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Perder una elección, menos grave que perder el rumbo

Por Alejandro Bercovich

El principal desafío es el que enfrenta el empoderado Martín Guzmán, a quien esta semana llenó de elogios el consultor Emmanuel Álvarez Agis pero a quien critican cada vez más encarnizadamente desde las cercanías de Máximo y a quien le llegaron reproches en voz alta desde Olivos por la disparada del dólar blue a $195. El ministro no solo necesita que la economía vuelva a crecer antes de que empiece la campaña sino que precisa que crezca fuerte y que compense la «consolidación fiscal» con la que busca seducir a Kristalina Georgieva. Es decir, el ajuste del gasto que implica pasar de un déficit primario del 7,5% del PBI a uno del 4,5%, en un año que contendrá todavía al menos un trimestre sin vacuna contra el coronavirus.

Guzmán consiguió instalar que aplacó la corrida de los dólares financieros con una dosis tolerable de ortodoxia. Así presentó la suba de tasas para aspirar los pesos emitidos por la pandemia y el aviso de que el año que viene también gastará e imprimirá menos billetes. Pero lo que surtió efecto inmediato fueron las ventas de bonos en dólares por parte de «manos amigas» (la ANSES y el Banco Nación) y una medida complementaria, bastante más heterodoxa: el pedido a las agencias de bolsa para que «se corran un rato» del mercado. Fue un encargo informal que les llegó desde la Secretaría de Finanzas de boca de un viejo amigo: el subsecretario de Financiamiento, Ramiro Tosi, un economista que estudió con Guzmán en La Plata pero que hizo carrera en el Merval y hasta diciembre fungía como la mano derecha del gerente general de ByMA, Jorge de Carli.

Malmanejado

El negociador argentino con el FMI, Sergio Chodos, viajó a Washington y planea volver al país el 10 de noviembre, junto con la segunda misión del staff de Georgieva. A contramano de lo que volvió a sugerir Álvarez Agis esta semana, preferiría no pedirle fondos frescos al Fondo. Pero tampoco lo descarta. Para cumplir con la promesa que hizo Guzmán de financiar una porción del déficit menor a la prevista en el Presupuesto con la maquinita, admite que quizá haga falta.

Aceptar ese dinero sería otra promesa incumplida de Fernández, quien dijo abiertamente en varias ocasiones que no quería más dinero del Fondo. En Olivos no lo consideran grave, en tanto garantice que el rebote llegue a tiempo para las elecciones. La pregunta del millón es si esos fondos frescos llegarán a compensar el apretón fiscal que proyecta el Presupuesto, especialmente en el gasto social, tal como publicó el lunes Mariano Cúparo Ortiz en este diario. Y si recuperar en 2021 la mitad de la actividad económica perdida en 2020 alcanzará para entusiasmar al electorado.

Igual de tensa es la negociación con Techint por los subsidios para Vaca Muerta que introdujo la resolución 46 de Juan José Aranguren, suspendida por Nicolás Dujovne cuando estalló la crisis. Aunque Paolo Rocca lo habló con el Presidente y con Guzmán, todavía no le respondió al flamante secretario de Energía si renunciará al reclamo multimillonario que mantiene desde Tecpetrol, su pata en Neuquén. Es lo que definirá la suerte del nuevo Plan Gas. Lo que se preguntan Energía es por qué YPF no participó de un negocio tan redituable como el que hizo Rocca con la resolución 46, si estaba habilitada para hacerlo y ya tenía una pata ahí. ¿Hubo acaso otra orden informal? Si la hubo ¿no debería rendir cuentas su exCEO ante los contribuyentes y los accionistas privados de la empresa?

Ahí entra a tallar lo político por encima de cualquier Excel. La relación troncal de Macri con Rocca, parecida a la que tuvo con Marcelo Mindlin, estaba mediada por su promesa de «dar vuelta para siempre la página del populismo en la Argentina». Una promesa en la que les falló no solo a ellos sino también a potencias mucho mayores que apostaron fuerte por su reelección.

Ciclotimias del encierro

Macri nunca llegó a tener a la sociedad tan satisfecha como Fernández en abril, a un mes de iniciada la cuarentena. En ese momento, según el sondeo bimestral de la Universidad de San Andrés, el optimismo inundaba al 57% de los argentinos. Pero así como la cantidad de satisfechos se multiplicó en apenas cuatro meses (en diciembre eran solo el 25%), el desencanto fue igual de súbito. La foto actual, apenas seis meses después del pico, muestra apenas un 21% de aprobación al rumbo general de las cosas.

Lo llamativo es la asincronía con el calendario electoral. Si se mira la imagen del gobierno, también en el tracking de San Andrés, el resultado es peor. Al de los Fernández lo aprueba hoy solo el 35% de la población, mientras que el de Macri nunca bajó del 45% en sus primeros dos años. Lo que administró bien Macri fue el timing para imponerse en las elecciones de medio término. Su «gradualismo» financiado con deuda le sirvió incluso para imponer a un candidato como Esteban Bullrich por encima de Cristina Fernández, quien igual emergió como la única opositora con votos.

Lo expresó el boliviano Álvaro García Linera en una entrevista que le hizo Mario Santucho para la revista argentina Crisis apenas arrasó el MAS en su país. «El año pasado no fue derrotado este proyecto, fue paralizado. Derrotas algo cuando le arrebatas su fuerza moral o su energía. Y eso no sucedió. (…) La prueba es lo que está pasando ahora, cuando el proyecto que intentaron paralizar y cercenar a la fuerza el año pasado, volvió a renacer con un brío impresionante, porque su energía aún no se ha agotado, no ha culminado. En ese sentido, sigue siendo el proyecto del MAS -de inclusión social, crecimiento económico y distribución de la riqueza- el horizonte de esta nueva década que viene por delante».

Tras una semana de homenajes a una década de la muerte de Néstor Kirchner, la lección de Linera vale tanto para su exjefe de Gabinete como para su compañera de toda la vida. Los votantes compran futuro y los dirigentes necesitan hablarles de ese futuro y ayudarlos a imaginarlo distinto. Quizá parte del problema sea seguir mirando el porvenir por el espejo retrovisor.

Fuente: BAE


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