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La problemática penitenciaria en Mendoza

Por Walter Klainbard*

La caótica situación penitenciaria conllevó a un proceso que para el año 2009 ya había llegado a su máxima expresión y que se ve reflejado en la actualidad en un desmán de «dedocracia» injustificada. Todo este colapso de situaciones va en desmedro del servicio, entendiendo que se han dado jerarquías a personas que ni siquiera tuvieron contacto directo con el servicio. Y ni hablar de los cargos que ocupan en la actualidad estas personas… Como por ejemplo los actuales directores, que de agentes del servicio y con un ping pong de quince preguntas llegaron a jefes superiores, cuando parte de su carrera la hicieron al volante de un móvil porque fueron choferes de unidad –es el caso del alcaide mayor S.C.S. Salomón Gabriel, o el de Manuel Beltrán.

Si a eso se le suma que la actual dirección insista con una caradurez insoportable en que el Servicio Penitenciario se encuentre en condiciones dignas del trabajo, no se entiende cómo once efectivos están a cargo del área de Seguridad Interna del complejo San Felipe o que dieciséis efectivos cubran el cordón de centinela cuando son trece los puestos a cubrir. Es fácil hablar de miles de funcionarios trabajando en la institución si en la parte administrativa existen más de diez efectivos por oficina, pero ¿cuántos trabajan en contacto directo con los reos?

¿Cómo es posible que administrativos trabajen 140 horas y los de seguridad que están en contacto trabajen 180 horas, sin contar horas extras? O sea, más de 240 horas como mínimo de servicio activo por mes: ¿no existe un amplio margen de diferencia, en la carga horaria por igual sueldo?

¿No es acaso una forma clara de infundir miedo a la tropa para que no reclame por sus derechos? Amenazar , coaccionar y apretar: ¿no es señal de acoso laboral? Pedir un lugar para descansar después de 24 horas de servicio y al menos dos comidas: ¿es un pecado?

Denigrar a un funcionario regalando jerarquías para que lo manden personas de menor antigüedad en el Servicio es acaso un forma de desprestigio. Que se suiciden varios funcionarios en una seguidilla y en su propio lugar de trabajo, ¿no es un claro síntoma de que algo ocurre? ¿No será un serio llamado de atención? ¿O acaso eso no significa un serio desgaste de y una clara forma de decir que acá está pasando algo?

¿Estará un humano normal en condiciones de continuar trabajando 36 horas despues de haber sido tomado de rehén? ¿O no sería mejor darle un tratamiento psicológico? ¿O es que elegir esta profesión anula los derechos humanos básicos?

Y por último: ¿la vida de un penitenciario no tiene precio? O será como decimos los que sufrimos esto, que la sangre del penitenciario se seca rápido.

* Secretario general adjunto del sindicato civil y personal penitenciario Mendoza, en el Sindicato Penitenciario de Mendoza.


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