En poco menos de 2 semanas tendrán lugar las PASO para la elección de diputados y senadores nacionales. Las primarias son fundamentalmente un instrumento para la selección de candidatos por parte de los partidos políticos y alianzas electorales. Pero aparte de ello, las PASO crean clima político en la medida que hacen las veces de una gran encuesta y trazan un panorama grueso del estado de la opinión pública en la etapa previa a las elecciones generales de octubre.
El sistema de primarias abiertas, simultáneas y obligatorias se ha venido utilizando desde 2011 -es decir, se han utilizado en solo 3 ocasiones- por lo cual es difícil sacar conclusiones sobre su impacto en la preferencia de los votantes de cara a las generales. Pero es evidente que las minorías informadas y politizadas -lo que se llama el Círculo Rojo- tienen la atención puesta en lo que ocurra en agosto bajo el supuesto de que octubre puede ser una réplica de las PASO. Las primarias así pueden darnos una suerte de anticipo en la respuesta a lo que juzgo son las 3 cuestiones claves de la próxima elección legislativa: el equilibrio de fuerzas en el Congreso, el voto obtenido por el oficialismo a nivel nacional y la elección de la provincia de Buenos Aires.
Las elecciones de octubre son como sabemos elecciones legislativas en las cuales la mitad de las bancas de Diputados y un tercio del Senado están en juego. Cambiemos renueva 40 de las 127 bancas de diputados en juego y tan solo 3 de los 24 escaños del Senado. Ello sugiere que salvo una muy mala elección en los 24 distritos, la coalición oficialista tiene altas chances de sumar bancas, aunque incluso en el escenario de una performance arrolladora en las urnas -que por cierto nadie avizora- es imposible que obtenga la mayoría en ninguna de las dos cámaras del Congreso.
Siendo una elección legislativa, el análisis de la elección debería concluir en la cuenta de escaños que ganan o pierden el gobierno y las distintas fuerzas de oposición. Pero a las elecciones legislativas se les exige más. El público interesado en la política poco más pretende que las elecciones intermedias sean como el mítico Pulpo Paul del mundial de Sudáfrica y nos revelen lo que ocurrirá en 2019. Y es por ello que también cobran relevancia la suma de votos obtenidos por el gobierno y la oposición a nivel nacional, y lo que ocurre en la provincia de Buenos Aires.
En el conteo a nivel nacional Cambiemos saldrá favorecido. Es la única fuera inscripta en todo el país -podemos darnos la licencia de sumar los votos de Vamos Juntos, la lista que encabeza Elisa Carrió en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires- y la oposición -y particularmente el peronismo- muestra un elevado grado de concentración. Encontrar a una fuerza opositora que supere en votos al oficialismo a nivel nacional demandará sumar bastante más peras y manzanas.
Y está finalmente la provincia de Buenos Aires, el distrito que representa el 37% del padrón. Para algunos analistas todo se reduce a lo que ocurra en la provincia de Buenos Aires. La participación de Cristina Fernández de Kirchner como candidata a senadora refuerza esta visión. Básicamente, la suerte del gobierno de Mauricio Macri se decidiría en base a lo que ocurra en la provincia de Buenos Aires. Si la lista que encabeza Esteban Bullrich es la más votada, habrá Cambiemos para rato. Si en cambio la lista vencedora es la del Frente de Unidad Ciudadana, así sea por una diferencia de un voto, entonces Macri será en el mejor de los casos un pato rengo, y en el peor no llegará a concluir su mandato.
A priori esta lógica parece convincente. Alfonsín y De la Rúa perdieron en la provincia de Buenos Aires en la elección de mitad de término y no pudieron concluir su mandato. A la vez, las elecciones intermedias de 1987, 1993, 1997, 2001, 2005 y 2013 predijeron correctamente la continuidad o la alternancia en las siguientes elecciones presidenciales. Solo en 2009 la elección de la provincia de Buenos Aires perdió poder predictivo.
Sin embargo, esta mirada es algo superficial. Por un lado ignora que aquellos casos en los que la elección intermedia acertó al predecir continuidad o alternancia, los triunfos del oficialismo o la oposición fueron arrolladores. De hecho, la elección de 2009 que ilusionó a unos cuantos con el fin de ciclo fue solo un espejismo habida cuenta que dos años después Cristina Fernández de Kirchner obtuvo el 54% de los votos.
A la vez, es discutible que Alfonsín y De la Rúa no hayan podido concluir sus mandatos debido a la elección de la provincia de Buenos Aires. Más bien el problema fue que ambos fueron derrotados a nivel nacional y en ambos casos su situación legislativa se debilitó.
¿Es entonces inocuo lo que ocurra en la provincia de Buenos Aires? Difícilmente. Seguramente una victoria arrolladora de la lista encabezada Cristina Fernández de Kirchner o peor aún un tercer lugar de Cambiemos probablemente provocaría un cimbronazo en Cambiemos. Junto a ello muy seguramente generaría escalofríos en el sector privado y en los mercados, paralizando decisiones de inversión y encareciendo el acceso del gobierno al financiamiento externo, poniendo en problemas el gradualismo fiscal adoptado por el gobierno. Finalmente, de plantearse semejante escenario, es factible que haya sectores de la oposición que intenten utilizar a la elección intermedia como una suerte de moción de censura e impulsar una salida anticipada del gobierno.
Ahora bien, una derrota de Cambiemos por un margen exiguo en la provincia de Buenos Aires y en la que el Frente de Unidad Ciudadana no supera el 35% no debería tener el efecto catastrófico que muchos le atribuyen a perder en Buenos Aires por una ventaja mínima. Si lo que está en juego es 2019, ¿en cuánto se reducen las chances de un regreso de Cristina Kirchner si el resultado es Cambiemos 34% vs FUC: 33% a si es FUC: 34% vs Cambiemos 33%? ¿Sería realmente un triunfo para la ex presidenta obtener una victoria apretada en su bastión electoral frente a un peso liviano como el ex ministro de Educación del gobierno nacional? Si el temor a un regreso del kirchnerismo es lo que desalienta a la inversión extranjera directa ¿quedará conjurado ese temor por una ventaja de uno o dos puntos? ¿Qué escenario es peor para quien piensa en invertir en Argentina: una derrota de Cristina pero en la que obtiene más del 40% de los votos, o un primer lugar de la ex presidenta pero con menos del 35% y una ventaja mínima sobre Cambiemos?
¿Y que tal si en vez de concentrarnos en un punto observamos mejor la tendencia? Si las encuestas son correctas -un supuesto arriesgado en estos tiempos- Cristina tiene un tercio de los votos en la provincia de Buenos Aires, es decir, un porcentaje bastante menor al obtenido en 2005 cuando Cristina compitió por la senaduría y obtuvo un 46% de los votos. Si el kirchnerismo juega su mejor carta y obtiene en su bastión un apoyo electoral similar al de las elecciones de 2009, 2013 y 2015, cabe cuestionarse la idea del retorno en 2019.
Es decir, que al final del día, en vez de sacar conclusiones de cara a 2019 solamente a partir del podio en la provincia de Buenos Aires, tal vez sea más conveniente tomar en cuenta bancas y votos a nivel nacional, y en el caso de la provincia de Buenos Aires observar el porcentaje de apoyo a la lista vencedora y el margen de la victoria.
Fuente: Bastion Digital.