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Sospechan que hay más víctimas secuestradas por la secta de Coronel Suárez

Por Rodolfo Palacios (Desde Coronel Suárez).-

Mira películas románticas, dibujitos y hasta los programas de chimentos. Desde una cama del hospital municipal de Coronel Suárez, Sonia Marisol Molina busca espantar los recuerdos de los tres meses que pasó en el infierno. Atada, humillada, golpeada, alimentada con comida y caca de perro, violada, torturada y esclava de una pareja de perversos. Los investigadores creen que la periodista Estefanía Heit y su marido Jesús María Olivera le sacaron 250 mil pesos a la víctima.

Pero al margen de los vejámenes y la estafa ejecutada por los captores, según sospecha la Justicia, surgió una revelación aterradora: según Sonia, Olivera la había amenazado con matar a su hija de diez años. “Esas amenazas la inmovilizaban a Sonia. No podía hacer nada porque la vida de su nena corría peligro”, contó Ana María, cuñada de Sonia, a Crimen y Razón. Sonia pudo hablar con su nena el martes 13,  un día después de que pudiera escapar de sus captores.

Para los vecinos de Coronel Suárez Estefanía se convirtió en la imagen del terror.

Los detectives sospechan que Sonia sabe muchas cosas. Y que haber sobrevivido al horrendo secuestro podría salvar la vida de otras personas que estarían en su misma situación. “No descartamos que haya más personas secuestradas por esta secta llamada Amar es combatir”, reveló una fuente judicial. Los peritos están sorprendidos por el perfil de los acusados, cuyo fin era obtener dinero pero al mismo tiempo secuestrar y torturar a la víctima. En poder de la fiscal Claudia Lorenzo hay 62 videos que muestran el horror que vivió Sonia en la casa de Grand Bourg 1823, en Coronel Suárez. “En un video le pegan y le gritan, le exigen dinero y le hacen cosas indescriptibles. Recibió un trato inhumano”, dijo una fuente policial.

“Sonia tiene un coraje impresionante. Ella es la que me da fuerzas a mí”, confiesa a Crimen y Razón Mónica Santander, la madre de Sonia. La mujer no puede creer el calvario que vivió su hija. “Cuando veía una película de terror, como la de Hannibal Lecter, decía que eso era muy fantasioso. Ahora creo que todo puede pasar en la realidad, hasta lo más cruel”, dice la mujer. Su hija sería dada de alta en las próximas horas.

En Coronel Suárez, una ciudad rural de 40 mil habitantes situado a 550 kilómetros de Buenos Aires, nadie sale de la conmoción. Suelen dormir con las ventanas abiertas y las puertas entornadas. Hasta Estefanía Heit dejaba su auto estacionado con la ventanilla baja y una computadora en el asiento de atrás. “Pasamos muchos meses sin noticias policiales. Y por año hay uno o dos robos a mano armada. Lo que está pasando ahora nos duele mucho. No puedo creer que haya trabajado al lado de un monstruo. Ella se mostraba ingenua, solidaria, dulce y siempre estaba dispuesta a trabajar, desde cubrir un partido de bochas hasta entrevistar a algún político que llegaba a la ciudad”, cuenta a CyR Claudio Rodríguez, el jefe de Estefanía en el canal 4 de Coronel Suárez.

Leonardo, el hermano de Sonia, siente una mezcla de tristeza y bronca. “Si fuera por mí, a ese Olivera lo mato, pero sé que eso está mal. A mí no me hubiese engañado, pero mi hermana es distina. Era muy vulnerable. Le creyó a ese charlatán, que la envolvió con promesas de una vida mejor y hasta le dijo que le iba a pagar los estudios para que fuera abogada. Mi hermana soñaba con defender a pobres y ausentes. No entiendo cómo cayó en esto. Tuvimos una infancia pobre, pero feliz. Nunca tuvimos juguetes, pero nos divertíamos a la antigua, con juegos artesanales”, dijo a CyR.

La periodista Estefanía Heit se convirtió en la representación del diablo para muchos de sus compañeros y vecinos. “No queremos quedar pegados a ella. Por eso las fotos de Fanny que entregamos a la prensa pedimos que nos tapen la cara y borren el nombre del canal”, dijo un ex compañero. Están sorprendidos porque Estefanía solía organizar festivales solidarios. No pueden creer como detrás de esa joven rubia y de ojos celestes, sonriente y siempre dispuesta a dar una mano, era la máscara perfecta de una mente maligna.

 

 


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