La visita del juez del Lava Jato Sergio Moro expresó el delicado momento que atraviesa Ricardo Lorenzetti con sus pares. Las denuncias de corrupción impulsadas por Lilita Carrió, la extrema cercanía al Gobierno y el manejo errático de la oficina de escuchas judiciales atentan contra la estrategia de Lorenzetti, que siempre fue construir poder desde el interior del Poder Judicial y no desde fuera, como ocurría en composiciones anteriores de la Corte.
En la visita de Moro esta semana faltaron los camaristas de la Casación Penal federal Ana María Figueroa, Alejandro Slokar y Pedro David. Del fuero federal fueron visibles las ausencias de María Servini de Cubría y de los camaristas Eduardo Freiler y Jorge Ballesteros; este último que supo tener una sintonía excelente con Lorenzetti, especialmente cuando Daniel Scioli tenía chances de ser presidente.
Con Servini la relación explotó no solo por el despido de su hijo del Consejo de la Magistratura sino por un fallo contra la jueza que ella entiende la obliga a jubilarse. Freiler, en tanto, está acusado por el cuerpo colegiado y cree que la Corte le ha soltado la mano en el camino al jury.
El presidente de la Corte se ha refugiado en su grupo de incondicionales que son Julián Ercolini, Claudio Bonadio (que acercó a Lorenzetti a Sergio Massa), Martín Irúrzun y Ariel Lijo (estos dos muy activos en el manejo de escuchas).
Todos estas eran figuras que solían ser infaltables ahora toman distancia lo cual basta para explicar por qué la Corte en esta ocasión no organizó su tradicional apertura del año judicial. Otra rasgo de un momento muy complejo.
Y que se complica día a día con la denuncias de Carrió. La diputada presentó su pedido de juicio político en el Congreso y al mismo tiempo impulsa la causa de su amiga Servini, quien está en llamas con el número uno del Poder Judicial.