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Cómo la Argentina se convirtió en un colador para el narcotráfico

Por Javier Sinay.

Luego de que se conociera un informe de la ONU que señalaba que la Argentina es el tercer puerto mundial en exportación de cocaína, el problema estalló en la política doméstica como una bomba de racimo. “El Estado renunció a ejercer el control”, dijo el presidente de la Auditoría General de la Nación (AGN), Leandro Despouy, en relación al tráfico. Es que la AGN detectó –en un estudio fechado el 10 de mayo pasado- una serie de escandalosas irregularidades en los controles aduaneros, especialmente en la inutilidad de los escáneres de los puertos. En ámbitos portuarios se dice que la aparatología montada no sirve para nada más que para causar un efecto de disuasión.

En el mismo sentido, el informe de la ONU destacaba que entre 2001 y 2012 la Argentina se convirtió en el tercer punto de expendio de cocaína, sólo superado por los protagonistas clásicos de la problemática: Brasil y Colombia.

La producción de cocaína creció en los últimos años.

La producción de cocaína creció en los últimos años.

Los índices internos también señalan el aumento paulatino del consumo en el nuevo siglo. “Todo es muy grave y no veo políticas de Estado para comenzar a rebatir la situación”, expresa ante Crimen y Razón el fiscal platense Rubén Sarlo. “Los juicios por tenencia para comercialización han crecido: es que en los últimos años este delito se ha convertido en una fuente de trabajo para algunas personas que están desocupadas. Y el mercado es grande”. El fiscal Sarlo se pronuncia además en contra de la legalización de la tenencia: “No es casual que se esté hablando tanto de eso”.

En el informe de la ONU también se alerta sobre la falta de información pública en la Argentina respecto de los secuestros de drogas: los autores del texto dicen que tuvieron que utilizar información parcial sólo en el caso argentino. Y aclaran, por ejemplo, que la cifra de 4,4 toneladas de cocaína incautada durante 2011 corresponde a decomisos en los que no participó ninguna fuerza federal.

La producción de cocaína en América Latina se estimó en el informe entre 776 y 1051 toneladas para el año 2011. Y en un anexo se precisó el precio que cada país le pone al kilogramo de cocaína, que deja a los siete mil dólares que se pagan en la Argentina muy por debajo de los 50 mil que se pagan en cada destino europeo y de los 250 mil que sueltan en Australia.

Por otro lado, el Poder Judicial de Córdoba dio a conocer en días pasados un relevamiento de los condenados por la Ley de Drogas y elaboró un perfil promedio. Se analizaron los testimonios de 69 imputados y se detectó que la edad de la mayoría de los acusados ronda entre los 26 y los 40 años y que 34 años es la edad promedio; que un 55% son hombres; que el 98% son argentinos; que el 42% cursó estudios secundarios; que el 24.6% es jornalero, realiza changas o es albañil, el 20% posee otra ocupación y el 17.4% son amas de casa; que el 34.8% es el principal sostén económico del hogar y que el 36.2% no es beneficiario de planes sociales; que el 55.6% convive con sus hijos o hijastros; que el 60.9% manifestó no consumir alcohol, mientras que el 56.5% consume drogas; y que el 52% ya estuvo en conflicto con la ley.

“En términos generales, el consumo de drogas aumentó en nuestro país en los últimos tiempos y esto se debe entre otras cosas a un aumento de la tolerancia social frente al consumo”, opina ante Crimen y Razón el licenciado Eduardo Lavorato, presidente de la Fundación Mancomunydad y  asesor de poblaciones vulnerables en adicciones. Lavorato señala que hay chicos que se inician en el consumo a una edad promedio de entre 12 y 13 años. “Esto habla de que hay también una profunda oferta para los niños, una promoción que hace a los hábitos de consumo de drogas y una naturalización en el consumo de sustancias, que muchos de ellos comparten con padres y aun con abuelos”.

Para Lavorato no es casual que la SEDRONAR esté acéfala y que no haya políticas claras para atacar la problemática. “Nuestro país sigue en una situación de debate que hace que se pierdan las energías”, dice. Y resalta el riesgo de la vulnerabilidad infantil, de los embarazos adolescentes no deseados y de la mala alimentación infantil. “Detrás de muchos chicos no hay ni adultos ni instituciones que puedan darles una vida saludable. Y todos estos factores generan un caldo de cultivo donde el consumo de drogas aumente hasta cifras epidemiológicas”.


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