Por Rodolfo Palacios
Algunos de sus vecinos le daban vuelta la cara o, por lo bajo, decían: “Hay va la loca”. En un día recibió unas cincuenta llamadas de los medios televisivos y radiales. “Barreda tiene nueva novia”, titularon los diarios. Por esos días, Yolanda Sonia Marisa García, de 49 años, se dio cuenta de que había cometido un error: ofrecer su casa al odontólogo que en 1992 mató en su casa de La Plata a su esposa, su suegra y sus dos hijas.
A poco más de un mes del interés mediático, García volvió al anonimato. Hace una semana, el juez de Ejecución Penal platense Raúl Dalto rechazó el pedido de Eduardo Gutiérrez, el abogado de Barreda, para que su defendido recupere la libertad y se aloje en la casa de García. Uno de los principales argumentos: la mujer no tiene trabajo, uno de los requisitos para convertirse en garantía de Barreda.
“Se sabía que iba a pasar eso, pero la prensa lo publicó y la Justicia decidió en base a eso. No sólo no tengo trabajo, sino que ahora vivo en una pensión. No tengo un peso. Ahora nadie me llama y encima ando mal de salud, saliendo de una neumonía”, dijo la mujer a CyR.
En su momento, había dicho al diario Clarín: “Dios me lo puso en mi camino”. Su aparición fue una especie de alivio para el odontólogo, quien perdió su libertad el 22 de diciembre de 2014, cuando el juez Dalto revocó su condicional. Hasta entonces vivía con su novia Berta André, a quien había conocido en la cárcel hace ocho años. La mujer lo llevó a vivir a su departamento de Belgrano y lo mantuvo económicamente.
Aunque él solía llamarla “Chochán” por su sobrepeso y consideraba que no era capaz de entender una película de Woody Allen, ella se desvivía por él. Pero hace un año discutieron. El dijo que ella no estaba bien de salud y que eso complicaba la convivencia. En realidad, esa habría sido una jugada suya para evitar que ella lo denunciara por maltrato. Es por eso que la Justicia consideró que Barreda era peligroso para Berta.
Ahora pasa sus días en un pabellón de mínima seguridad de la unidad penal 25 de Olmos. Volvió a pedir salidas transitorias. Pero esta vez no para ir a la casa de ninguna mujer, sino a la de un amigo. Incluso propuso volver a dormir a la cárcel. Su abogado dice que con Barreda, de 79 años, se cometió una injusticia y se lo condena por su exposición mediática.
“Todo esto es una locura. Barreda siempre va a maltratar a las mujeres. Que esté libre, y en La Plata, es un peligro para los familiares de su esposa, que temen que vuelva a matar”, dijo Darío Witt, titular de la ONG María Pueblo, que en 2012 logró que la Legislatura bonaerense expropiara la casa donde Barreda cometió el cuádruple femicidio para convertirla en un centro de asistencia de ayuda a la víctima de violencia de género. Al mismo tiempo, la Justicia consideró que Barreda es “indigno” para reclamar una indemnización.
Más allá de todo, Barreda –que quería volver a vivir en esa casa, andar en su viejo Falcon y ejercer otra vez como odentólogo- sigue generando admiración. Le escriben cartas, en la calle firmaba autógrafos y al menos hay cinco canciones que le rinden tributo. En su momento, a los jueces les dijo que las mujeres de la casa le decían “Conchita”.
“Estoy arrepentida de haberle ofrecido alojamiento a Barreda. Todo me desbordó. Lo hice porque me cayó bien, lo vi solo y mi tarea es llevar la palabra de Dios. Él se enojó conmigo porque aparecí en la televisión. Salí perjudicada con esto y no volví a visitarlo”, admitió Yolanda García.
“¿Está segura de lo que está por hacer?”, le preguntó Dalto cuando la citó en su momento. Ella dijo que sí. Pero al parecer, la experiencia le hizo cambiar de opinión. ¿Volverá a hacer las paces con Barreda?