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El voto-cuota de Scioli, el fin de Massa y las rabietas del Patio de las Palmeras

Por Alejandro Bercovich

Antes que el nombre de Carlos Zannini sacudiera el tablero político en las últimas horas previas al cierre de listas, las cabezas del G-6 cruzaron varios llamados para volver a encontrarse la semana próxima, entre el martes y el jueves. El grupo que reúne a los lobbies de la banca, la industria, la construcción, el comercio, el campo y la Bolsa busca reposicionarse frente a una realidad bien distinta a la del verano: el oficialismo reagrupó sus fuerzas de cara a octubre detrás de un ascendente Daniel Scioli, Cristina Kirchner disciplinó sin misericordia a su tropa díscola antes de convertirse en el “pato rengo” que muchos creyeron ver en ella en 2014 y, sobre todo, la economía se apresta a entrar en los 100 días más consumistas del año, apalancada en las paritarias demoradas, los pagos retroactivos que se pactaron en ellas, el plan Ahora 12 y la suba del 30% de las asignaciones familiares, incluida la AUH.

A veinte años del “voto cuota” que convirtió a Carlos Menem en el primer presidente argentino reelecto desde Perón, Scioli se apresta a montarse sobre un fenómeno asimilable, aunque no idéntico, al de aquella campaña que el riojano cerró con una aparición en el entonces novedoso Videomatch de Marcelo Tinelli. El hombre que Cristina ungió esta semana como su único heredero todavía no había tenido su bautismo de fuego político (fue en 1997, en un acto en Villa Lugano de la mano de su amigo Miguel Del Sel) y peleaba junto a su padre y hermanos contra la quiebra de Casa Scioli, el negocio familiar de electrodomésticos jaqueado por sus acreedores. No importaron aquella vez ninguna de las bombas de tiempo que ya incubaba la convertibilidad: el temor a un golpe de timón en pleno boom de consumo le arrimó al PJ ocho millones de votos.

Las cadenas que hoy se reparten el mercado donde quebraron los Scioli, como Frávega, Garbarino y Rodó, atraviesan una situación paradojal. En unidades, según la consultora alemana GFK, vendieron en lo que va del segundo trimestre un 53% más hornos eléctricos que en el mismo lapso del año pasado, un 39% más jugueras, un 35% más pavas eléctricas, un 54% más ventiladores y un 18% más afeitadoras. Son rubros dominados por la industria nacional, con precios controlados, en los que casi no se permite el ingreso de importados. Los que no tienen volumen de producción en el país, en cambio, sufren: las ventas de mouses inalámbricos cayeron un 50%, las de pendrives un 39% y las de laptops y tablets también declinaron. La llamada “línea blanca” se salvó por el plan Renovate, que sumó unos 10.000 tickets de cocinas, lavarropas y lavavajillas desde que se anunció, pero los despachos de acondicionadores de aire y secarropas se desplomaron.

Para las próximas semanas, el comercio minorista espera buenas nuevas desde el despacho de Augusto Costa. Los empresarios del rubro saben que el plan que se trazó Axel Kicillof para llegar a agosto con el consumo a toda máquina incluía combatir el pico inflacionario del año pasado, recomponer los ingresos reales tras el mazazo de 2014 y reforzar las reservas del Central para conjurar el riesgo de otra corrida cambiaria preelectoral, antes de abrir la compuerta de los permisos aduaneros de importación (DJAI). El último paso es el único pendiente.

Vanguardia Consumista

Según Kantar Worldpanel, otra de las consultoras más leídas en el rubro, el consumo de alimentos, bebidas y artículos de limpieza subió un 1% en el primer trimestre. Su competidora CCR difundió esta semana que esas ventas cayeron 0,1% en mayo y los analistas opositores aprovecharon para destacar que acumula 17 meses consecutivos de bajas, pero el dato encierra una confusión: pondera excesivamente la caída del canal de almacenes y autoservicios a manos del canal supermercadista, que aumentó su tajada del negocio apoyado en el programa Precios Cuidados y en el fenómeno de los Carrefour Express. Para Guillermo Oliveto, titular de la consultora W, no será un año de fiesta pero el consumo trepará un 1%. Un guarismo mucho mejor que el de 2014.

En las empresas de consumo masivo empiezan a creer que el Gobierno frenó las paritarias a propósito, para que el “efecto ingreso” se produzca un mes más tarde, más cerca de las elecciones. La elucubración no es descabellada: el costo político que asumió Kicillof ante los gremios oficialistas por haberles impuesto el techo oficial del 27% —superado luego en paritarias blue, como la de los aceiteros y hasta el pasivo sindicato de Comercio— no fue tan oneroso y se disipó pronto. Prueba de ello fue el afable almuerzo que el propio Axel compartió con la cúpula de La Bancaria el martes, donde el lomo al champiñón desapareció de los platos en medio de chistes y sugerencias de que siga siendo ministro. Algo impensable apenas dos semanas atrás, cuando el gremio hizo una huelga de 48 horas.

Scioli sabe que el consumo es garantía de gobernabilidad, y tampoco descuida la relación con los gremios. Por eso también le dijo que sí a La Bancaria cuando su secretario general, el radical Sergio Palazzo, lo invitó a cerrar su congreso anual el 24 de junio en un teatro de la calle Corrientes. En sus esfuerzos de mímesis con el kirchnerismo, el ala política del comando Villa La Ñata intenta mantener lo más ocultas posibles las recomendaciones que hace Miguel Bein cada vez que un auditorio empresarial lo convoca. Pero el consultor estrella del exmotonauta las sigue haciendo públicas en los informes de su estudio: el de este mes, por caso, destaca la necesidad de subir las tarifas para recortar los subsidios, que calcula que este año insumirán 3,7% del PBI, casi lo mismo que el déficit primario sin contar las utilidades del Banco Central. También insiste con bajar las retenciones, ya no solo de las economías regionales sino también de los sectores “generadores de divisas”.

Impurezas

Franco Macri le sigue prestando a Mauricio su mansión de Barrio Parque sobre la calle Eduardo Costa para entrevistas y reuniones reservadas, pero le confesó a una de sus terminales políticas que ‘si antes le ponía cinco pesos por cada cinco que le pongo a Daniel, ahora reparto dos y ocho‘. Dos para su hijo y ocho para su contrincante, por si quedan dudas. Y no porque le guarde rencor al primogénito por su olvidable gestión en Sevel, ni porque siga creyendo que “tiene mente pero no corazón de presidente”, como dijo el año pasado, sino por un motivo mucho más mundano: ¿para cuál de las incontables obras de infraestructura que deberá encarar con urgencia el próximo gobierno podría postularse SOCMA como contratista si un miembro del clan se sienta en el sillón de Rivadavia?

Con la mayoría de los empresarios pasa parecido. Le desconfían mucho a un eventual gobierno del Pro. En la UIA lo consideran un contratista, harina de otro costal, y preferirían una oposición unida antes que el “purismo” que recomendó Jaime Durán Barba. Varios de sus directivos intentaron convencer a sus interlocutores dentro del Pro de que desistan de las PASO con Carrió y Sanz para no diluir los votos de Macri frente a la lista única que presentará el Frente para la Victoria. No tuvieron éxito, aunque no dejan de ilusionarse con que Sergio Massa decline sus aspiraciones presidenciales en el último minuto de mañana.

El massismo residual es una auténtica bolsa de gatos. Su referente apenas mantiene 11 puntos de intención de voto según las encuestas que encargaron los últimos que se mantienen fieles a la Torre de las Naciones, aunque el peruano Sergio Bendixen haya insistido esta semana en mostrar sondeos propios que le asignan el 20% de las voluntades. El eterno Luis Barrionuevo lo dijo sin pelos en la lengua cuando explicó, ante unos 30 dirigentes, la alianza que selló con Martín Lousteau y que el marido de Carla Peterson se esforzó en desmentir sin que nadie le creyera demasiado: “Algo tengo que ganar”.

La rabieta que escenificó Florencio Randazzo frente al Patio de las Palmeras y que tuvo en vilo durante 24 horas al núcleo duro kirchnerista no fue la única que resonó puertas adentro de la Casa Rosada. Julio De Vido también desplegó una inusual autonomía de criterio cuando respaldó al candidato peronista a la gobernación santafesina, Omar Perotti, en su reclamo de que se recuente “hasta el último voto” antes de declarar ganador a nadie. Así desoyó la recomendación del propio Zannini, quien se dio por satisfecho con que no ganara Del Sel y llamó al socialista Miguel Lifchitz para felicitarlo. Quizás fue un gesto de enojo por el regreso de los fantasmas judiciales que amenazan su jubilación. O tal vez una simple devolución de gentilezas hacia el vice de esa fórmula, el secretario de Transporte Alejandro Ramos, quien lo homenajeó en vida al rebautizar una avenida de su pueblo, Granadero Baigorria, con el nombre de “Arquitecto Julio Miguel De Vido”.

Fuente: Bae.


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