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Manteca al techo, borradores presupuestarios y amagues de renuncia

Por Alejandro Bercovich

-¡A mí, si no me dan lugar acá, me vuelvo al peronismo!

Emilio Monzó levantó la voz en el despacho de Marcos Peña como para que se oyera afuera, en el corredor que lo une con el de Mauricio Macri y con el pequeño ascensor enchapado en roble italiano de uso exclusivo del Presidente. El número uno de la cámara de Diputados había ido a reclamarle al jefe de Gabinete un puesto para su tropa en el equipo de María Eugenia Vidal, como el que él mismo ocupó en el de Daniel Scioli hasta septiembre de 2009 como ministro de Asuntos Agrarios, cuando Néstor Kirchner exigió su cabeza en plena guerra con la Mesa de Enlace.

Fue mientras crecía la tensión con Marcelo Tinelli y por eso pasó desapercibida, pero la advertencia quedó flotando en el aire cada vez más enrarecido del primer piso de la Rosada y la relación entre los dos estrategas de la campaña de Macri no volvió a ser la misma.

A Monzó le facturan errores de cálculo que él cree haber enmendado a fuerza de éxitos parlamentarios como la venia al acuerdo con los fondos buitre o al blanqueo de capitales. La que menos confianza le tiene es la gobernadora que él mismo propuso como candidata dos años atrás, cuando nadie en su sano juicio creía que PRO desembarcaría alguna vez en La Plata. No olvida Vidal que una vez lanzada su postulación, en el cumpleaños de Jorge Triaca (a fines de marzo), Monzó le propuso al intendente de San Miguel, Joaquín de la Torre, convencer juntos a Sergio Massa de sumarse a Cambiemos e ir por la gobernación. De la Torre, quien acaba de salir del closet massista para asumir como ministro de la Producción de Vidal, declinó aquella oferta. Supuso que el cacique renovador lo vería como un traidor, como Michael Corleone a Salvattore Tessio cuando le propuso en el funeral de don Vito una cumbre por la paz con el clan Barzini.

Las internas crecen al compás de una economía real que languidece sin que surjan indicios de recuperación fuera de la minería y la agricultura, los dos sectores que el Gobierno privilegió con rebajas impositivas inéditas. Y todavía falta lo más duro del ajuste fiscal, que empieza a gestarse en las planillas preliminares del Presupuesto 2017. El martes lo anticipó el propio Macri con una broma medio en serio en plena reunión de gabinete: “Los ministros que no puedan arreglarse con el presupuesto que les toca, vayan presentando la renuncia”, soltó.

La meta que se trazó el Presidente, cada vez menos paciente con un Alfonso Prat Gay que no oculta su desprecio por la mayoría de sus pares, es reducir el déficit primario del 4,8% del PBI este año al 3,5% el próximo. Rogelio Frigerio, el más político de los economistas que pueblan el gabinete, estimó que eso es lo máximo a lo que se puede aspirar en un año electoral sin arriesgarse a un revés catastrófico en las urnas. Implica erogar unos $100.000 millones menos, que el ministro del Interior propuso girar igual a las provincias pero transfiriéndoles también la responsabilidad de obras que todavía tiene a su cargo la Nación, lo cual liberaría otras partidas.

Primos pobres

Donde trocaron todas las muecas de fastidio de los últimos años por sonrisas de oreja a oreja es en La Rural, que durante dos semanas se convirtió en la meca de funcionarios, lobistas y hombres de negocios. No solo desfiló por Palermo el gabinete nacional en pleno sino también buena parte de los gobernadores, el porteño Horacio Rodríguez Larreta y las planas mayores del Grupo de los Seis (G-6) y el Foro de Convergencia. El Restaurante Central se convirtió así en un territorio insular del optimismo: justo mientras la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME) estimaba un desplome del 9,8% de las ventas minoristas en junio, por ejemplo, el presidente de la Cámara de Comercio (CAC), Jorge Di Fiori, vaticinaba allí que la bonanza del campo “va a derramar” sobre los locales vacíos.

Las internas crecen al compás de
una economía real que languidece

La paradoja es que tras el reseteo de variables económicas que impuso el semestre del ajuste, las economías regionales que más valor agregan terminaron enterradas en su peor crisis en años. La nota triste que empañó el clima festivo de Palermo, de hecho, la dio la raza lechera Holando Argentino: tal como se anticipó en esta columna el viernes pasado, los primos empobrecidos de la ganadería solo presentaron siete ejemplares a la competencia para Gran Campeón. El mismo día, la Rural anunció que por primera vez en su siglo y medio de historia suspendería el premio para esa categoría.

Es el reflejo de la decadencia de la lechería, que debatieron ayer con supermercadistas los ministros Prat-Gay, Francisco Cabrera y Ricardo Buryaile, en una reunión donde el secretario de Comercio, Miguel Braun, se vio en la incómoda situación de tener que “negociar” con su primo Nicolás Braun, heredero de la cadena La Anónima. El mismo drama atraviesan los productores de peras y manzanas del Alto Valle rionegrino, los criadores de cerdos de todo el país y los apicultores del sur bonaerense. Los insumos de estos últimos, por ejemplo, se encarecieron un 45% desde diciembre, lapso durante el cual el precio de la miel cayó un 40% por el desplome del consumo local y la crisis mundial. Un verdadero estrangulamiento que empezó a arrojar los resultados previsibles: de los más de 100 apicultores activos que había un par de años atrás en Coronel Dorrego, apenas queda en pie la cuarta parte.

La alegría de unos es la inquina de otros. Los productores de soja incrementaron sus márgenes y volvieron a sembrar en zonas que parecían inviables un año atrás, pero con sus fertilizantes y pesticidas afectan la flora autóctona de la que dependen los criadores de abejas. Los productores de maíz ahora ganan dinero, pero los lecheros y chancheros que lo utilizan como insumo lo pierden. El saldo para el empleo lo acaba de informar el Ministerio de Trabajo: en mayo, el sector rural empleó 9.895 personas menos que un año atrás.

Olor a bosta

Macri celebrará mañana con la platea de la Rural que, al menos en materia fiscal, las cosas hayan vuelto a la normalidad. La misma platea que silbó e insultó a Raúl Alfonsín, un líder que reivindica todo dirigente de Cambiemos que se precie pero a quien la cúpula de la entidad jamás le pidió disculpas. El mismo colectivo social al que Sarmiento, otro prócer favorito del Gobierno, consideraba “una aristocracia con olor a bosta” que “pasa su vida mirando cómo paren las vacas”. Una dirigencia que no expresa a lo más dinámico e innovador del campo criollo, cuyos técnicos e ingenieros prefieren seminarios como el que la semana próxima organiza AAPRESID antes que el viejo predio que Carlos Menem le cedió a la SRA en 1991, y cuya propiedad todavía se dirime en Tribunales.

De Tribunales, por último, volverá a estar pendiente el Gobierno la semana próxima. No solo porque la Corte Suprema se prepara para expedirse sobre el tarifazo, un aspecto clave de la política económica, sino porque allí se sigue ventilando lo más tenso de la agenda política. Y también las internas más encarnizadas, como la que enfrenta al eje Germán Garavano-Ernesto Sanz con el que orienta Daniel Angelici con apoyo del bajo mundo del espionaje. De esa disputa, resoplan en la Rosada, surgió la sorprendente incriminación al radical Sanz por parte del narcotraficante Ibar Pérez Corradi, un arma de doble filo al que algunos macristas ya piensan que mejor sería dejar de proteger.

Fuente: BAE.