Patricio Fontanet salió en libertad condicional. Casi inmediatamente su banda, Don Osvaldo, anunció seis shows en la provincia de Córdoba en junio y la intención de llevar a cabo presentaciones por todo el país. Seguramente varios familiares de las víctimas del incendio en República Cromañón tendrán cosas para decir al respecto, pero en esencia nada impide que, ya que goza de la libertad, el cantante vuelva a trabajar en lo suyo.
La cuestión es que, en una continuación de la conducta habitual desde la negra noche del 30 de diciembre de 2004, el vocalista vuelve a negar su responsabilidad y hacer de cuenta que todo lo sucedido no tuvo nada que ver con él y su forma de llevar adelante el negocio Callejeros. El párrafo difundido en el primer tweet sobre esos conciertos lo demuestra: «Debimos crecer en un mar de oscuras adversidades que traga realidades. Nadamos con valentía contra corrientes perversas que intentaron e intentan sin descanso adoctrinar razones. Seguiremos adelante con la convicción de liberar a la verdad de los tentáculos siniestros del poder».
¿Vale la pena asombrarse, sorprenderse, por este notable intento de victimización? Que Fontanet insista en ponerse en el lugar de mártir acosado por el poder, de pobre rockero engañado en su buena fe al que una oscura conspiración mandó a la cárcel, sería risible sino fuera por la carga de cinismo y necedad que implica. Si no fuera por los muertos. Si no fuera por los que aún hoy no pueden apagar la luz para dormir. Si no fuera por los padres, madres, hermanos y hermanas, abuelos y abuelas que extrañan a los que no volvieron de Once.
La verdad es que Fontanet determinó que ingresaran bengalas y candelas en el equipamiento de Callejeros para eludir esos molestos controles que impedían la fiesta del fuego de artificio. La verdad es que en Excursionistas hubo inspectores que descubrieron el bolso de artefactos pirotécnicos en el backstage e impusieron una multa a la banda. La verdad es que por eso volvieron a República Cromañón, local “clase C” donde los inspectores estaban “untados” para mirar hacia otro lado. La verdad es que Fontanet aprobó que se sobrevendiera Cromañón para hacer más dinero. La verdad es que la producción y los controles de ingreso estaban a cargo de la banda, para que pasara lo que ellos querían que pasara. La verdad es que sus gacetillas se enorgullecían de la “fiesta de bengalas” que terminó matando a casi doscientas personas. La verdad es que en la tarde del 30 de diciembre, en la prueba de sonido, los integrantes del grupo vieron que la puerta de emergencia estaba cerrada con una cadena y no hicieron nada al respecto porque había que evitar colados. La verdad es que, durante el juicio, intentaron evadir toda responsabilidad, mintieron descaradamente sobre esas acciones e intentaron descargar todo el peso en Omar Chabán y el manager Diego Argañaraz. La verdad es que todo eso no es una opinión de quien esto escribe, sino hechos comprobados fehacientemente en la causa que condenó a músicos y manager, y a Chabán, y a Villarreal, y a inspectores y policías.
Fontanet no solo es penalmente responsable de las muertes de Cromañón, tal como determinó la Justicia. También es un mentiroso profesional y un manipulador que, puesto en libertad, pretende presentarse como un perseguido que nada valientemente contra corrientes perversas y quiere liberar a la verdad de los tentáculos del poder. Los shows de Don Osvaldo seguramente convocarán a salas llenas, y seguirá habiendo quien crea un párrafo tan disparatado como hipócrita. Pero al cabo hay que admitir que es cierto. Fontanet nada. La nada misma.
Fuente: Página 12