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El crimen de Angeles y la necesidad periodística de dar enseguida con el culpable perfecto

Por Rodolfo Palacios.

Pánico. Psicópata perverso suelto. Colegiales es una boca de lobo. Podría haber cometido más crímenes. Puede llegar a cometer más. Puede estar cometiendo uno ahora. Las mujeres temen ser violadas. Era un violador con experiencia porque conocía el lugar. Un sátiro. Un chacal sin sentimientos. Basta de inseguridad.

En pocas palabras puede crearse un culpable del mismo modo que la mitología crea los monstruos de mil cabezas que habitan los infiernos. El brutal crimen de Ángeles Rawson es la demostración más reciente: se habló de que fue violada por uno o dos violadores probablemente seriales. “No voy más por esa zona. Cambié de recorrido porque la bicisenda pasa por la zona oscura donde violaron a la chica”, dijo una de las tantas entrevistadas por el periodismo urgente. Pero todo hace indicar que a la adolescente la mataron al llegar a su casa.

El caso giró hacia el círculo íntimo.

El caso giró hacia el círculo íntimo.

El caso giró hacia su círculo íntimo y dejó a muchos en off side. Y si el martes 11, cuando se conoció el crimen, se generó un estado de alarma que paralizó a la sociedad, al punto que muchas mujeres esquivaron la zona del supuesto ataque, y psiquiatras y forenses opinaron en base a la información que se difundía, ahora se apunta a otro culpable perfecto. El enemigo en casa, el padrastro de la víctima. Y no son pocos los medios que ahora repiten sus declaraciones iniciales, cuando se hablaba de un sátiro al estilo lombrosiano, y las analizan de otro modo, como si el que hablara no fuera el esposo de la mamá de Angeles sino el asesino. Incluso un canal emitió una vieja nota con música tenebrosa de fondo, y el periodista que antes hablaba de la desesperación del padrastro de Ángeles, ahora dice: “se lo veía raro, como que ocultaba cosas”.

Y si mañana descubren que el padrastro no tuvo nada que ver y apuntan al jardinero, todos hablarán del jardinero, que es peligroso tener jardineros en una casa.

Las investigaciones policiales tienen hipótesis, sospechas, especulaciones, pero de ahí a asegurar lo que no es seguro, hay un gran techo. ¿Quiénes fueron los peritos responsables de decirle a la prensa que la adolescente de 16 años había sido violada? Ahora se sabe que fue un informe preliminar. Lo más serio es esperar una confirmación irrefutable: la autopsia.

“Se busca externalizar un fenómeno particular y construir mito de que alguien pueda dañar intrínsecamente a la sociedad para buscar a quien culpar y exigir a otros responsabilidades propias. La mayoría de los crímenes y de las violaciones se dan en el plano íntimo, intrafamiliar o entre conocidos. Lo dicen las estadísticas, pero aun así esto se discute en ámbitos académicos. Es como que está la necesidad de crear una especie de ente maligno superior, como si fuera ajeno a la sociedad y no como consecuencia de ella”, le dijo a CyR el sociólogo Alberto Calabrese, director de Adicciones de la Dirección Nacional de Salud Mental y Adicciones.

En la historia criminal argentina hubo varios casos en los que se apuntó a una hipótesis falsa que fue descartada en medio de investigaciones escandalosas. Quizás una de las más emblemáticas haya sido el caso del loco de la ruta, el supuesto asesino serial que descuartizaba prostitutas en el barrio La Perla de Mar del Plata. Se supo que era una mafia mixta formada por policías y proxenetas, aunque las muertes (unas 15) quedaron impunes. Pero durante un tiempo las mujeres que ejercían la prostitución temían al Jack el destripador criollo, una invención policial que hizo tragar varios sapos a prestigiosos periodistas policiales.

Otro papelón histórico fue el caso Pomar, la familia a la que supuestamente se la había tragado la tierra. Ocurrió en 2009. Se llegó a decir que la nena era violada por el padre y que había secuestrado a su familia y seguro que la iba a liquidar y después suicidarse. Hasta difundieron una imagen de un peaje y dijeron que el gesto de Pomar era el de un desesperado. Pero era el gesto de un hombre que acababa de pagar el peaje y que se iba a matar en un confuso accidente automovilístico, dejando al descubierto la ineficacia de la Policía Bonaerense, que no hizo un buen rastrillaje.

El rol de la prensa volvió a quedar en la mira. “Algunos periodistas ocupan el lugar de investigadores en este tipo de casos y después el de analista de la realidad o de la situación criminal en el país. A mi juicio ninguno de los dos lugares es el lugar de la cobertura de un hecho policial porque informar no implica formar opinión”, dijo a CyR  la directora ejecutiva del Instituto Latinoamericano de Seguridad y Democracia (ILSED), Carola Cóncaro.

Para Calabrese, la construcción del monstruo o del miedo genera una psicosis en la sociedad. “Incluso en sociedades hiperpoderosas la gente vive insegura, basta ver series y documentales de los Estados Unido y leer las noticias en relación a los delitos y a la serialidad criminal. La Argentina tiene la peor percepción de inseguridad del continente después de Perú, donde la tasa de homicidios es altísima. En cambio, la de la Argentina está entre las más bajas después de Canadá y Estados Unidos”.

“Cuando la cobertura queda en el medio, pasamos rápidamente de la desgracia familiar a la inseguridad que nos provoca pensar que a una chica de 16 años la mataron en Palermo al mediodía, que es como primero se tituló. El rédito de presentar grandes temas como la inseguridad siempre como una mal endémico es que se presentan difusos y adentro cabe todo, incluyendo una investigación que todavía no se expidió públicamente”, opinó Cóncaro.

La noticia policial corre mucho más rápido que las pruebas criminales. Y en los casos judiciales la verdad no la tienen los que llegan antes, sino los que llegan mejor.

 

 

 

 


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