lista de jueces concursados para formar la terna. El tiempo normal para cubrir una vacante judicial no puede pasar de un mes o dos, si somos parsimoniosos; tenemos todas las herramientas legales e institucionales para hacerlo.
En mi niñez me preguntaba si la telaraña podía resistir cien elefantes, hoy me pregunto más bien ¿Cuánto pesa un mamarracho?
*El autor es presidente del Instituto de Estudios Comparados en Ciencias Penales (INECIP).
Fuente: Página 12.