Por Rodolfo Palcios.
Cuando en 2011 Jorge Mario Bergoglio, por entonces arzobispo de Buenos Aires, entró en la cárcel de Devoto, uno de los presos –que cumplía condena por un robo a mano armada-, le preguntó:
–¿Cómo hay que llamarlo? ¿Obispo o cardenal?
–Ni obispo ni cardenal. Llamame padre, como le decís al cura de la cárcel.
Los otros detenidos se le abalanzaron y él los escuchó uno por uno. Luego tomaron mate y dio una misa en la capilla de la prisión. Visitó Devoto tres veces. En una de ellas dio la misa de Navidad en 2006, en una visita sorpresiva.
Días después, algunos de los detenidos le escribieron cartas a la Catedral porteña. Bergoglio contestó a todas. “Gracias por escribirme. Rezo por vos, rezá por mí”, decía en uno de los escritos, que iba acompañado de una estampita de la Virgen María.
“Entraba en la cárcel y era uno más. Incluso varias veces me llamaba y me decía: ‘Habla Bergoglio, necesito que vayas a visitar a un muchacho que está preso’. Y cuando iba, me pedía que le contara cómo había visto al muchacho. Tuve el honor de haber sido consagrado sacerdote por Bergoglio”, cuenta a CyR Mariano Tello Cornejo, capellán de la Unidad Penal de Devoto.
Mucho antes de ser papa, Bergoglio abrazó a ladrones redimidos. Lavó y besó los pies de asesinos debilitados por graves enfermedades. Tuvo en brazos a los hijos de rufianes y malandrines expulsados de la sociedad. Tomó mate con parias y olvidados. Se conmovió con el relato de las víctimas de la trata, las esclavas de este siglo. También recibió a una mujer policía que denunció a sus jefes por corrupción.
“Bergoglio caminaba la calle. Y cuando le contamos nuestra causa, se interesó, dio misas, nos recibió, nos pidió las denuncias, recibió a las víctimas y tomó nota de todo. Después lo volcó en las homilías. Todo lo que decía no era casual. Si hablaba de mafias era porque estaba al tanto de que existían, si hablaba de coimas, tenía elementos como para afirmar que ese tipo de delitos existía”, dice a CyR Gustavo Vera, titular de la Fundación Alameda, la ONG que combate contra la trata y la esclavitud. En una de las homilías, Bergoglio se refirió a la trata (http://www.aicaold.com.ar/docs_blanco.php?id=1501)
La Alameda impulsó las denuncias que revelaron que tres departamentos de Eugenio Raúl Zaffaroni , juez de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, habían sido alquilados a proxenetas que los utilizaron como prostíbulos. Vera negó que Bergoglio haya sido el ideólogo de las denuncias: “No tuvo nada que ver con este tema. De hecho, Bergoglio dijo públicamente que no creía que Zaffaroni estuviera al tanto de que en esos lugares se ejercía la prostitución”.
A través de Vera, Bergoglio recibió a Nancy Miño Velásquez, la mujer policía que realizó tareas de inteligencia dentro de prostíbulos y denunció a una mafia policial que protegía a los rufianes. Esa reunión fue un claro mensaje para los policías corruptos: de hecho la mujer había sido amenazada de muerte por denunciar a sus jefes y desnudar una metodología que tiene como objetivo aceitar la caja negra de la recaudación.
El acercamiento de Bergoglio a los bajos mundos no sorprende a quienes lo vieron en ese rol. Pero sí genera el asombro del mundo: justamente el papa Francisco anunció que para el jueves Santo dará una misa en la capilla “Padre misericordioso”, dentro de una cárcel de menores situada al oeste de Roma. Allí lavará los pies de los reclusos.
En su ministerio como arzobispo de Buenos Aires, el cardenal Bergoglio solía celebrar esa misa en una cárcel, un hospital o un asilo para pobres o marginados.
Para el padre Eduardo Lorenzo, capellán general del Servicio Penitenciario Bonaerense, Bergoglio seguirá con su obra en el Vaticano. “Francisco tiene una prioridad, que son los pobres. Y entre los grandes pobres están los presos. Y Bergoglio siempre supo que antes de ser victimarios, estas personas fueron víctimas. Como arzobispo estuvo cerca del mundo del dolor. Él decía que la cárcel era una iglesia entre rejas. Caminaba a la par de todos, juntos, como un compañero de ruta”, opina Lorenzo en diálogo con CyR. Además anticipó que si el papa viene a la Argentina (está previsto que en junio participe de la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro), Lorenzo lo invitará a la cárcel de Olmos. “El día que se anunció que lo habían elegido papa, me crucé con la madre de un detenido que, entre lágrimas, me dijo: Bergoglio comulgó a mi hijo. Ahora puedo decir que mi hijo conoció al papa”.
Tello recuerda que los presos de Devoto están emocionados por la asunción del papa argentino: “No pueden creer que el papa estuvo con ellos, les besó los pies, o los abrazó y escuchó sus pensamientos. Él tiene una memoria impresionante y se acuerda de todos. Sus tres visitas a Devoto fueron una fiesta, además muchos pibes lo conocían porque Bergoglio había dado misa en las capillas de su barrio. Y ahora dará una misa especial en una cárcel, como para no perder la cosdtumbre. Cuando los presos lo vean por la televisión, probablemente dirán: el papa es uno de los nuestros. Uno de los nuestros que nos va a perdonar delante de Dios”.