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Acoso escolar: No normalicemos el maltrato

Por Angeles Loza

Recientemente la Unesco declaró el primer jueves de noviembre de cada año como el Día Internacional contra la Violencia y el Acoso en la Escuela (incluido el ciberacoso), reconociendo de este modo que la violencia en el entorno escolar, bajo todas sus formas, atenta contra los derechos de los niños y los adolescentes, su salud y su bienestar.

En el marco de este día tan importante y con una pandemia de por medio, resulta vital que nos detengamos a reflexionar sobre lo que sucede cotidianamente a nuestro alrededor. El aislamiento social, preventivo y obligatorio llegó y nos cambió por completo. Cambió nuestras rutinas, cambió nuestros hábitos, cambió nuestra forma de trabajar y de educar pero sobre todo, transformó la manera en que nos vinculamos con los demás.

Ya sea por necesidad laboral o académica, el confinamiento provocó un aumento exponencial en el consumo digital. En el caso de los menores, también se ha incrementado la cantidad de su tiempo libre, el cual es invertido en pantallas. Todos estos factores, sumado al estrés que genera la incertidumbre, colaboran en la formación de un terreno propicio para que surjan, entre otras cosas, distintas formas de violencia. Si bien toda crisis presenta riesgos y oportunidades, esta crisis mundial generó las condiciones para que la dinámica del bullying mute desde las aulas hacia el terreno digital.

¿Qué es el ciberbullying? Es uno de los subtipos del bullying que se produce cuando un menor de edad (niño o adolescente) hostiga de manera virtual a otro menor, lo conozca en la vida real o no. Solo se requiere de un dispositivo móvil y de conexión a internet para comenzar un hecho que tiene graves consecuencias en todos los implicados, tanto en la víctima como en el hostigador y los espectadores.

Numerosas investigaciones internacionales arrojan resultados alarmantes en relación al ciberacoso:

* El ciberbullying creció un 70% durante el confinamiento obligatorio.

* Se registró un aumento del 40% en la toxicidad presente en plataformas de juegos en línea (Light, 2020).

Es urgente que tomemos conciencia de lo que ocurre en la realidad virtual. No normalicemos el maltrato ni la violencia. Tengamos presente que todo aquello que subimos en redes sociales también es visto por menores y nosotros, los adultos responsables, damos el ejemplo y mostramos el camino.

Hablemos con nuestros hijos y alumnos, estemos presentes, preguntemos qué hacen, a qué juegan y con qué personas. Comprometámonos con su educación digital porque nos necesitan. Los menores saben cómo funcionan las aplicaciones y los dispositivos móviles, pero no son conscientes de los riesgos a los que se está expuesto y de lo que se pone en juego cada vez que suben un video a tik tok, por ejemplo. Nosotros, si todavía no lo sabemos, debemos involucrarnos para conocerlo y empezar a tomar medidas.

Eduquemos en el buen uso de la tecnología. Valorémosla como lo que realmente es: una herramienta con un sinfín de funciones. Militemos la convivencia pacífica y el desarrollo de vínculos sanos en el mundo real y en el mundo virtual. ¿Por qué? Porque las agresiones virtuales, tienen consecuencias REALES en la salud mental.


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