Por Rafael Saralegui
Nada fue como se había dicho en un principio. A fines de diciembre último, el jueves 27, fuentes policiales dieron a conocer la noticia de un supuesto tiroteo dentro de un ómnibus que transitaba por el Camino de Cintura, a la altura del partido de Esteban Echeverría, en el que una mujer había muerto como consecuencia de los disparos que había hecho uno de los dos ladrones, al enfrentarse con dos policías que viajaban en la misma unidad.
Sandra Rivas, la mujer de 46 años herida en el interno 83 de la línea 338, conocido como “La Costera”, que hace el recorrido entre La Plata y San Isidro, recibió un disparo en la cabeza y murió poco después, luego de ser trasladada al hospital Balestrini, en el partido de La Matanza. Otro de los pasajeros también recibió un disparo en un brazo. Los dos ladrones también resultaron heridos.
En el ómnibus viajaban, confundidos entre los 47 pasajeros, dos policías. Uno de 19 años perteneciente a la Policía de la Ciudad de Buenos Aires, recién recibido, y una mujer que trabaja en la Policía de la provincia de Buenos Aires. Los dos viajaban juntos, aunque no se conocían.
Cuando los dos ladrones subieron al ómnibus, uno se ubicó al lado del chofer y el otro empezó a recorrer el colectivo para exigir dinero y los teléfonos a los pasajeros. El colectivero está seguro de que el hombre que estaba al lado suyo tenía un arma porque la vio y además escuchó el sonido que se produce cuando se acciona la corredera, por lo que se deduce que se trataba de una pistola. Tres pasajeros declararon que el otro ladrón también estaba armado, aunque luego sólo se encontró un arma de fuego.
En su momento se hizo trascender que, el agente de la policía porteña se había identificado y que eso generó que los dos ladrones “se pusieron como locos” y empezaron a disparar, provocando las heridas a la mujer y al otro pasajero. Después del supuesto enfrentamiento los dos ladrones quedaron detenidos.
Las pruebas que se incorporaron en la causa a cargo del fiscal Andrés Devoto demuestran que nada era como se había trascender en un principio. La bala que provocó la muerte de Sandra Rivas salió de la pistola reglamentaria del agente de la Policía de la Ciudad, que disparó cuatro veces dentro un ómnibus repleto de gente. Es probable que su reacción haya sido consecuencia de la disparatada “doctrina Chocobar”, impulsada por la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich. La mujer policía, de la Bonaerense, con más tino, no hizo ningún disparo. Es que cuando un integrante de una fuerza de seguridad decide usar un arma de fuego debe evaluar las circunstancias, en forma inmediata, para evitar dañar a terceros, como ocurrió en este caso.
La primera evidencia que demostró que la bala que mató a Rivas era del agente porteño fue la planimétrica, que demostró que el disparo fue de atrás hacia adelante, en una trayectoria levemente descendente. La bala ingresó por la parte derecha de la cabeza, arriba de la oreja, y salió por la nariz. El policía estaba ubicado en la parte posterior del ómnibus y la mujer en el otro extremo.
La otra evidencia, aún más contundente, es el proyectil que provocó la muerte de la mujer. Varios días después del hecho, la hija de la mujer muerta, que también viajaba en el ómnibus se presentó en la fiscalía para dar a conocer un sorprendente hallazgo. Dentro del bolso había encontrado un plomo, que resultó ser el que mató a su mamá. El proyectil estaba prácticamente intacto, sin deformaciones. El peritaje que se realizó sobre el arma del agente demostró que ese plomo recuperado había salido de su arma.
Después de los disparos, unos minutos más tarde, el asaltante que había estado al lado del colectivero, escapó por la ventanilla situada al lado del conductor. De todos modos, fue detenido un poco después. Uno de los pasajeros declaró que tiró su arma dentro del colectivo antes de la huida. Por eso más allá de los testimonios, parece evidente que los ladrones sólo tenían un arma y que no hubo tiroteo en sentido estricto: los únicos disparos salieron del arma del agente porteño.
La investigación terminó por beneficiar, en principio, la situación procesal de Gabriel Ledesma y Mauricio Parodi, los dos ladrones, quienes inicialmente estaban acusados de homicidio. El fiscal pidió hoy que se les imponga prisión preventiva por robo agravado por el uso de armas. Para el agente porteño la situación se complicó. La fiscalía lo podría acusar por homicidio culposo -no tuvo intención de matar- o por homicidio con dolo eventual, una figura más grave. La idea es que debería haber pensado, antes de disparar, que si usa un arma dentro de un ómnibus repleto de pasajeros, algún inocente puede terminar herido como efectivamente ocurrió.