| Cómo se ordenan los sectores en pugna

Reacomodamientos en el mundo judicial

Los dos grandes grupos se dividen entre históricos y progresistas. Unos surgieron con la retorno de la democracia y otros se hicieron fuertes con el kirchnerismo. Cómo se preparan para el 2015.

Por los pasillos se Tribunales siguen las sordas peleas.

Por los pasillos se Tribunales siguen las sordas peleas.

Por María Justina Anglada.

En estos días en qué de la mano de Francisco la noticia ha viajado hasta los orígenes mismos de Medio Oriente, lejos de allí en la lejana Buenos Aires y con motivaciones más pedestres un colectivo de mujeres y hombres del mundo judicial vaga como los hebreos en el desierto, confundido, sin avistar la Tierra Prometida.

Los miembros de la familia judicial vinculados con los sectores identificados siempre como progresistas y que tuvieron su hora de gloria promediando la década kirchnerista, ven desorientados como la incertidumbre teje una telaraña hacia el futuro mientras que aun lamiéndose las heridas sus eternos adversarios “los históricos” recuperan terreno o devuelven duros golpes aun golpeados duramente.

El reciente fallo de la Sala I de la Cámara Federal en lo Criminal y Correccional Federal que declare la inconstitucionalidad del acuerdo entre la Argentina e Irán, firmado por Eduardo Farah y Jorge Ballestero, dos hombres que siempre fueron señalados como de buena relación con la Rosada -pero del bando “historico”- sacudió hace pocos días los pasillos de Tribunales.

Todo lo relacionado con la causa por el atentado contra la AMIA no es un tema menor para quienes son considerados los principales operadores de “Los Históricos”; es un tema donde hay posturas plantadas que tienen raíces no solo locales sino también externas, en donde se definen estrategias globales sobre terrorismo internacional y donde el “Plan Timerman” no solo es indigerible, sino que se considera incomprensible.

 

El Big Bang

El inicio de la diáspora de Los Progresistas tiene su Big Bang, un momento preciso que podemos identificar como la renuncia del ex procurador general de la Nacion, Eduardo Righi y las circunstancias que rodearon al caso Bodou – Ciccone, que no termina de aquietarse y cuyas derivaciones son ya inmanejables e imprevisibles.

Con la precisión de un Samurai, la presidenta Cristina Kircher rebanó de un solo golpe la cabeza del emblemático ministro camporista y marcó límites con un gesto de autoridad digno del mejor peronismo, aunque algunas veces ella misma se desentienda de ese origen.

Para entender ese gesto que cortó de plano la idea que era tolerable seguir acunando el huevo de la serpiente que pudiera envenenar el corazón mismo del poder hay que ir mucho tiempo atrás.

Los Históricos son producto de una argamasa que ha fraguado con el paso de las décadas. En 1983 el resultado del triunfo alfonsinista sorprendió a propios y extraños y esa victoria obligo a un tejido político digno de la mejor esgrima. El radicalismo había ganado la presidencia pero el Justicialismo se había impuesto en la mayoría de las provincias y por lo tanto controlaba el Senado, esto es la llave para la designación de los jueces. Así se conformó un sistema de alianzas cruzadas que llega hasta nuestros días.

Si existen lugares del Estado donde habitan – las hoy corrientemente denominadas- “corporaciones” han sido o son: la diplomacia, la Inteligencia y la Justicia y las tres han seguido unidas resistiendo a los “advenedizos” políticos; aunque nunca en 30 años de democracia han sido tan zamarreados como ahora.

En ese entente del 83 está el origen de un sistema de poder y de influencia en la Justicia que se fue consolidando y engordando con los años y con cada nueva administracion. Se instaló con los principales operadores del ya mítico “acuerdo Alfonsin-Saadi”, se consolidó en 10 años de menemismo hasta hacerse casi invulnerable y coptó cuadros y operadores en los breves años delarruistas.

El pragmatismo de Néstor Kirchner -un presidente elegido por el 22 % de los votos- “compro hecho”, pero a la vez comenzó a edificar un poder propio que permitiera equilibrar las cargas y colocar al presidente -que fue un fabuloso constructor de poder- como árbitro de los intereses en el entramado judicial y utilizar la fuerza de unos contra otros para quedarse con el manejo de ambos.

Así, el progresismo judicial encontró un horizonte para afirmarse y comenzó a transitar un nuevo tiempo de la mano de un eje que tuvo en el ex Jefe de Gabinete Alberto Fernández a uno de los principales operadores y en Eduardo Righi a una figura emblemática.

Pero como la historia es dinámica, los proyectos de poder suelen ser cruzados por las circunstancias y es así que desde la crisis del campo en adelante se sucedieron alternativas por todos conocidas que terminaron de estallar cuando empezó a avizorarse tras la reelección de CFK el destino sucesorio.

Quizá alguno podría haber imaginado que tenía para ofrecer la llave para una carambola a varias bandas y cruzar el Puente Pueyrredón en dirección a La Plata para ofrendar no solo un dispositivo judicial “llave en mano” sino de paso liquidar al mismo tiempo al advenedizo inquilino de Irigoyen 1849 que como dijera un viejo lobo peronista “se bajó del Chevallier que venía de Mar del Plata y casi se queda con el País”.

La salida de Righi no fue una decisión para proteger a “Aime” fue un mensaje claro y rotundo para cualquiera que pensara que se puede sacar los pies del plato sin tener que enfrentar las consecuencias.

Pero no obstante la eficacia, la medida resquebrajó en mil astillas el colectivo “progresista” que nunca había terminado de soldarse y que en los hechos fue siempre menos orgánico y riguroso que la disciplina de Los Históricos.

También ellos van heridos en un ala, agrietados por demasiados intereses cruzados recibieron un mazazo que los dejó aturdidos con la designación de César Milani como jefe del Ejército. La grieta no ha hecho mas que ensancharse en este tiempo y el rechazo al acuerdo con Irán quizá deba leerse en ese marco.

Así las cosas, el actual panorama es difuso: mientras los Históricos se reagrupan y preparan un horizonte para 2015, los Progresistas no logran encontrar motivos ni figuras para reagruparse. Ambos saben además que aun heterodoxo éste es un gobierno de pregnancia peronista, diestro en ejercer el poder y decido a hacerlo hasta el último minuto de la última hora del último día.

 

 


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