Por Rodolfo Palacios.
Hasta hace cinco años, en la Argentina no había perfiladores criminales. Lo más cercano que se sabía de este oficio aparecía en las series norteamericanas. En Criminal Minds se cuenta el trabajo de los miembros del equipo de Unidad de Análisis de Conducta del FBI, un grupo de investigadores que hace análisis psicológicos y criminológicos para facilitar la resolución de casos y la captura de los asesinos.
Pero los tiempos cambiaron. Ahora, los perfiladores fueron incorporados oficialmente y participan en la pesquisa de los casos más enigmáticos. Uno de los investigadores más prestigiosos del país es el psicólogo Luis Alberto Di Santo, especialista en investigación científica del delito, miembro del Programa Nacional de Criminalística de la Subsecretaria de Política Criminal, Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación,supervisor de Centros de Referencias de la Subsecretaria de Niñez de la provincia de Buenos Aires y docente universitario. Además publicó libros y artículos relacionados al estudio de la mente criminal y la serialidad homicida y sexual.
En la actualidad, Di Santo paricipa del Programa Nacional de Criminalística, que promueve la docencia y la capacitación de buenas prácticas en investigación criminal. “En los últimos años, con motivo de los encuentros que se dan en todo el país, se nos ha solicitado asesoramiento en casos no resueltos. Hemos participado en algunos casos de homicidios simples y dobles, como en desapariciones de larga data. Por una cuestión
de seriedad y respeto no puedo dar detalles de esos casos”, dice Di Santo a CyR.
-¿Cuándo no hay ADN, una confesión del asesino, faltan testigos y no está clara la escena del crimen puede resolverse un caso?
-Siempre hay algún elemento que permite cierto nivel investigativo. En principio, la confesión no es un medio probatorio por sí sola y debe ser corroborada por otros medios científicos, y tampoco son totalmente fiables los testimonios. El concepto de escena del crimen abarca no sólo el lugar del hecho, sino el del hallazgo y el de posible contacto. Pero aun teniendo elementos suficientes debe haber una lógica entre lo indiciario y lo probatorio.
-¿Cuál es la función de un perfilador criminal?
-Se ha ido transformando con el tiempo, como su denominación. La actualizada y correcta es analista de la investigación criminal. Su tarea es asesorar en la investigación criminal, con métodos y técnicas que constituyen un complemento y suplemento de la investigación tradicional.
-¿Le molesta que se mediatice el rol de un perfilador o que aparezca en los medios dando un perfil sin siquiera haber salido a la calle o desconociendo el caso?
-La mediatización de la investigación forense en general y del “profiler” es un signo de estos tiempos, tiene por un lado el logro de la difusión pero la más de las veces esa difusión es ficcional. Ahora, el caso de aquellos que se presentan opinando ligeramente implica no solo falta de seriedad sino una falta ética.
-¿La serie Criminal Mind exagera la función de un perfilador?
-Las series en general por una cuestión de formato, deben resolver el caso en tiempo récord. Entonces la exageración pasa a ser una virtud en función de la ficción.
-¿Cómo luchar contra eso de que el tiempo que pasa es la verdad que huye?
-Esta frase de Edmond Locard, hoy no tiene el valor absoluto de antaño. En principio, por las pruebas genéticas como el ADN y, por otro lado, por estas metodologías y enfoques de las ciencias sociales y humanas que se suelen llamar perfil criminal de autor desconocido, que permiten leer e interpretar lo tradicional de otra forma, posibilitando llegar a alguna verdad.
-¿Cómo llegaron a descubrir que Cayetano Grossi era el primer serial del país cuando se creía que lo era el Petiso Orejudo?
-Hace unos 14 años, llegó a mis manos un libro llamado “El museo de la Policía Federal” de 1944, donde se presentaba cuatro grandes crímenes: el caso Farbos, considerado el primer caso de descuartizamiento del siglo XIX, el de Cayetano Santos Godino, el del asesinato de Ramón Falcón, cometido por Simón Radowintsky ,y el caso de Cayetano Grossi. Al leerlo, interpreté que era un caso compatible con la serialidad criminal. Luego el doctor Julio César Julián encontró la causa y cuando accedimos a ella, lo terminamos de comprobar. Luego el tema se fue difundiendo, pero la mayoría sigue pensando que el primer caso es el Cayetano Santos Godino, el Petiso Orejudo. Eso es un error.
-¿El caso Dalmasso puede quedar impune?
-El crimen de Nora Dalmasso, por lo que conozco, fue muy trabajado por las instituciones de Córdoba. Se hizo de todo, pero la única información de carácter genético sigue hoy en veremos. Puede ser que quede impune, pero no por falta de dedicación en su investigación.
-¿Qué opinión le merece la saga del llamado loco de la ruta? ¿Puede existir serialidad al margen de que algunos casos fueron obra de diferentes autores?
-Con respecto al llamado caso del “loco de la ruta”, he tenido acceso a algunos expedientes en la época y por más que se ha desestimado esa hipótesis, la verdad es que en su mayoría los casos de las mujeres asesinadas y mutiladas cerca de las rutas no se han resuelto. Creo que son compatibles con una serie homicida, pero fueron subsumidos con otros casos que se resolvieron y se cerró el asunto. Sería interesante retomar esa investigación y profundizar más allá de los intereses del momento.
-¿Qué opina de la cobertura mediática y de la opinión de los expertos en el caso Ángeles, cuya información hasta copó programas de chimentos?
-En general, la cobertura mediática ha sido obscena; el año pasado existía el show de Marcelo Tinelli y había una docena de programas satélites que vivían de comentarlo. Este caso pareció ser uno de sus involuntarios reemplazos. La cobertura reemplazó al show de Tinelli. Los medios potencian algo que parece estar en el aire y que habla de cierto síntoma social, algunos piensan y sienten que las palabras y el estilo del padrastro, son peores que el crimen mismo. Hay que decirlo, nuestra sociedad todavía tiene opiniones de tipo lombrosiano, que se inclinan a sospechar más de alguien un poco extravagante, que de otro que parece bueno aunque las pruebas en su contra sean de peso.