
Cada año, en América latina y el Caribe mueren casi 135.000 personas asesinadas. Esta tasa de homicidios es cuatro veces mayor al promedio mundial y representa una tragedia humana dolorosa para miles de familias, para madres, padres y amigos. Y la delincuencia impacta a muchos más. Según encuestas recientes, 1 de cada 5 latinoamericanos ha reportado ser víctima de robo en el último año. El crimen y la violencia es uno de los retos más difíciles que tiene nuestra región.
La solución requiere actuar sobre muchos frentes, pero hay una prioridad por encima de todas: el buen funcionamiento de las instituciones de seguridad. La evidencia demuestra que las mejoras en las policías han contribuido en el corto plazo a la reducción de índices de violencia.
Durante los últimos veinte años, los países han invertido cantidades importantes de recursos financieros, políticos y humanos en reformar las policías. Sin embargo, muchas de estas reformas han fracasado. A veces, fracasan por falta de apoyo político, por falta de recursos o por resistencias internas al cambio.
Un primer elemento es un apoyo político constante al más alto nivel que pueda construir un consenso ciudadano sobre qué tipo de policía quiere una sociedad. Y debe ir acompañado por un liderazgo dentro de los rangos policiales. Éste es un punto destacado de mis conversaciones con líderes de reformas policiales de los últimos años, como el general Oscar Naranjo, quien encabezó reformas en Colombia, y William Bratton, quien ha liderado departamentos policiales de seis ciudades, incluyendo Nueva York. Ambos coinciden que se debe identificar y potenciar liderazgo interno.
En tercer lugar, una buena reforma de policía debe contar con información estadística y análisis criminal de calidad. Estudios rigurosos en Estados Unidos, Reino Unido y nuestros revelan que estrategias de patrullaje enfocado en áreas de alta criminalidad (hotspots) o estrategias basadas en solucionar problemas específicos (patrullaje orientado a resultados) han logrado reducir determinados delitos. Ejemplos destacados son el «Plan cuadrante de carabineros», en Chile; el «Plan nacional de vigilancia comunitaria por cuadrantes», en Colombia, y el «Sistema David» en Ecuador. De hecho, Colombia y Ecuador han tenido bajas históricas en su tasa de homicidios.
Finalmente, y en cuarto lugar, es necesario tener efectivos mecanismos de rendición de cuentas policial. Rendición de cuentas sobre el uso de recursos, rendición de cuentas sobre sus procedimientos y sus resultados. Como sabemos, las policías tienen como misión no solo prevenir y controlar la delincuencia. Deben proteger a las personas. Su objetivo central es estar al servicio de la comunidad y por lo tanto su labor debería ser sujeta a supervisión.
Mejores policías, entonces, no son policías más militarizadas. Son policías que saben trabajar con la ciudadanía para prevenir la violencia, y que son valorados por su trabajo. Hay que dignificar al policía y darle las herramientas para hacer su trabajo de manera inteligente.
Jefa del área de seguridad ciudadana del Banco Interamericano de Desarrollo
Fuente: La Nacion