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Exclusivo, habla Mi Sangre: «Formé parte de una organización paramilitar que mató a miles de personas»

Por Mauro Federico.

“Hemos capturado al narco más importando del mundo”. Con esa frase, el secretario de Seguridad de la Nación, Sergio Berni, anunció el 31 de octubre de 2012 la detención de un misterioso hombre que ya intimidaba desde su alias criminal. Le decían “Mi sangre” y lo acusaban de ser el capo del cartel colombiano Los Urabeños. Su caída en la Argentina tuvo repercusión internacional. En las primeras fotos del operativo, Henry de Jesús López Londoño aparecía con chaleco antibalas, la mirada fija en la nada y rodeado de agentes especiales encapuchados y con metralletas.

La cabeza de “Mi sangre” tenía precio y había sido pedida por la justicia norteamericana. Vivía con su familia en un country y andaba en autos de lujo. Los investigadores lo definieron como un delincuente temible, tan temible como los que mostró Breaking Bad: capaz de matar sin piedad con el objetivo de acumular poder, territorios y riquezas.

¿Quién es realmente López Londoño? ¿Un narco sanguinario y fabulador? ¿Un hombre traicionado y rehén de una trampa? ¿Un perseguido político?

“Si usted va a escribir sobre mi historia, que conste que nunca me he dedicado al narcotráfico”, me aclaró “Mi sangre”. Tuvimos varias entrevistas en el penal de Ezeiza, donde Londoño ocupa una minúscula celda del Módulo  6. “En la Argentina encontré la paz que buscaba después de muchos años de persecuciones”, dijo Londoño.

Sin traicionarlo, pero sin dejar de hacerle preguntas comprometedoras ni de investigar los rastros que dejó en su paso por Colombia y Venezuela, logré la versión de “Mi Sangre”, cuya captura generó la satisfacción pública del presidente de Colombia Juan Manuel Santos, quien se refirió a él como un “súper capo del narcotráfico” buscado por los agentes de la DEA a partir de una orden de la fiscalía del Estado norteamericano de Florida.

López Londoño negó ser el jefe de un cartel narco. (Foto Hernán Mombelli).

López Londoño negó ser el jefe de un cartel narco. (Foto Hernán Mombelli).

En un mundo sangriento en el que los capos se cambian la cara con cirugías costosas, se rodean de bellas mujeres (algunas ganadoras de concursos de belleza) y matan con naturalidad, se dice que “Mi Sangre” hizo un pacto con el diablo. Esto es lo que cuentan en Miramar, su barrio en Medellín. “Se hizo cerrar el cuerpo”, relata una mujer cincuentona morena de amplias caderas que asegura conocerlo desde su infancia. Se trata de una práctica ocultista, originada en los rituales del candomblé, que consiste en hacerle beber a alguien un brebaje para protegerlo de la muerte. Allí donde creció Henry de Jesús López Londoño, si uno no tenía conjuros protectores, las cosas se le volvían difíciles. Sobrevivir se volvía difícil.

“Durante una década fui parte de una organización paramilitar llamada Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) y, como tal, me desmovilicé en el marco de un proceso de paz impulsado por el gobierno colombiano, lo que originó una brutal persecución en mi contra y el armado de causas por narcotráfico con el objetivo de callarme ya que -como condición para aceptar mi inclusión en este proceso- yo tenía que confesar y contar detalles muy comprometedores”, confesó “Mi Sangre”.

– ¿Qué cosas tan graves sabe usted?

– Mi historia personal está plagada de secretos.

– ¿A qué se refiere?

– Situaciones, nombres, fechas, información producto de innumerables reuniones, relaciones, interactuaciones y acciones con personajes del ámbito público, político, empresarial y de organismos de seguridad del Estado que sin lugar a ninguna duda se verán afectados penal y públicamente cuando estas declaraciones se conozcan. Por eso comenzaron a perseguirme desde el gobierno y a fines de 2009 Uribe hace públicas acusaciones en mi contra en las que no solo me sindica sino además me declara culpable de los delitos de extorsión y conformación de la banda criminal Los Urabeños, presentándome con nombre propio, adjudicándome unos alias, entre ellos el de “Mi Sangre”, y ofreciendo recompensa por mi cabeza.

– ¿Por qué deciden trasladar el proceso judicial a Estados Unidos?

-Porque según la Policía Judicial colombiana (DIJIN) yo poseo un gran poder de intimidación en Colombia y quienes quisieran denunciarme y declarar ante la justicia podrían desistir de hacerlo por miedo. Por eso abren esa causa en un juzgado del estado de Florida, para reclamar mi extradición y juzgamiento por cargos de los que ya fui debidamente absuelto en mi país.

El 17 de julio de 2013, un día antes de la anunciada visita oficial de la presidente Cristina Fernández de Kirchner a Colombia, la fiscalía emitió una orden de captura internacional para López Londoño reactivando la causa. “Fue una clara operación de prensa en las vísperas de la llegada de la mandataria argentina para continuar con la parodia de que yo soy un peligroso criminal”, afirmó “Mi sangre”.

En uno de los encuentros en la cárcel, Londoño fue claro:

-Si usted va a escribir sobre mi historia, quiero que en su libro conste algo muy importante. Yo formé parte de una organización paramilitar que asesinó a miles de personas durante la guerra que se vivió en mi país. Lo he admitido y pagué por ello un precio muy alto. ¿Cree usted que me molestaría admitir que me he dedicado al narcotráfico, si fuera cierto? Ese sería un delito menor al lado de las cosas que hemos hecho. Las AUC tuvieron varias fuentes de financiamiento, entre ellas el dinero que aportaron los capos de los carteles. Pero no hemos sido ni somos narcos. Yo era el nexo entre las AUC y el gobierno, me encargaba de distribuir el dinero destinado al pago de sobresueldos para los funcionarios.

– ¿El dinero? ¿Qué quiere decir?

– De manera extraoficial yo le he entregado en mano la plata a muchos altos mandos policiales. Se le pagaba a miles de efectivos sumas mensuales que eran equivalentes a tres o cuatro veces sus salarios de nómina. Por eso afirmo que las Autodefensas suplantábamos al Estado en las tareas y lugares en los que sus propios funcionarios se habían declarado incapaces de cumplir. Llegamos a tener la responsabilidad de garantizar la gobernabilidad y el control militar del 70 % del territorio colombiano.

– Pero si eran ustedes los que le pagaban el sueldo, esos funcionarios ¿para quién trabajaban?

– Ellos eran empleados nuestros.

-¿Usted se siente traicionado?

-Sin dudas. Solo dos meses y medio después y muy a pesar de que el propio Gobierno colombiano oficialmente me había entregado un certificado de antecedentes en el que constaba que no había ningún proceso penal en mi contra, me vi involucrado en una causa judicial donde se me presentaba como jefe de una organización criminal al servicio del narcotráfico

El 24 de julio de 2008, un hecho sirvió para confirmar el arribo de los narcos colombianos al país. En el estacionamiento del shopping Unicenter, de Martínez, tres ciudadanos colombianos fueron atacados a balazos por dos tiradores motorizados que escaparon del lugar. Jorge Alexander Quintero Gartner murió en el acto. Héctor Edilson Duque Ceballos alcanzó a ser trasladado al hospital de San Isidro herido de gravedad, donde falleció horas después. El tercero, Julián Andrés Jiménez Jaramillo, resultó milagrosamente ileso. En total recibieron dieciséis balazos calibre .40. Jiménez Jaramillo y Duque Ceballos se conocieron en una discoteca de Medellín llamada “Mangos” en septiembre de 2004. Duque ya era un “pesado” y dos guardaespaldas lo seguían día y noche. Todos lo conocían por su apodo: Monoteto o El Tetudo. Era lugarteniente de Carlos Mario Jiménez, alias Macaco. Monoteto se encargaba de administrar haciendas en Antioquia, manejando finanzas y comercialización de una banda llamada La Cordillera, integrada por ex paramilitares. De aquellos tiempos data su relación con Mi Sangre, quien durante el doble homicidio ya estaba instalado en Buenos Aires esperando el refugio político que nunca llegaría. Incluso se lo quiso vincular como autor intelectual de los asesinatos, pero nunca hubo pruebas y él lo niega.

“El día que lo mataron a Monoteto pensé por primera vez que la Argentina había dejado de ser un sitio seguro para nosotros”, me confesó Henry. “Sentí que en cualquier momento podían venir por mí”.

Hasta ahora, ningún sicario ha ido por “Mi Sangre”. Aun así, eso no lo hace estar a salvo. Su vida, jura por sus hijos, está en peligro.

Mi Sangre (Historias de narcos, espías y sicarios)

En los setenta, las calles de Medellín, Cali y Bogotá fueron un escenario de guerra. Cuatro de los carteles más poderosos del mundo impregnan de muerte y poder a la vida política, económica, deportiva y cultural. Por entonces, parecía inimaginable que una porción de esas batallas se trasladara a algunos barrios de Buenos Aires.

En Mi Sangre (Historias de narcos, espías y sicarios), Mauro Federico investiga el desembarco en la Argentina de los capos de la droga y del paramilitarismo de Colombia. Especialista en el tema (su anterior libro es País narco), el autor bucea en los expedientes, recoge testimonios, contextualiza la guerra narco y logra entrevistar en la cárcel a Henry de Jesús López Londoño, alias “Mi sangre”, considerado el narco más importante del mundo desde Pablo Escobar Gaviria.

El libro se vende en puestos de diarios y es el segundo lanzamiento de la editorial Libros de Cerca, que el 15 de noviembre de 2012 debutó con Conchita (Ricardo Barreda, el hombre que no amaba a las mujeres).


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