Por Rafael Saralegui
El desembarco de Oscar Parrilli en la Secretaría de Inteligencia, tras el sorpresivo movimiento de la presidenta Cristina Kirchner para descabezar a la cúpula que manejaba el organismo desde la presidencia de Néstor Kirchner, no alcanzó para aquietar las aguas y el clima que se vive puertas adentro del edificio de 25 de Mayo, a metros de la Casa Rosada, sigue siendo de tensión y recelo.
Héctor Icazuriaga y Francisco Larcher, dos pingüinos históricos, dejaron la SI en manos de Parrilli, que ya juró y tuvo las primeras reuniones con los directores, y de Juan Martín Mena, quien hoy asumirá en su cargo. Mena viene de trabajar como jefe de Gabinete en el Ministerio de Justicia y junto al secretario de Justicia, Julián Alvarez, fue uno de los principales impulsores de la sanción de los nuevos Código Civil y Procesal Penal.
Mena es considerado un militante de La Cámpora que buscar articular una buena llegada con el fuero federal, un ámbito histórico por donde han transitado los espías desde el retorno de la democracia en 1983. Se lo considera cercano al espacio de Justicia Legítima, el movimiento judicial que surgió en 2012, en plena pelea entre la Corte y el Gobierno. El problema es que ninguno de los jueces federales milita en ese espacio, es más, a cualquiera de ellos que se les hable de Justicia Legítima, es probable que le brote una urticaria.
La principal preocupación del Gobierno para el año que se inicia es lo qué pueda pasar justamente en la Justicia Federal. El juez Claudio Bonadio ha sido el que más malas noticias ha generado para el Gobierno. “Tienen una obsesión con Bonadio. Y Larcher se negó a hacer nada en contra de Bonadio”, afirma a CyR un jefe de la SI, que trabaja en el organismo desde hace décadas y que ha visto pasar a todas las administraciones políticas.
“Es una locura lo que hicieron. En el tiempo que queda hasta que termine el Gobierno no van a poder hacer nada. Sólo conocer el edificio te lleva más de un año. Formar un agente de inteligencia no menos de cuatro. Son tareas que requieren de una gran preparación y donde no se pueden cometer errores”, agrega el jefe.
El trasfondo del descabezamiento de la cúpula es el enfrentamiento entre dos sectores de “La Casa”: el que lidera Antonio Horacio Stiusso (alias Jaime), Director General de Operaciones, y el de Fernando Pocino, Director de Reunión Interior, cercano al jefe del ejército, César Milani, quien dotó a la Dirección de Inteligencia del Ejército de tecnología y personal para reemplazar a la SI, ante la desconfianza de la Presidenta.
Jaime fue quien llevó adelante la investigación por el atentado contra la sede de la AMIA, con el auxilio de la inteligencia norteamericana e israelí. Siempre estuvo en contra del Memorándum que el gobierno firmó con Irán para juzgar a los acusados iraníes del ataque en Teherán.
“Jaime no se va a ir callado, esta no se la va a comer así nomás”, agrega la fuente. Jaime era el jefe de “El Lauchón”, el agente de la SI asesinado hace un año en su casa de La Reja, por efectivos del Grupo Halcón, durante un operativo judicial. Todos los policías que intervinieron en esa muerte están detenidos y procesados. Los compañeros de El Lauchón responsabilizan de la muerte al jefe de la policía Bonaerense, Hugo Matzkin, hombre de confianza del gobernador Daniel Scioli. Hace unos días, Jaime dio un inusual reportaje a la revista Noticias. No importa tanto lo que dijo sino los mensajes entrelíneas que envió a diferentes destinatarios.
Milani tuvo hasta ahora su principal sostén en el secretario Legal y Técnico, Carlos Zanini, pero no puede decirse que Parrilli mantenga la misma línea. De todos modos, el jefe del ejército estaba eufórico con los movimientos en la SI. Milani integra la misma línea de Matzkin y Pocino, según los del otro lado.
“No hay posibilidades de purga. Se van a tener que manejar con cautela. Están enloquecidos con el tema judicial. Les interesa la oficina de Observaciones Judiciales”, agrega la fuente. La llamada OJ es la que se encarga de pinchar los teléfonos por orden de los jueces. “Ahí no te podés mandar una cagada porque vas preso”, sentencia.