Por acción u omisión no se pueden seguir tolerando entre 400.000 y 500.000 abortos clandestinos por año (estimación que surge de coincidencias entre estudios de Amnistía Internacional y el Conicet), ni aceptar que el aborto sea una de las principales causa de muertes de mujeres en gestación, lo que continuará ocurriendo mientras no sea legal, seguro y gratuito.
En el debate de la frustrada reforma de la Constitución de 1989 en la provincia de Buenos Aires, en mi condición de senador provincial constituyente, discutimos lo correspondiente al artículo 9, que establecía que la vida debía concebirse desde la concepción y pregunté «¿no estaremos contribuyendo a ser cómplices de una actitud hipócrita que continúa condenando a los sectores más humildes de nuestra sociedad, utilizando muchas veces métodos domésticos con graves riesgo para sus vidas, mientras los privilegiados de siempre acuden a las mejores clínicas extranjeras o en mejores condiciones, eludiendo la ley en el país?.
Nos estamos arrogando el derecho de dar por terminado un debate antes de haberlo comenzado (darle rango constitucional impedía tratarlo por ley más adelante).
Mientras nuestra sociedad tenga que resolver en la clandestinidad lo que nosotros no podemos otorgar por ley, esta Constitución no logrará su objetivo». (Diario de sesión extraordinaria del 4 y 5 de diciembre de 1989).
Estas consideraciones hechas en absoluta soledad hace 31 años incomodaban a la mayoría en ese momento, el planteo ultra mayoritario consideraba un avance a la nueva norma, ya que dejaba saldado que a la persona humana no se la considerara a partir del momento de su nacimiento y tampoco tomaba en consideración el art. 10 de la misma propuesta de reforma que establecía la igualdad plena del hombre y la mujer anticipándose a los tiempos.
Claro que en aquel momento estábamos muy lejos de idiomas inclusivos; del matrimonio igualitario; del reconocimiento a la identidad de género, y el reclamo de igualdad y paridad todavía era distante.
El anuncio presidencial de enviar al Congreso la ley de despenalización del aborto es muy alentador para esta esperada y legítima aspiración de buena parte de la sociedad contemporánea de avanzar en derechos sociales impostergables que hacen a la defensa de la condición humana.
No debemos volver a foja cero, la sociedad argentina, a favor o en contra de la despenalización, mucho avanzó y ambas posiciones son bien conocidas.
La incansable lucha de las mujeres y las campañas por el aborto legal, seguro y gratuito no sólo instalaron una «Marea Verde» en nuestro país, sino que incluso han sido inspiración para otros movimientos a nivel mundial.
Teniendo las cartas echadas, no se puede barajar y dar de nuevo, ¡el proyecto debe ser tratado YA!. Se frustró en el 2018, confío en que esta vez la ley saldrá.
*Exdiputado nacional UCR.