Por Rafael Saralegui.
El caso tiene reminescencias con los crímenes en un cuarto cerrado que por primera vez planteó en la ficción el genial Edgar Allan Poe, pero esta muerte nada tiene que ver con la literatura. Mirco Zampieri, 61 años, veneciano, radicado en la Argentina, ex socio del famoso restaurante Harry Cipriani, meca del consumo durante la época del fulgor menemista, fue encontrado muerto de un disparo en la cabeza en el palier privado de su departamento situado sobre la calle Libertad, entre Posadas y Libertador, en la Recoleta. Quien en principio encontró el cadáver en la mañana del 4 de enero último fue el encargado Patricio Mallado Castillo, a quien una gota de sangre le cayó del techo del ascensor. Como un sabueso comenzó a rastrear de donde venía el líquido y así llegó hasta el segundo piso, donde halló el cuerpo de Zampieri con la cabeza destrozada por un balazo.
Lo llamativo es que dentro del departamento se encontraban dos mujeres: la empleada doméstica y la mujer del empresario gastronómico. Las dos dijeron a los detectives de la comisaría 15ª que no escucharon el estruendo provocado por el disparo. Los pesquisas caratularon el caso en las primeras horas como suicidio, aunque había muchos detalles llamativos que hacían dudar de que la muerte se hubiera producido de esa forma. La desconfianza en la actuación de la Policía Federal hizo que fueran separados de la investigación: el fiscal Martín López Perrando y el juez Manuel de Campos convocaron a la Policía Metropolitana para que los auxilie en la tarea. La teoría es que Zampieri pudo haber sido asesinado.
En un principio, la policía dijo que el hombre se había suicidado con una pistola calibre .380, sin embargo luego se comprobó que el arma homicida fue una pistola Glock .40. Esta última provoca un ruido mucho mayor al ser accionada que la anterior, sobre todo si el disparo se produce en un lugar cerrado como es el palier de un ascensor. Empero, las dos mujeres declararon no haber escuchado nada y sólo se enteraron de que había un cadáver en la puerta cuando llegó el portero y les tocó el timbre para avisarles.
Otro error imperdonable cometido por la comisaría 15ª fue la omisión de realizar los dermotests a las tres personas que estaban en el departamento cuando llegó el encargado del edificio. Ni al muerto ni a las mujeres. Como se sabe el dermotest permite encontrar restos de pólvora en la piel, cuando se dispara un arma de fuego. De esa forma se podría haber ratificado que Zampieri se disparó para quitarse la vida y descartado que le podrían haber disparado las mujeres. Otro elemento llamativo es que la vaina servida fue encontrada debajo del cuerpo del hombre, algo que contraría las normas más elementales del movimiento de un cuerpo que cae como consecuencia de un disparo.
La mujer de Zampieri contrató en las últimas semanas la asistencia de un estudio jurídico. Pero no de cualquiera: su abogado es Hugo Anzorregui, ex titular de la Secretaría de Inteligencia durante la mayor parte del mandato de Carlos Menem. En sus declaraciones, la mujer no dijo si Zampieri había tenido problemas económicos que lo hubieran empujado a quitarse la vida o si habría recibido algún tipo de amenazas. En consecuencia, la teoría del suicidio que quiso ser instalada en el expediente por la comisaría 15ª a esta altura habría quedado descartada para los investigadores, dijeron fuentes de la pesquisa a CyR.