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Motín por amor: un preso exige más horas para estar con su mujer

Por Javier Sinay.

Un preso del penal de Villa Las Rosas, en la capital de la provincia de Salta, mantuvo en vilo a las autoridades de la cárcel cuando decidió amotinarse junto a su mujer (y madre de sus dos hijos) con la intención de alargar la visita íntima a la que ella había acudido. El incidente, registrado el domingo pasado, comenzó a las 12.30 del mediodía y se prolongó hasta las 23.30, cuando no sólo los carceleros, sino también los familiares del preso y también otros dos internos (que esperaban su turno para iniciar sus propias visitas íntimas) esperaban por el desenlace de la insólita protesta.

Los protagonistas del pequeño motín fueron un hombre de 33 años cuya identidad no trascendió (aunque se supo que cumple una condena de prisión perpetua) y su mujer de 31: ellos fueron quienes se negaron a abandonar una celda dispuesta como cuarto para intimar hasta el día siguiente, pidiendo además por la presencia del director del penal, el subprefecto Néstor González.

Un preso pidió más horas para estar con su mujer.

Un preso pidió más horas para estar con su mujer.

El asunto de las visitas íntimas (o “visitas de contacto” o “visitas higiénicas”) se da bajo en las cárceles argentinas bajo reglamentos similares en las diferentes jurisdicciones. En el caso del Servicio Penitenciario Federal, por ejemplo, se le exige al preso tener una permanencia como mínimo de treinta días en la unidad donde se encuentre alojado; poseer una calificación de “buena” o superior; recibir a un/a visitante con categoría de cónyuge o concubina; no encontrarse cumpliendo sanción disciplinaria; y someterse a una batería de análisis médicos. Cada preso tiene derecho a una visita cada quince días, de dos horas de duración. Y lleva entre cuatro y seis meses el trámite de autorización. Pero son pocos los internos que acceden al régimen, advertidos de que sus visitantes son sometidos a tratos vejatorios. En cambio, los contactos sexuales que no están autorizados y que se dan sin intimidad son la mayoría.

El preso salteño no es el primero en rebelarse contra el sistema de las visitas íntimas. En junio de 2009, una docena de detenidos chilenos del Centro de Cumplimiento Penitenciario de Valdivia inició una huelga de hambre para quejarse por el mismo asunto. Dos años atrás, ONUSIDA –la agencia de las Naciones Unidas dedicada a la lucha contra el Sida- dio a conocer un marco de acción para una respuesta eficaz al VIH en el ámbito penitenciario, donde decía que los sistemas penitenciarios deberían: “22. Reconocer la existencia de relaciones sexuales consensuales en el medio carcelario y asegurar que no penalice la actividad sexual consentida. 23. Asegurar que se prohíba el sexo no consentido, coercitivo, el acoso y las violaciones. 24. Apoyar el comportamiento y las relaciones sexuales reconocidas por las normas sociales, comprendiendo el ofrecimiento de instalaciones apropiadas para las visitas conyugales y privadas”.

Más explícito es el Informe Final de la Consulta Regional para América Latina y el Caribe sobre VIH en el medio carcelario, que se realizó en San Pablo, Brasil, en mayo de 2008, con la presencia de 21 países de la región. En sus recomendaciones dice: “h) Adoptar metodologías aplicadas a la prevención basadas en evidencias en el ámbito de los sistemas penitenciarios, garantizando el acceso a preservativos y otros insumos de prevención y las visitas íntimas de ambos sexos, que propicien el ejercicio de la sexualidad como un derecho; j) Garantizar el ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos de las personas privadas de libertad, incluyendo el derecho a las visitas íntimas”.

“Cada servicio penitenciario y cada unidad  tiene sus problemas específicos respecto de las condiciones de detención y mal trato, pero es muy frecuente que existan problemas graves con las visitas familiares, es un problema extendido”, opina Anabella Museri, investigadora del equipo de trabajo sobre privados de libertad del CELS. “Sobre las visitas íntimas se advierten los mismos problemas que uno puede señalar en términos más amplios en las condiciones de detención: los lugares no están acondicionados del modo necesario, hay dificultades burocráticas para que estas visitas se lleven a cabo, se reproducen los problemas generales de las visitas como por ejemplo las requisas a las que son sometidas los familiares de los detenidos, que son muy invasivas y que no responden a los estándares básicos de derechos humanos. En las visitas a las unidades, muchas veces hay quejas por las visitas íntimas, así como por la alimentación, violencia y la salud. Y esto sumado a la arbitrariedad y el sistema de premios y castigos propio del gobierno de las unidades. Este es un problema que existe en el marco de otro más grande: el de la falta de acceso de parte de los detenidos a sus derechos en distintos planos”.

En Salta, cuando el director del penal llegó ante el preso, mantuvo una charla de una hora, pero no llegaron a ningún acuerdo. “Le dieron una hora más para que razone y satisfaga su deseo carnal”, dijo al diario salteño El Tribuno un empleado del servicio penitenciario salteño. Luego de ese lapso, y ante la insistencia del preso de pasar la noche con su mujer, su madre y su hermana fueron traídas para explicarle que si mantenía su actitud iba a tener problemas con el puntaje de su legajo. Pero el preso se negó a salir.

Trajeron entonces al juez de Ejecución de Sentencia, que también dialogó con él y le dio garantías de seguridad para que desistiera. A las once de la noche, finalmente, el preso abrió la puerta y se entregó con su mujer. Ella fue hasta la comisaría 9ª, donde se le labró un acta penal. Una fuente del servicio penitenciario aseguró: “Fue un motín, pero el verdadero motivo esta vez fue el amor”.


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