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Cuando la vida nos evita

Por Enrique Symns*

Debido a un impulso salvaje de mi pensamiento y ni siquiera muy meditado, soy abolicionista. Es decir, descreo del castigo carcelario. Descreo del sistema judicial con más fuerza aún que del resto de las instituciones que también desprecio (instituciones educativas, hospitalarias, deportivas, psiquiátricas y hasta aquella que me engendró: la familia). La prisión fue creada como una institución amedrentadora que jamás conseguirá su propósito ya que la mayoría de los llamados “delincuentes” son creados por el propio movimiento económico de la sociedad. Además no estoy convencido que Robledo Puch  haya matado más gente que Domingo Cavallo.

La mayoría de los convictos han sido castigados por asuntos de drogas y también por robos. Los violadores son una especie diferente de personas. No son delincuentes, sino unos despreciables enfermos de soledad y de impulsos reprimidos. Pero ¿ y los asesinos? Recuerdo con un sombrío temor la escena descripta en el libro de Palacios cuando se produce el primer encuentro entre ellos. La muerte parece merodearlos cuando se enfrentan. No creo que haya sido una paranoia del periodista. Creo que Palacios percibió el aroma  que exhalan los asesinos. ¿40 años encerrado pueden anestesiar o erradicar de la conducta  de un hombre el impulso de matar?

De lo que tengo certeza es que ningún delito cometido justifica semejante castigo. La decisión de los jueces en tal sentido es aún más siniestra que  las acciones del criminal. Nietzche asegura que sin correr riesgos, la vida nos evita. Robledo Puch se merece que corramos el riesgo.

*Escritor, periodista.


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