1
El Tercer Gobierno Radical despacha la actividad diaria y el Movimiento Nacional Macrista cubre el fundamental rol estratégico.
A ninguno de los dos, ni al TGR ni al MNM, les va exactamente bien. Les va “menos mal”. Mejor, en todo caso, de lo que merecen.
Sin plan B, sin siquiera plan A, al decir del pensador Miguel Broda.
El planteo económico se reduce al conjunto pueril de improvisaciones. Un “vamos viendo” sobre la marcha, entre las olas del surf.
El TGR no puede dominar, ni contener, la inflación. Persigue las tasas, hasta sobrepasarlas. El endeudamiento sistemático genera el preludio estratégicamente inquietante. El suspenso demorado que anticipa otro mal film.
Así como el kirchnerismo supo disfrutar del viento de cola de la economía, el MNM mantiene a su favor, en cambio, el viento de cola de la política.
La economía se destaca como el peor obstáculo. No se acierta con los brotes del cuarto semestre, la lluvia de dólares aporta la inundación especulativa.
Sobran, a falta de planes, los pretextos. La incertidumbre atenta contra la credibilidad.
2
El kirchnerismo es el riesgo delicado para manipular.
La influencia, la centralidad en la adversidad, deriva en el propio límite.
Para interpretar el cuadro, resta esclarecer dos ecuaciones. La relación kirchnerismo-peronismo, y el dilema Buenos Aires-Nación, que se arrastra desde el Diecinueve.
3
El regreso posiblemente triunfal de La Doctora sólo impresiona a los cautivos incautos.
Asusta al esternón del macrismo. Capas medias, con el complemento de la clase que se supone alta. O recientemente elevada.
Para el vigoroso antiperonismo, presentado con el uniforme del antipopulismo, resulta providencial que el MNM se encuentre en permanente ebullición. Para rescatar a la sociedad indefensa del naufragio populista que podría producirse.
Aquí se ejercita el juego diplomáticamente macabro. Se agita el peligroso destino de Venezuela.
Consecuencia de la otra ecuación deplorablemente falsa. La controversia entre el macrismo y el kirchnerismo. Segundos (como Massa) afuera.
La confrontación entre lo menos malo, en plena vigencia, y lo más malo aún que busca la segunda oportunidad. Concentrado en Primera y sobre todo Tercera Sección Electoral de Buenos Aires. Con potencialidad casi intrascendente en el resto del país (con la excepción de los fieles de Santa Cruz, Tierra Santa).
Como señala el superado caudillo peronista del norte, es imposible gobernar la Argentina desde la mazorca. La Matanza, Lomas, Berazategui.
4
Desde la gira asiática, Macri -líder del TGR y del MNM- emite el mensaje racional, que repite también La Reina del Dengue.
Protegido por el encanto del agua bendita que emana, sin darle mayor importancia a la escenografía de la ruta de la seda, baja la claridad del lineamiento.
“O se sigue con el camino del cambio o se vuelve el populismo”.
Macrismo o kirchnerismo.
El maniqueísmo estremecedor admite la inmediata resignación de optar por el cambio (que no se registra).
Para evitar el retroceso, conseguirse el objetivo transversal de ganar, en las elecciones legislativas de mediano término.
Se comprende entonces que la señora Gabriela Michetti, en un rapto de reflexiva lucidez, se proponga anularlas. Audacia teórica que contiene el argumento inapelable. Las transiciones electorales cada dos años banalizan los mecanismos para la toma de decisiones (postergadas indefinidamente).
Después de octubre, sobre todo después del verano de 2018, va a asistirse al dilema de la reelección en 2019. Para continuar con el relato del cambio que nunca se produce.
Con agua bendita y generosidad, Macri decide sacrificar ocho años. Por el objetivo de enderezar la pasión argentina de Mallea.
Para hacer lo que, hasta hoy, no hizo, y tal vez nunca va a hacer. Mientras habla del cambio para que todo siga, en efecto, igual. Con transitoria prolijidad. El suspenso avanza. El final de Hitchcock es abierto.
Los opositores escogidos del kirchnerismo lo critican preventivamente. Como si Macri hubiera hecho lo que nunca hizo. Pero creen que, en efecto, lo hace. O lo va a hacer.
Amaga con que pronto, si gana, va a hacer aquello que no va a hacer, en efecto, nunca.
Ajuste es la palabra horrible que debiera desterrarse del diccionario.
Lograr la reducción del déficit, utopía liberal que se agiganta. Dista de conquistarse a través de “la mejora en la calidad del gasto”. Por la epopeya módica de gastar sin robar.
5
Exclusivamente La Doctora mantiene la licencia de corso para confrontar.
Los pocos que pueden noquear al macrismo, en los distritos, prefieren abstenerse. En pos de la gobernabilidad.
Se impone ganar o perder por puntos. Bajarle el precio a la confrontación. Desdramatizar.
Explicable que los pocos candidatos fuertes decidan adoptar la ética de Casildo. Borrarse, “paso al costado”, arrugue de barrera sin contar los votos.
Dejar pasar el 2017 en virtud del hipotético 2019.
Hoy sólo La Doctora quiere vencerlos. Junto a la nueva mazorca. Aunque forme parte del viento que, en efecto, los favorece. Al TGR y el MNM.