A Toto Caputo no pudo importarle menos que el Fondo Monetario lo haya responsabilizado por la última disparada del dólar y por la evaporación de los primeros 15 mil millones que adelantó Christine Lagarde antes de exigirle a Mauricio Macri que lo eche del Banco Central. Feliz de haber abandonado la silla eléctrica de la calle Reconquista, disfrutó como un chico el agónico triunfo deRiver ante Grêmio abrazado con su amigo Pablo Quirno en la platea visitante de Porto Alegre. Las portadas de los diarios brasileños con los primeros pasos del ultraderechista Jair Bolsonaro como presidente electo apenas atrajeron su atención. Su vida volvió a ser la que le reclamaba su esposa, Ximena Ruiz Hanglin: la de un trader para quien las noticias no son más que señales de compra o venta de activos.
Caputo se fue sin reproches hacia Mauricio Macri, cuya paciencia puso a prueba en lo más álgido de la corrida con más mensajes de whatsapp que los aconsejables. «Acá no necesitaban un trader. Para llevar adelante este plan, los del Fondo necesitaban uno como ellos. Como Sturzenegger, como Dujovne, como Sandleris», le dijo antes de volar a Porto Alegre a otro amigo empresario, también del círculo de confianza del Presidente. «Se van a entender mejor y van a poder hacer sus modelitos tranquilos», remató.
Ese desdén por los «modelitos», que Dujovne y Sandleris consideran en privado poco más que un síntoma de analfabetismo macroeconómico, es lo mismo que llegó a reprocharle por teléfono a los gritos el número dos del FMI, David Lipton. Y lo que consta en el memorándum de entendimiento publicado el viernes en términos apenas más amables: «Contrariamente a los compromisos asumidos en el marco del programa, las autoridades han seguido una estrategia de intervención ad hoc y discrecional», escribió ahí el staff.
El modelito que impusieron Lagarde y Lipton, con el «doble cero» como estandarte (déficit cero y emisión cero), logró el objetivo inicial de frenar la disparada del dólar al costo de las altísimas tasas de interés que frenaron en seco la economía. Pero al margen de ese costo, algunos de los supuestos que incluye son realmente llamativos. Especialmente la fuga de divisas prevista para 2019, un año electoral. ¿Cómo harán para que caiga tan abruptamente como prevé el acuerdo, a solo 9.100 millones de dólares en todo el año, si solo en septiembre (ya con el dólar a $40) fue de 1.979 millones y en los primeros nueve meses de 2018 acumula 24.795 millones? ¿Realmente puede caer a niveles de los que había cuando regía el férreo control de cambios y de capitales de los últimos años del kirchnerismo?
La vuelta de la bicicleta financiera en pesos parece volver a enamorar al equipo económico, como en la época de Sturzenegger. Que el dólar haya bajado cinco pesos es el trofeo que exhiben orgullosos los verdugos de Caputo. Para ellos no hay riesgo de que se repita la historia porque el Central regula a los bancos, beneficiarios finales de la supertasa de interés, y «ya no son JP Morgan y Doña Rosa comprando Lebacs». Pero el monstruoso stock de Leliqs creció 35% en pesos solo durante octubre, de 432 mil millones a 584 mil millones de pesos. En dólares saltó mucho más, de 10.285 millones a 15.700 millones. Y esas superganancias seguirán fluyendo hacia los bancos al menos hasta diciembre inclusive, porque el Central se comprometió a no reducir la tasa de interés por debajo del 60% hasta que las expectativas de inflación medidas no bajen «significativamente» durante dos meses consecutivos.
¿Qué pasará si esa masa de pesos se vuelca al dólar ante un evento inesperado? ¿Y si la inflación no baja como espera el Gobierno? ¿Y si las tasas de interés siguen 20 puntos por arriba de la inflación hasta entrado 2019? ¿Y si Cristina Kirchner sigue creciendo en las encuestas? Son las preguntas que más les hicieron a Dujovne ni Sandleris en sus respectivas giras por Nueva York y Londres para exponer ante bancos y fondos de inversión el plan «doble cero». Las mismas que se repitieron acá en Buenos Aires en las sigilosas visitas de banqueros y jefes de fondos de inversión del último mes.
Blindados
La gira a ambos lados del Atlántico norte ratificó que la única canilla financiera abierta sigue siendo la de madame Lagarde, por razones estrictamente geopolíticas. A instancias de Donald Trump, obsesionado por evitar que Chinavuelva a avanzar sobre su patio trasero, el Fondo decidió aplacar las protestas de los directores por Francia, Alemania y Holanda, que -tal como se anticipó en esta columna- se negaban a adelantar los desembolsos previstos para después de 2019.
La Casa Blanca decidió sostener a Macri y evitarle un default de la deuda por la vía del standby del FMI. Para evitarse la tensión con los directores por Europa, lo más indicado habría sido un préstamo bilateral estadounidense. Pero a Trump no lo amilanan las tensiones, especialmente cuando se sabe accionista mayoritario, y tampoco quería problemas en el frente interno. La última vez que el Tesoro norteamericano aportó a un «blindaje» para Argentina todo terminó en un pagadiós. Los opositores demócratas que deberían aprobar un crédito de ese tipo en el Capitolio lo recuerdan bien.
¿Por qué el propio staff del Fondo escribió que la deuda argentina es «sustentable pero no con una alta probabilidad», si decidió a la vez adelantar los giros para que el 90% del dinero llegue antes de las elecciones del año que viene? Porque no todos los «stress tests» dieron positivo y porque los directores europeos se negaban a estampar su firma sin esa salvedad. Si Argentina se ve obligada a pedir otro programa de asistencia antes de 2021, cuando termina el actual, o si en el medio sobreviene otra megadevaluación que haga tambealear todo, quieren poder decir «yo te avisé».
De salida
El empleo, en tanto, empieza a acusar recibo de las supertasas de interés que frenaron en seco a la economía. La corrida cambiaria cedió pero dio paso a una verdadera corrida empresaria. Como la alimenticia Canale y tarjeta de crédito regional Credimás, que formalizaron sus respectivas quiebras la semana pasadao, la cadena de heladerías Persicco dio esta semana el paso previo: pidió abrir su concurso preventivo. La misma suerte había corrido meses atrás Freddo, propiedad entre otros del fondo Pegasus, del exvicejefe de gabinete Mario Quintana.
La Encuesta de Indicadores Laborales (EIL) que publicó la Secretaría de Trabajo sembró más dudas sobre el futuro inmediato. No solo mostró que la expectativa de creación de empleo se hundió al nivel más bajo en 9 años sino que completó dos trimestres de caídas en el nivel de empleo privado registrado. Oficialmente una recesión. Pero además exhibió una realidad que no se veía desde 2002, cuando recién empezaba a medirse: una tasa de entrada al mercado laboral privado formal por debajo del 2% durante seis meses seguidos.
¿Qué implica eso? Que el desempleo subirá en las próximas mediciones, por encima del 10% como admite hasta el FMI, pero que en simultáneo empeorará la calidad del empleo. Además de 2018 y 2001/2002, el otro episodio de tasas de entrada al mercado formal por debajo del 2% se dio en mayo/junio de 2009, en plena crisis financiera global. Y solo duró dos meses.
La última caja
Mientras dure el ajuste, cada caja cuenta. Por eso llamó la atención a algunos empresarios la aprobación en la ANSES del nuevo Régimen de Asistencia Legal para los agentes de esa repartición, fechada el 29 de agosto último. La nueva norma blinda a los funcionarios de cualquier responsabilidad patrimonial que pueda achacarles la Justicia y les asegura que el Estado pague por su defensa en caso de que los lleven a tribunales por sus gestiones allí. Algo que preocupaba mucho a los últimos responsables del Fondo de Garantía de Sustentabilidad (FGS), un puesto para el cual Emilio Basavilbaso no encontró candidato durante largos meses pese al buen sueldo que ofrecía.
En la ANSES juran que no venderán los activos del FGS a estos precios de ganga. En los ocho primeros meses de este año, según los últimos datos publicados, la caja heredada de las AFJP pasó de tener inversiones por US$ 64.055 millones a tan sólo US$ 41.960 millones. Una caída de casi el 35%.
Lo que temían los candidatos a ocupar el puesto que dejó vacante el exMetLife Juan Monge Varela era que si vendían sus bonos o acciones, la oposición los lleve a tribunales y eventualmente a la cárcel. Ahora, al menos, tendrán asegurado un buen abogado a costa del Estado.
Lula con polleras
Son temores que se agigantan a medida que se acerca el fin del mandato de Macri. El problema, dicen en la City, es más político que económico. Y el problema político es que Cristina no para de crecer en las encuestas, aun cuando se mantiene el famoso techo de quienes jamás la votarían. «Si la meten presa, el riesgo país baja 200 puntos en un día. El riesgo es ella. No es otro. ¿Querés apostar?», desafió ayer a este diario un influyente mesadinerista.
En la City y en Wall Street hay descreídos de la división de poderes y de la independencia judicial que opinan que la ventana política para que Cristina vaya presa se cierra en Navidad. ¿A qué aluden? A que después de ese plazo, con la campaña ya en marcha, ningún juez se atrevería a convertirla en una Lula con polleras por más aparato mediático que sostenga su culpabilidad. Al fin y al cabo, Argentina no es Brasil. Y el peronismo no es el PT.
Ahora que el etéreo Sergio Moro aceptó abandonar el estrado anticorrupción desde el que encarceló a Lula para sumergirse en el fango de la política y asumir como ministro de Justicia de Bolsonaro, hasta las hipótesis más descabelladas cobran verosimilitud.
Fuente: BAE