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Sinceridades teutonas y la sucesión de Macri en manos de la Corte

Por Alejandro Bercovich

Pasó desapercibido en medio de los elogios cruzados con Angela Merkel y las pompas correspondientes a una visita de tan alto nivel, pero los empresarios alemanes desnudaron involuntariamente esta semana la principal debilidad del plan económico oficial. La apuesta del macrismo por una lluvia de inversiones extranjeras para apuntalar la salida de la recesión fue definitivamente ruinosa y el clima no cambiará en 2018, cuando una abrumadora mayoría de las grandes compañías teutonas con presencia en Argentina aseguró en una encuesta elaborada por la consultora Ernst&Young que no prevé desembolsar más de 5 millones de dólares en el país. En términos macroeconómicos, la nada misma.

El problema es quién mueve primero. Beatriz Sarlo lo sintetizó con su habitual agudeza el sábado pasado en un extenso reportaje que concedió a Radio Con Vos: «Si los primos, los amigos y los que juegan al fútbol con Macri no ponen los primeros brotes verdes ¿por qué va venir a invertir un extranjero acá?». La pregunta es un espejo de la frase que suele repetir Marcelo Mindlin, el ejecutivo que mejor supo aprovechar la era Cambiemos hasta el momento: «Los empresarios argentinos tenemos que invertir ya. No podemos esperar hasta las elecciones», se le oyó en público y en privado al nuevo dueño de IECSA, la constructora de la familia presidencial.

Merkel no ahorró cumplidos para la política económica «aperturista» de Macri y aterrizó en Buenos Aires con 10 CEOs globales de empresas de su país. Su sola presencia fue un gesto de apoyo como el que 15 años atrás le brindó su antecesor socialdemócrata Gerhard Schroeder a Eduardo Duhalde, en pleno descalabro local. Desde entonces, ningún canciller alemán había pisado Argentina.

Claro que de los discursos a los desembolsos hay un trecho importante, tal como patentizó la encuesta de Ernst&Young. De las 50 mayores compañías germanas radicadas aquí, un 56% prevé hacer inversiones el año próximo, pero un 71% de ese 56% estimó que sus inversiones no superarán los 5 millones. Apenas lo necesario para pintar las paredes de fábricas como las de Volkswagen, Bosch o Bayer. ¿Qué espanta a los compatriotas de la curiosa jefa de la centroderecha que fijó en su país el salario mínimo que reclamaba la izquierda y que ordenó apagar las centrales nucleares como pedían los Verdes? El famoso péndulo criollo. Si bien Macri puede resultarles amigable, la idea de cambiar todo lo que hizo el gobierno anterior les resulta incomprensible.

El saldo, en definitiva, no fue muy distinto del que arrojaron las reuniones del Presidente con los máximos líderes mundiales durante el año y medio que lleva en la Rosada. Desde aquel Foro de Davos de enero del año pasado, donde desembarcó recién asumido como una estrella solo eclipsada por el charme del joven canadiense Justin Trudeau, Macri se fotografió con todos: Xi Jinping, Barack Obama, Donald Trump, Shinzo Abe, Vladimir Putin, Matteo Renzi, Sergio Mattarella los reyes de España, los de Holanda y siguen las firmas. A todos les transmitió con el corazón liberal su deseo de «volver al mundo». Todos le respondieron con el bolsillo.

Octubre rojo

El péndulo es, precisamente, lo que el establishment local teme que empiece a moverse en sentido contrario en las elecciones de octubre. Fue el comentario obligado del martes en la selecta fiesta anual que organiza cada primavera (boreal) el Consejo de las Américas de Susan Segal, en esta ocasión en el exclusivo restaurante Cipriani de Wall Street. Alejandro Bulgheroni, José Luis Manzano, Daniel Vila y Adelmo Gabbi alternaron allí con el exembajador estadounidense Noah Mamet, su colega brasileño Mauro Vieyra y otros pesos pesado del mundo de los negocios.

¿Figurará Cristina Kirchner en las listas del peronismo bonaerense? ¿Habrá internas con Florencio Randazzo? ¿Terminará de diluirse Sergio Massa en la polarización o mantendrá su tercio de la mano de Margarita Stolbizer? Las peculiaridades de unos comicios en los que cualquiera puede imponerse y cuyos resultados podrán leerse en las claves más diversas hacen que las preguntas que recorren al establihsment no sean muy distintas a las que se hace el votante más o menos informado. El hermetismo de la exmandataria y su círculo íntimo también contribuye a que se tejan las especulaciones más disparatadas.

En el oficialismo, las listas se definirán en una mesa chica a la que el Presidente solo invita a Marcos Peña, Horacio Rodríguez Larreta, María Eugenia Vidal y el asesor ad honorem (sic) Jaime Durán Barba. Los punteos preliminares, sin embargo, se hacen en otros escritorios. Como el de Federico Salvai, quien avisó esta semana entre risas que se esconderá durante varios días después del 25 de junio para evitar los insultos de quienes queden afuera de las listas o en casilleros poco deseables.

«A (Cristian) Ritondo lo sigo queriendo en mi equipo. Salvo que se vaya a presidir Diputados en lugar de Emilio (Monzó) no le conviene agarrar ninguna candidatura», soltó anteayer Salvai en un agasajo por el Día del Periodista por donde Vidal pasó requerida como una diva de televisión. «Esteban dice que no quiere pero me parece que quiere», abundó además, en referencia a las notas periodísticas que advirtieron que el ministro de Educación no encabezaría la lista de senadores.

Los candidatos-commodity entre los que se debate Cambiemos en la provincia confirman que los únicos con caudal propio de votos en la coalición gobernante, además del Presidente, son Vidal, Rodríguez Larreta y Elisa Carrió. Todos los demás harán campaña enancados en la imagen de ese cuarteto y en la paciencia que todavía les prodiga el sector del electorado que votó contra Cristina en 2015 y que volverá a hacerlo ahora. La pregunta es si alcanzará.

María Eugenia Duhalde

Entre los aprestos de la campaña y todavía sin reponerse del porrazo que sufrió por el fallo que benefició con el «dos por uno» a los represores condenados por delitos de lesa humanidad, la Corte Suprema volvió a colarse en las discusiones sobre el futuro de Macri. El máximo tribunal convocó a las provincias a que defiendan su porción del Fondo del Conurbano y desató mucho más que un tironeo por recursos fiscales. El Fondo, cuya restitución decidió reclamarle el gobierno bonaerense, es un instrumento que puede volcar la relación de fuerzas dentro de Cambiemos y elevar a Vidal a ese sitio expectable que tantas veces enfrentó a gobernadores con presidentes de su mismo partido.

Hernán Lacunza lo admite sin ambages. La devolución de esos fondos equivaldría a una declaración de independencia financiera del distrito más poblado y productivo de la Argentina. Su origen es prueba de su relevancia: el Fondo fue la condición que le puso Eduardo Duhalde a Carlos Menem para pegar el salto en 1991 de la vicepresidencia a la gobernación. Le garantizó un 10% de la recaudación de Ganancias para devolverle lo que había sacrificado de la coparticipación durante la hiperinflación previa. Cinco años después, ya con Duhalde convertido en un desafío para su propia hegemonía, el riojano fijó por ley un tope de 650 millones de pesos anuales a esas transferencias y ordenó repartir el resto entre las 22 provincias restantes (la Capital aún no era autónoma). Ese tope quedó sepultado con los años por la inflación posconvertibilidad y llevó a que hoy Buenos Aires reciba $40 por año por habitante, mientras Tierra del Fuego embolsa $6.000.

El Fondo reunirá este año 50.000 millones de pesos. Casi el doble de lo que Vidal destinará a obras públicas. Si se lo devolvieran, el año próximo podría duplicar la recomposición salarial que ofreció este año a docentes y estatales. O lanzar un festival de obras digno de la Berlín de la reunificación.

Duhalde no desafió a Menem en su apogeo, pero sí empezó a hacerlo en su ocaso. ¿Azuzará la Corte esa interna en el año previo a la campaña de Macri por su reelección? ¿Jugará Vidal en 2019? La semana pasada ante el Consejo Interamericano del Comercio y la Producción (CICyP), al menos, hizo lo que hace todo precandidato presidencial que se precie: desmentir con una sonrisa su intención de sentarse en el sillón de Rivadavia.

Fuente: BAE.


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