Por Rodolfo Palacios.
Cuando el nuevo detenido entró en uno de los pabellones de la Unidad Pena Número 24 de Florencio Varela, uno de los presos con más antigüedad lo recibió con una frase acorde a los tiempos violentos que corren:
–Bienvenido, pibe. Vos debés ser uno de los linchados. La sacaste barata. Dentro de poco van a tener que crear el pabellón de linchados.
El joven tenía moretones en todo el cuerpo, los labios partidos y un ojo hinchado que no podía abrir. Lo habían golpeado unos vecinos de Quilmes después de que robara un negocio con un cuchillo.
Hasta ahora se habían escuchado casi todas las voces en relación al tema los linchamientos. “Si es por mano propia, no es Justicia”, los condenó la Iglesia. Para el Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, “nadie es dueño de la vida ajena”. Para el diputado opositor Sergio Massa, los linchamientos son “por culpa de un Estado ausente”, para el Secretario de Seguridad de la Nación, Sergio Berni, los linchadores son asesinos. El ministro de la Corte Suprema de Justicia, Eugenio Zaffaroni, calificó al acto de linchar como un homicidio calificado.
Pero faltaba la versión de los ladrones. “Esto es una locura. Hay mucha violencia. Antes te daban un palazo o la misma policía te castigaba para sacarse las ganas, pero ahora la gente es la que quiere matar a los ladrones”, dijo a CyR el Gordo Luis Valor, ex líder de la superbanda que en la década del noventa robaba bancos y blindados. Valor, que está por recuperar su libertad, sigue el tema por televisión. Se sorprende por la cantidad de casos. “Hay mucha bronca contenida en la gente, pero eso no da derecho a matar a un pibito que robó una cartera. Es un arma de doble filo. Igual es verdad que los pibes están muy sacados y te matan por dos pesos, pero la gente no puede ponerse a un mismo nivel. No voy a pedir que se saque una foto con el delincuente, pero tampoco que se ponga en verdugo”, dijo Valor desde la cárcel de Campana, donde está detenido por intentar robar un country hace cuatro años.
El sábado, en Charcas y Coronel Díaz, un grupo de vecinos le dio una paliza a un ladrón que había robado una cartera. “Estaban dispuestos a matarlo», dijo el escritor y periodista Diego Grillo Trubba, testigo de ese hecho. “Mátenlo así no jode más”, gritó un hombre, desaforado. Hacía dos semanas, un motochorro había sido asesinado en Rosario.
El miércoles 2, en Palermo, también, un ladrón causó revuelo después de robarle un Rolex a una turista extranjera. Se salvó de los golpes gracias a la protección del actor Gerardo Romano, que justo pasaba por el lugar y participó de la captura. Doce horas después, el delincuente fue liberado. En Laferrere pasó algo parecido con un asaltante que hirió a un policía y a su hijo: unas cien personas quisieron lincharlo. Hubo al menos unos diez casos en Buenos Aires, Rosario, Santa Fe, Mendoza, Tucumán y Córdoba.
Para Julián Zalloecheverría, uno de los ladrones del banco Río de Acassuso, hecho ocurrido el 13 de enero de 2006, los linchamientos son una moda fogoneada por la prensa. “Es llamativo que ahora que difunden un caso aparecen linchamientos en todos lados. Lo único que falta es que detengan a un ladrón y esperen a las cámaras para fajarlo. Con esto no justifico que se robe, no está bien. Pero la misma gente que capaz que felicita a un ladrón de bancos, le quiere romper el alma a un punga. Son los mismos que idolatran a Barreda. Y termina votando a los políticos que se la afanan toda. A esos nadie los lincha, ¿no?”, opinó ante CyR.
Un ladrón de bancos que pidió reserva de identidad, dijo que esta oleada de venganza contra los ladrones “era algo que se veía venir”. “Estaba claro. Incluso hay vecinos que empezaron a armarse y hasta crearon especies de milicias ciudadanas que difunden por Facebook, que a su vez se convirtió en un sitio virtual para escrachar a los ladrones. Esto no va a terminar bien, porque creo que hasta cualquier ladrón de poca monta tratará de armarse para defenderse de un posible ataque. Está lleno de justicieros que quieren salir en los diarios”.
“Varias veces vi que cagaron a palos a un punga en el subte. Pero este encarnizamiento me llama la atención. Es raro porque generalmente cuando hay un robo la gente no se mete. Conozco gente del hampa que ahora anda con más cuidado, aunque si salvan el pellejo terminan sacando rédito a esto porque los linchadores los convierten en mártires. Después van a ser mito como el Gauchito Gil”, dijo un estafador y pasador de billetes falsos que se mueve por Once y el microcentro porteño. Hasta ahora se mueve en las sombras, a salvo de la Policía y de los linchadores.