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La muerte de un policía por causa de un error en el operativo

Por Rodolfo Palacios.

“Con un juego de esposas se habrían evitado dos muertes”. Con ese razonamiento simple pero convincente, un veterano detective de la Policía Bonaerense admitió que hubo desprolijidades en el caso del joven de 23 años que el miércoles 31 de octubre mató a un sargento en Fuerte Apache y al final fue abatido por otro policía durante un operativo policial.

Todo fue muy rápido. Esa mañana, Daniel Luque  fue detenido en su casa por los policías después de que el fiscal Marcelo Tavolaro ordenara una serie de allanamientos para detener a una banda que hacía entraderas en Morón. Luque se deshizo de los precintos que le habían colocado los policías, manoteó la pistola calibre 38 que tenía sobre su cama, y disparó dos veces: una bala dio en el techo y la otra en el tórax de Luis Cejas, de 27 años y policía de la comisaría 4ª de Morón. Un compañero de Cejas mató a Luque.  En lo que va de este año, en la Argentina fueron asesinados 27 policías.

Una muerte que se podría haber evitado.

El hecho ocurrió en el barrio Ejército de los Andes, en Ciudadela, partido de Tres de Febrero, tristemente conocido como Fuerte Apache después de que el periodista José de Zer lo llamara de esa manera en una nota que hizo para el noticiero Nuevediario a fines de los años ochenta. Luque vivía en el segundo piso del Monoblock 14. Sus familiares negaron la versión oficial y acusaron a la Policía de haber entrado en la casa para matar a Luque, aunque fuentes judiciales descartaron esa hipótesis. “Si fuera así, que entraron a matarlo, deberían explicar por qué hay un policía muerto. ¿Quién lo mató entonces? Las pericias demuestran que el ladrón mató al oficial y un compañero de éste abatió al malviviente”, dijo una fuente de la investigación. Aunque el ministro el ministro de Justicia y Seguridad bonaerense, Ricardo Casal, informó que Luque tenía antecedentes de doble homicidio y asalto a mano armada, sólo se confirmó que había cumplido condena por robo.

Además de tratar de establecer cómo fueron los hechos, los pesquisas investigarán si hubo irregularidades en el procedimiento. Al menos surgieron algunos interrogantes. ¿Por qué Luque logró zafarse del precinto de plástico? ¿Cómo es que no secuestraron la pistola que tenía sobre la cama antes de detenerlo? ¿No tenían esposas suficientes? La versión oficial dice que Luque rompió el precinto por su fuerza desproporcionada. Al mismo tiempo hubo otros allanamientos por la misma causa. Es más: ni siquiera se sabe si Luque estaba vinculado a la banda que hacía entraderas. Lo habían detenido por tenencia de armas.

“Me llama la atención que hayan usado un precinto para un allanamiento de este tipo. Hay que ver por qué no usaron esposas. En este tipo de procedimientos hay que tomar muchos recaudos”, opinó el comisario general retirado Norberto López Camelo, ex Superintendente de Investigaciones de Tráfico de Drogas Ilícitas de la provincia de Buenos Aires. También contó que vivió dos experiencias violentas cuando encabezó operativos policiales. “En Fuerte Apache me tocó vivir dos procedimientos complicados. Nos tiraban tiros y por eso en operativos futuros se implementó un método especial para entrar y salir. Lo hacíamos con la espalda pegada a la pared, cubriéndonos de lo balazos que nos podían tirar desde lo alto de los monoblocks”, dijo.

En un principio, por error, los investigadores creyeron que el ladrón había matado el 29 de octubre 2008 al gendarme Roberto Centeno, también en Fuerte Apache. Pero sólo se trató de una desprolijidad: la confusión fue porque los dos homicidas tenían el mismo apellido.

En el crimen ocurrido hace cuatro años, el tirador se ubicó entre dos pinos, a pocos pasos de la tira de los monoblocks de Fuerte Apache y a unos 50 metros de una garita de chapa. Adentro, sentado en un banco, el gendarme Centeno, de 28 años, tomaba mate y llenaba una planilla. Era la 1.30 de la madrugada. La bala 9 milímetros, correspondiente a un arma policial, le entró por el oído y le ocasionó la muerte en el acto. En el puesto de vigilancia quedó el agujero del disparo, del tamaño de un dedo meñique. En ese entonces, un detective a cargo de la investigación dijo: “Fue obra de un loco cobarde que practicó tiro al blanco con un gendarme. Hubo otros dos o tres casos anteriores de suboficiales heridos que por suerte no terminaron en tragedia. Lo mató por diversión”.

 

 


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