Por Rodolfo Palacios.
“En una investigación criminal, el cadáver no tiene sentimientos, pero cuando habla siempre dice la verdad”. Ése era uno de los axiomas preferidos del mítico periodista policial Enrique Sdrech. En el crimen de Ángeles Rawson, se habló mucho. Pero lo más parecido a la verdad para resolver el caso se conoció hoy: los peritos hallaron el ADN del portero Jorge Mangeri debajo de las uñas de la víctima. Este dato complica aún más la situación del acusado, que sigue detenido en Ezeiza.
Para los investigadores se cierra el círculo sobre el portero porque se está ante la primera prueba científica que lo incrimina, que tiene un grado de certeza del 99,9%. También creen que esta información hecha luz también sobre el probable móvil: el abuso sexual no concretado. “Más allá de que las pericias confirmaron que no hubo violación, la mecánica del crimen pareció motivada por un rapto, que siempre tiene fines sexuales. Las ataduras son signos que suele dejar un violador. ¿El asesino no consumó el abuso porque ella se resistió y al golpearla quedó inconsciente y luego murió?”, razonó un viejo investigador policial. ¿Alguien ayudó al agresor?, ¿tuvo la intención de matarla?, ¿el ataque fue planificado? Esos son los interrogantes que tienen los pesquisas.
Los peritos del Cuerpo Médico Forense notificaron sobre el hallazgo del perfil genético del portero al juez de instrucción 17, Javier Ríos. Esta información reafirma la hipótesis de los investigadores: que Ángeles, que desapareció el lunes 10, se defendió de su atacante. Además avala el dictamen que realizó el médico de la Policía Federal Alfredo Sapag, quien consideró que las heridas del portero no habían sido producto de un apriete policial, sino que habían sido autoinfligidas para cubrir las que supuestamente le habría ocasionado la víctima.
“Hasta que nuestros peritos no analicen las muestras, no podemos dar por hecho que hay material genético de nuestro defendido. Vamos a analizar si esas pruebas no fueron plantadas”, dijo Marcelo Biondi, uno de los abogados del imputado.
Según trascendió, en la cuerda con la que fue atada la víctima en los pies hallaron ADN de dos hombres. Eso va en sintonía con lo que sostienen la defensa de Mangeri, quien era el portero del edificio de Ravignani 2360, donde vivía Ángeles. Dicen que un solo hombre no pudo haber trasladado el cadáver.
Hasta ahora, al crimen de Ángeles Rawson le faltaban tres elementos básicos de todo caso policial: la escena del crimen, el móvil del asesino y testigos. Pero si las pruebas de ADN incriminan a un sospechoso, esa prueba se torna irrefutable.
“El encargado quedó en un cuadro crítico y delicado”, dijo Pablo Lanusse, abogado que patrocina al padre de Ángeles, Franklin Rawson. Confirmó que «lo concreto es que el único ADN que dio positivo es el de Mangeri en la uña del dedo índice de la mano derecha de Ángeles».
Cuando lo detuvieron, el 15, trascendió que se había quebrado y confesado ser el autor del asesinato. Pero días después su abogado Miguel Ángel Pierri lo desmintió. “El hombre está muy mal y dijo que no fue”, contó el abogado. Aquella supuesta confesión no tiene validez judicial.
“Soy el responsable de lo de Ravignani 2360; fui yo”, dijo Mangeri ante la fiscal, eso quedó labrado en un acta, pero según Pierri no tiene valor. En ese momento Mangieri declaraba como testigo. Sus dichos fueron pronunciados ante la fiscal Paula Asaro y el secretario de la fiscalía.
Mientras la familia de la víctima sigue sin hacer declaraciones (el padrastro, Sergio Opatowski, dijo que “iba a haber novedades” pero que no iba a hablar con los medios), el padre de Ángeles, Franklin Rawson, escribió en Twitter: “La fuerza y el cariño de mi mujer, de mis hijos, y todos los familiares y amigos que me rodean, me permiten seguir adelante”.
La fiscal Paula Asaro sospecha que el portero mató a Ángeles, la puso en una bolsa de consorcio y la llevó al basural de José León Suárez en su auto Renault Megane. Cree que era el único que tenía acceso al sótano del edificio y conocía los movimientos de la recolección de residuos. Además solía tirar bolsas de basura en una obra en construcción de enfrente. Su llamativa ausencia el lunes 10, cuando desapareció la chica, es otro indicio que analizan los investigadores. También creen que las heridas que mostró Mangeri se las hizo él para tapar las que, se presume, les hizo Ángeles para defenderse. Es la llamada teoría del intercambio, como decía el célebre criminalista francés Edmon Loccard: el asesino deja algo en la víctima y la víctima le deja algo al asesino.
La esposa del acusado y su abogado insisten en que fue amenazado el día 14 a las 17, antes de que fuera llevado a declarar. “Los que lo amenazaron creo que no eran policías. Tienen que estar las imágenes de ese momento. ¿No es llamativo que no haya testigos de este hecho, cuando es una zona concurrida? Además no lo pudo haber hecho una sola persona”, razonó Pierri. De no ser así, ¿Mangeri fue capaz de haber inventado esa historia que es sostenida hasta por su esposa?
Pero al conocerse que había ADN de su defendido debajo de las uñas de Ángeles, Pierri bajó el tono. “Caso ángeles: mañana estaré frente a Mangeri. Tendremos una extensa entrevista”, escribió en twitter. ¿Seguirá siendo el abogado defensor del acusado? Aunque en este caso los peritos sostienen que Ángeles no fue violada, no se descarta que el móvil haya sido ese: intentar abusar de la chica. Pierri siempre dijo que su estudio nunca defendería abusadores. ¿Mangeri volverá a declararse culpable o negará ser el autor? Mañana, quizá, se sepa la respuesta.