Por Rafael Saralegui
Son las doce del mediodía del domingo 6 y la señora, anteojos de sol, peinado de peluquería, mucha bijouterie dorada, está exaltada. Discute acalorada con una jovencita que mueve el cochecito para que el bebé no se ponga nervioso y no se contagie del ambiente hostil que genera la señora.
La mujer dice vivir en las torres de enfrente, desde donde supuestamente partieron los cuatros disparos que en la noche del sábado impactaron en dos militantes de Nuevo Encuentro que participaban de la inauguración de un nuevo local sobre la calle Padilla, entre Acevedo y Gurruchaga, en pleno corazón del barrio sensible de Villa Crespo.
-A las ocho de la noche estaban todos borrachos y con la música a todo lo que da-, grita la señora, como si justificara el ataque a tiros que partió desde el edificio donde ella vive. Allí también mora otros desquiciado que la emprendió a los tiros contra los militantes de Nuevo Encuentro que armaron un acto con unas 300 personas, por lo que se terminó cortando la calle.
-Señora, cómo iban a estar borrachos, estaba lleno de chicos, era un acto de lo más tranquilo-, trata de explicarle la joven a la señora, que sigue enardecida a los gritos. Uno de los militantes del local, sale con una escoba a barrer la vereda y a espantar las malas vibraciones de la mujer, que no se rinde.
-Ustedes deberían dar talleres de literatura. No dejar que tomen vino y se droguen. Son todos drogadictos, empezando por Cristina y Máximo-, sigue la mujer que parece adicta al consumo de productos farmaceúticos que se venden sólo bajo receta archivada. Finalmente la vecina se retira y sigue la perorata unos metros más hacia la esquina de Padilla, donde unos remiseros esperan por algún viaje.
El incidente con la exaltada vecina de Villa Crespo es una evidencia del clima de época que se ha generado en los últimos meses: que el ataque se lo buscaron, que mejor no discutir de política y que cualquier reunión pública de varias personas que están en contra del oficialismo molesta a los votantes de Cambiemos, convencidos de que la victoria de Macri les da el derecho de exigir el silencio de la oposición.
El titular de Nuevo Encuentro, Martín Sabatella, acompañado por otros dirigentes de su partido se reunió en la tarde del lunes con la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, para pedirle que se aclare el ataque, que se considera una tentativa de homicidio, ya que dos personas resultaron heridos, pero bien podrían haber muerto por unos centímetros de trayectoria de los plomos que vinieron desde el cielo. “Toda mi solidaridad con las dos militantes de Nuevo Encuentro heridas de bala el fin de semana y mi repudio a este violento ataque”, escribió en un tuit el presidente Macri, en la noche del lunes 7.
En la investigación intervinieron efectivos de la Policía Metropolitana, que tienen un destacamento no muy lejos, casi en Chacarita. La Policía Federal tiene una comisaría, la 27a sobre la calle Camargo, a unos doscientos metros del local de Nuevo Encuentro, pero sus efectivos no aparecieron por el lugar. Los militantes dicen que tuvieron que entregarles los plomos a los policías, que no acordonaron la zona, y que no se lo vio muy activos en la búsqueda del tirador de la calle Padilla. La causa está en manos del fiscal Rechini y del juez Ponce.
Los militantes cuentan que decidieron abrir el local de que entre diez o doce consiguieron reunir el dinero para tener asegurado el pago del alquiler por lo menos de los próximos cuatro meses.
El hombre de la escoba dice que empezaron a reunirse hace uno años para discutir porque no entendía nada de economía. Y que ahora tratan de organizar charlas para entender qué está pasando. Otro hombre, que lleva de la mano a un niño, reparte unos papelitos sobre un sitio de “contrainformación”. Asegura que sin buena información “no se pueden tomar buenas decisiones”.