| Doble crimen en Ecuador

El crimen de las mendocinas, la violencia machista y las redes de trata

Tras el homicidio de las dos argentinas en Ecuador, aparecen justificativos. La violencia de género instalada como una cuestión cultural. La familias desconfían de la versión oficial.

Una de las últimas fotos del viaje.

Una de las últimas fotos del viaje de las amigas.

Por Gise Kruger @flojadepapeles

-¿Por qué viajás?

-La verdad que nunca me lo pregunté. Como tampoco me pregunto por qué respiro. Inmediatamente me sale contestarte que si no respiro, no vivo y supongo que me pasa lo mismo con viajar, pero nunca, nunca lo pensé. Para mí, no existe ejercicio de libertad más grande que asomarse al mundo.

Laura tiene 30, viaja desde hace 7 años. Tiene todo el pasaporte lleno de sellitos y más de 30 tarjetas de memoria con fotos y videos de sus viajes.

Es muy difícil entrevistar a una mujer que viaja sola sin caer en los lugares comunes de la chabacanería machista. Me resulta imposible en la práctica, separar del campo semántico “mujer” a los conceptos: “miedo”, “soledad”, “desprotección”, “violación”, “peligro”, “muerte”. Pero de alguna manera, la cultura que hace todo posible, logra además que en muchos casos pareciera que las mujeres podamos ser víctimas y culpables al mismo tiempo. Mitad y mitad por igual. Increíble, ¿no?

“Fuimos víctimas porque nos mataron o violaron pero somos culpables por haber provocado esa situación, por andar solas de noche, por juntarnos con hombres que no conocemos o por tener el escote amplio o la minifalda demasiado corta”.

El otro día escuché en un bar donde pasaron la noticia de las mendocinas asesinadas a una señora que le decía a su nieta que no tendría más de doce años: «¿ves lo que te digo? Les pasa por andar de atorrantas. Seguro que la madre las advirtió que no anden solas por ahí y no les hicieron caso. Y bueno. Ahí está».

Laura continúa con su relato: «Cuando hago dedo, muchos hombres me preguntan eso, “Si estoy solita”. Me advierten de los peligros de la noche, de los robos, y en la mayoría de los casos, de los degenerados. Son todos de manual. Debería documentarlos, me dice y se ríe».

Es evidente que viajar le ha abierto la mente a nuevas culturas, rebusques y adaptaciones que los destinos proponen pero me es inevitable husmear, entre otras cosas, sobre cómo acepta dormir en hostels o aceptar las buenas intenciones de las personas que sin conocerla le ofrecen hospedaje.

Me explicó que tiene cuidado algunas veces, que trata de no exponerse en demasía, ni andar muy tarde por lugares que no conoce. Pero que aun no encontró motivo que la inhiba seguir a compartiendo situaciones y lugares con personajes que se le crucen en el camino. «Porque es parte de la vida y eso también constituye a las personas”, remarca.

– ¿Y cómo hacés para dormir sola?.

-Ella se enoja. No genera empatía conmigo. Me revolea los ojos en señal de hartazgo y me contesta con otras preguntas: «¿Y a quién tendría que necesitar? ¿Si no tengo un hombre al lado debería sentirme incompleta?».

Las mendocinas

Marina Menegazzo y María José Coni eran las mendocinas que viajaron a Ecuador y las mataron. Los detalles morbosos no los van a leer acá. La noticia del día de esta trágica historia es que el gobierno actual decidió que dos peritos argentinos viajen a Ecuador para determinar las causas de la muerte porque la familia no cree en la versión oficial.

Se manejan muchísimas hipótesis. Hay dos detenidos confesos pero no del todo convincentes. No aparecieron testigos con datos concretos ni cámaras de seguridad.

Gladys, la mamá de María José viajó a Ecuador en busca de la verdad. Necesita descubrir lo que pasó con su hija y si se esconde una red de trata detrás de las muertes. Estuvo en el hotel donde se alojaron las chicas y visitó el altar construido en Montañita en homenaje a ellas.

Sus cuentas de Facebook se inundaron de infinitos mensajes con pedidos de justicia. Muy abajo quedaron las fotos de los momentos felices con distintos paisajes atrás de sus sonrisas. “En memoria de Marina”, es el nombre de una de las cuentas.

Es casi como el famoso cuento de Bioy Casares, “En memoria de Paulina”:

Nos parecíamos tan milagrosamente que en un libro sobre la final reunión de las almas en el alma del mundo, mi amiga escribió al margen: Las nuestras ya se reunieron. Nuestras, en aquel tiempo, significaba la de ella y la mía.”

Es un cuento donde uno de los protagonistas identifica inmediatamente su destino. Es un cuento, sí. Pero ¿Será cierto que todos tenemos un destino? o más bien será que desde que el mundo es mundo, nos hacen creer que si no estamos junto al plexo de un hombre y pegadas a sus costilla no seremos nada?

Volviendo al principio, de la entrevista con Laura, queda esta reflexión en el aire: Los viajes no necesitan justificativos. Los femicidios, tampoco.