Por Ignacio Ramírez.
El carnicero Roberto Aníbal declaró largas horas ante la Comisión para el Esclarecimiento del Asesinato de Candela Sol Rodríguez, de la Cámara de Senadores bonaerense. En su exposición Aníbal reconoció que su vida pendía de un hilo: “Me hicieron perder casi todo, me hicieron perder el negocio, casa, lo único que he recibido son balazos…En mi casa, en un pierna, tengo tres tiros en una pierna, me han secuestrado últimamente. Estoy como muerto en vida, me quitaron todo, ya no tengo ganas de vivir”. Antes de dispararle le dijeron «como vos cagaste a los pibes ahora te vamos a cagar a vos».
El testigo murió la semana pasada luego de haber sufrido quemaduras en el 80 por ciento de su cuerpo, tras una explosión ocurrida en el interior de la vivienda que ocupaba,en Moreno. Cuando se produjo el estallido no estaba la custodia policial que se le había asignado. Los pertajes determinaron que la explosión ocurrió desde adentro de la casa, posiblemente por un escape de gas.
Aníbal dijo a la Comisión que dormía en patrulleros, que estuvo muchas veces en el comité de crisis que había creado el gobierno provincial para esclarecer el homicidio. Que escuchó como el abogado Fernando Burlando le dictaba al fiscal de la causa Marcelo Tavolaro para que escribiera en el expediente. Aníbal apuntó que a Cadela la mataron por un vuelto de cocaína.
En su crudo relato ante la Comisión reconoció que Carola Labrador, mamá de Candela, conocía a los imputados, porque les vendía droga. “Ella se quedó con la plata, por eso, no devolvió la plata de cosas que habían hecho, y por eso agarran estos a la piba. La plata de la droga y de una extorsión que habían hecho”.
En una reunión reservada, Aníbal estuvo con la cúpula de la policía bonaerense. El ex jefe de la policía Paggi, el actual, Matzkin; el ministro de seguridad Casal, el fiscal Tavolaro, entre otros funcionarios políticos y judiciales.
Sentaron al testigo en un extremo de la mesa y le dijeron: “No hablés nada, escuchá bien, y abrí bien las orejas…Vos Roberto sos un héroe para la Argentina. Deja todo, nosotros te vamos a dar treinta veces mejor de los que estas ahí”. Aníbal vivía en Hurligham hacía 8 años. Dormía en la carnicería y ganaba entre 7000 pesos a 9000 por semana.
Pero tanto miedo de morir tenía Aníbal, de ser traicionado por la Bonaerense, que anunció en su declaración tener un seguro por si lo mataba la policía: “Yo tengo todas las cosas y las tienen otras personas más porque el día de mañana esos sinvergüenzas, hasta me quisieron matar, la misma policía. No soy testigo encubierto, soy testigo descubierto. Por hacer un bien recibí castigo de policías con nombre , Paggi, Matzkin, Casal, Castronouvo, Soria, todos esos. Quiero decir tantas cosas que tapan y tantas cosas. Yo sé bien quien son y cuando aprietan me dicen que cambie las declaraciones, que yo diga todo al revés. Que la policía me apretó para armar esta causa y que a mí y a mi familia nos iban a dejar en paz. Pero ellos me apretaron hasta el día martes pasado para que yo fuera y declarara las cosas al revés”.
Según el duro informe, Aníbal fue utilizado para crear un escenario verosímil que permitiera arrestar a una supuesta banda y embarrar la causa. Había que desviar el verdadero negocio: los narcopolicias bonaerenses, y la real protección policial al narcotráfico.
Para la jueza Elizabeth Fernández, de la Cámara de Apelaciones, estimó que la declaración del testigo era incongruente, y estipuló: “Esto no puede servir, de ninguna manera, para fundar sólidamente una medida de coerción como la que se estaba pidiendo. Era poco serio”. Su colega Adolfo Naldini observó que la credibilidad de Aníbal estaba afectada por su cercanía con la gente a la que el mismo informante imputa. Según consta en la exposición del carnicero ante la comisión, sus declaraciones en la causa fueron escritas por terceros y puestas bajo su firma. Incluso reconoce en varias oportunidades sus mentiras. El carnicero tenía la certeza de que su cabeza tenía precio, no por lo que había declarado, sino por lo que sabía de la caja negra de las fuerzas de seguridad. Roberto Aníbal, que para la jerga era considerado un buchón, está muerto. Ya no se le puede repreguntar nada. Si los jueces así lo determinan, su declaración podrá ser incorporada como verdadera a la causa. La policía y los funcionarios del Ministerio de Seguridad, a pesar de los informes, saldrán bien parada otra vez. Los negocios de los narcopolicias no peligran. Mientras tanto, la Comisión fue convocada a sesionar para continuar con el trabajo y desarrollar nuevas tareas a partir de lo muerte del testigo Aníbal.