| Neill Franklin, el policía estadounidense que pide un giro en la lucha contra las drogas

«EE. UU. debe cambiar su política contra el narcotráfico»

Dirige una entidad que agrupa a miles de policías que proponen cambiar el enfoque y centrarse en una reducción del daño de quienes consumen. Más educación.

Franklin dedicó su vida a la lucha contra el narcotráfico.

Franklin dedicó su vida a la lucha contra el narcotráfico.

Por Javier Sinay

“No tenemos alternativa: Estados Unidos debe cambiar sus leyes y su política de lucha contra el narcotráfico”, dice Neill Franklin, comisario retirado de la Maryland State Police y del Baltimore Police Department, que se encuentra en Argentina, invitado por el festival BAN, Buenos Aires Negra, de literatura policial (donde, el viernes 7, participará en una charla con el escritor Ernesto Mallo a las nueve de la noche). Franklin es también director ejecutivo de LEAP, Law Enforcement Against Prohibition, una ONG que agrupa a policías que se oponen a la guerra contra las drogas tal como está planteada actualmente. “No hay otro modo de traer alivio al sistema de justicia, a aquellos que se encuentran bajo proceso y a las comunidades de riesgo, que no sea un cambio en la política de lucha contra las drogas. La reforma con respecto a la marihuana ocurrirá relativamente rápido; la de las demás drogas llevará un poco más de tiempo, pero el cambio vendrá”.

Este hombre –que pasó 34 años en servicio– trabajó como agente de narcóticos en los inicios de su carrera, persiguiendo desde los dealers de peso en los suburbios de Washington hasta las personas que dejaban crecer una planta de marihuana en su balcón. “Creo que la gente que vende droga es una basura y que necesitamos ponerla en la cárcel para siempre”, dice.

Pero hubo dos personas que lo llevaron a cambiar sus ideas sobre la lucha contra el narcotráfico. El primero fue Kurt Schmoke, que cuando fue intendente de Baltimore (entre 1987 y 1999) declaró que la política de persecución al narcotráfico no estaba funcionando y que, al contrario, era contraproducente y creaba más violencia. La segunda persona que lo influenció fue su amigo y colega Ed Toatley, un policía que fue muerto en el año 2000, mientras comerciaba, como agente encubierto, con un grupo de narcotraficantes. “Cuando Ed fue asesinado di un giro completo: fue entonces que decidí hacer públicos mis puntos de vista”, dice Franklin.

LEAP fue fundada en el año 2002 por cinco policías que se inspiraron en Vietnam Veterans Against the War, una organización que ganó credibilidad gracias a la participación de ex combatientes. Hoy LEAP tiene más de 100 mil miembros y adherentes, de los cuales 5 mil son policías, aunque muchos de ellos eligen permanecer en el anonimato. En Estados Unidos esta ONG tiene 148 representantes públicos en 35 estados y además cuenta con miembros y adherentes en otros 190 países.

“Esto no se trata de ingeniería en cohetes: no tenemos una respuesta precisa sobre lo que debe hacerse”, sigue Franklin. “Sabemos que debe reducirse el abuso de las drogas. La gran mayoría de la gente que usa drogas ilícitas lo hace de un modo responsable, similar al consumo de alcohol. Reducir el abuso es la tarea, tal como la hemos hecho con el consumo de tabaco. Para eso hay que educar y echar mano a la influencia social y a las restricciones de tiempo, espacio y modos. En cuanto a los modelos de regulación y control, hay muchas posibilidades. El alcohol y los productos farmacéuticos son dos campos donde debemos mirar: en ambos hay diferentes niveles de control y de restricciones para varias drogas”.

Para este policía, algo es claro: “Para reducir los niveles de crimen, enfermedad, muerte y adicción, el actual modelo de lucha contra las drogas nunca tuvo ninguna chance de éxito a ningún nivel. Nació errado. Ahora tenemos más crimen y más violencia que antes de la década de 1970, cuando se lanzó este sistema, mayores índices de VIH y de Hepatitis C, un incremento masivo en muertes por sobredosis y mayores índices de adicción. Y ciertamente no podemos dejar de lado la sobrepoblación de las cárceles y el flagelo de la disparidad social”.