| La Masacre de Wilde

Enterate cuál es el juicio que se hace 20 años después y porqué es importante

Ocho policías serán juzgados por asesinar a cuatro personas en 1994. Fue un caso emblemático de gatillo fácil. El trasfondo del caso es la corrupción y las cajas negras.

En el Peugeot 505 fueron asesinadas tres personas.

En el Peugeot 505 fueron asesinadas tres personas.

Por Ignacio Ramírez.

En la tarde del 10 de enero de 1994 fueron ejecutados cuatro personas a sangre fría: esa masacre dio origen al calificativo “Maldita Policía” y fue una bisagra en la policía Bonaerense. Los acusados, eran comandados por  el comisario Juan José Ribelli, luego acusado y sobreseído en la causa por el ataque a la AMIA.

“La investigación se considera terminada desde 1994, cuando la causa cambia de juez. La impunidad cayó sobre el caso, en plena época de la maldita policía bonaerense. El Estado se encolumnó detrás del poder político, altos jefes policiales tendrán que rendir cuentas”, expresa Ciro Annichiarico, abogado de víctimas y sus familiares.

La masacre fue consecuencia de una matanza ejecutada por un grupo de policías de brigadas de investigaciones de la zona sur del Gran Buenos Aires que persiguieron a los ocupantes de dos autos y «al confundirlos con los delincuentes» los ejecutaron a balazos.

Fueron asesinados el remisero Norberto Corbo y sus pasajeros, Claudio Mendoza y Héctor Bielsa, quienes iban en un Peugeot 505, y Edgardo Cicutín, un vendedor de libros que viajaba en un Dodge 1500, conducido por Claudio Díaz, el único sobreviviente. Fue una lluvia de balas, con más de 240 disparos, un ejemplo del «gatillo fácil» llevado al extremo por policías bonaerenses.

A 20 años del hecho, el juez de Garantías 8 de Lomas de Zamora, Gabriel Vitale, hizo lugar al pedido del fiscal Sebastián Scalera y elevó la causa a juicio bajo la calificación de «cuádruple homicidio simple» y un «homicidio simple en grado de tentativa», ya que una de las víctimas logró sobrevivir. Los policías que serán sometidos a debate oral son el subcomisario Oscar Mantel, los oficiales Julio César Gatto, Hugo Reyes y Marcelo Valenga, y los suboficiales Francisco Dudek, Osvaldo Lorenzón, Eduardo Gómez, y Marciano González. También estuvieron imputados el comisario César Córdoba y el suboficial Carlos Saladino, pero fallecieron. El suboficial Marcos Rodríguez estaba prófugo y fue detenido en Córdoba esta semana.

La defensa corporativa policial se escudaba en que el operativo buscó siempre detener a una banda de delincuentes peligrosos. Y empezó una batalla judicial que lleva 7300 días de impunidad. Pero que pronto, en los próximos meses tendrá su juicio oral.

La investigación determinó que cuatro integrantes de la brigada de la policía bonaerense se bajaron del auto en el que se trasladaban. Tres se acercaron al Peugeot 505. Otros cinco policías llegaron a los pocos segundos. Dispararon centenares de tiros.

El armamento de los efectivos era un arsenal: usaron escopetas, pistolas y ametralladoras a corta distancia, casi a quemarropa.Ninguno de los autos policiales tuvo impactos de disparo. Ninguno de los efectivos de civil fue herido ni sufrió un rasguño. Los muertos no tenían armas pero los cocieron a balazos. Los testigos de la matanza declararon que se movían en autos de civil y tiraron a sin preguntar nada.

“Después de 20 años de lucha por lograr la elevación a juicio, lo logramos a partir del fallo de 29 de noviembre, donde la Corte habla de violación de derechos humanos, ordena que se profundice la investigación, y la responsabilidad del estado nacional. El fallo de la Corte es contundente, y hay una violación de derechos humanos de todos los procesados policiales”, dijo Annichiarico.

La Suprema Corte bonaerense expresó que la masacre representa una «grave violación de los derechos humanos con aptitud para comprometer la responsabilidad internacional del Estado», y evitó que los culpables gocen  el sobreseimiento definitivo.

La masacre, dicen quienes conocen la trama, fue producto de los negocios turbios de la caja negra de “La Bonaerense”. Donde las brigadas, se dedicaban a recaudar dinero bajo la modalidad del apriete: desde desarmaderos hasta los grupos narcos. Sabían que el día de los asesinatos había “una transa” de droga en Wilde, de varios kilos. Los policías querían “mejicanear” a los narcos, y terminaron fusilando a cuatro víctimas de la corrupción policial.