Se comenta en los pasillos de los tribunales de la ciudad de La Plata que un juez de instrucción de alto perfil y muy conocido por su participación en algunos casos resonantes de los últimos años, sería un pícaro consumidor de prostitución travesti. El mundo gay sabría bien de sus episodios, que comienzan cuando un amigo del juez pasa en horas de la madrugada por el bar Almendra –ubicado en la esquina de los tribunales-, para rescatar a alguna travesti y llevarla a un domicilio secreto en el que el juez, ya listo para la acción, aguarda. Si la falta de respeto a los preceptos de decoro de la magistratura puede derivar en una destitución, ¿qué consecuencias podrían tener estas ardientes aventuras?