No puedo, de verdad, no puedo describir en palabras toda esta tristeza que siento por el asesinato de Cristian. No puedo entender cómo nos vuelven a matar un pibe, con la misma liviandad. No puedo creer tanta impunidad, ni tanta maldad en ese policía que le arrebató la vida. No me entra en la cabeza que lo hayan matado, que nos hayan arrebatado así a un joven tan respetado en el barrio, donde lo vimos crecer…
Hasta ayer.
Desde hace 10 años, me cruzaba constantemente al “Paragüita” jugando con sus amigos, cuando no estaba atendiendo el local, siempre tratando con respeto a todos sus vecinos. ¿Si laburaba? Claro que laburaba, por necesidad y por su inmenso sentido de la responsabilidad. Sin ir más lejos, era el encargado de la ferretería que está justo frente a nuestra iglesia. Nunca, nunca antes había tenido ni un solo problema con las fuerzas de seguridad, por suerte. Y sí, por suerte, porque muchísimos jóvenes del barrio sufren persecuciones permanentes, sin razón alguna, pero él venía zafando, sin ninguna necesidad de correr…
Hasta ayer.
Quiero dejar esto claro, pero bien, bien claro, para que nadie intente instalar mentiras sobre nuestro amigo: Cristian no salió a robar, ayer no salió a robar, nunca salió a robar. Era un pibe que siempre se preocupó por su comunidad y que, con apenas 24 años, tenía toda su vida por delante, un futuro a punto de florecer…
Hasta ayer.
De corazón, necesitamos justicia y, para eso, difusión. Compartan, griten, escriban, hablen. No podemos dejar que sigan ocurriendo este tipo de atropellos en el más absoluto silencio, como si fueran aceptables o naturales estos episodios siniestros que padecen de manera tan frecuente los chicos de las villas. Por eso, hoy más que nunca, los vecinos nos unimos para luchar, para no tener que llorar ni un pibe menos, ni una bala más. Y para que Cristian pueda descansar en paz…
Hasta siempre.
* Cura Villero de la 21-24.
Fuente: Página 12.