El inminente acuerdo con el Club de París, la persistencia en lograr paritarias que no superen el 25% y la reciente quita de subsidios al gas y el agua para los clientes residenciales no son los únicos hechos que demuestran un abismo de diferencia entre lo que el ministro Axel Kicillof piensa y lo que más tarde implementa. Algo similar sucede en el plano judicial donde encontró un abogado que fue ícono del menemismo para que lo asesore sobre el quehacer de los tribunales.
“Yo no voy a terminar como Moreno o Boudou”, es una de las máximas del funcionario que conduce el rumbo económico en alusión a las desgracias judiciales de quienes fueran hombres determinantes en el Palacio de Hacienda. Por eso Kicillof se asesora a fondo sobre cada decreto que firma y trata de hacer lo mismo respecto de su entorno más cercano.“Cuando esto termine me voy a la facultad, no a los tribunales”, expresa a sus amigos.
Curiosamente, fue su amiga la embajadora en Estados Unidos Cecilia Nahón quien lo puso en contacto a mediados del año pasado con el abogado Pablo Jacoby, famoso en el terreno mediático por defender a periodistas y por haber acompañado a Jorge Lanata en la aventura del diario Crítica que no terminó para nada bien.
Fue Jacoby quien le presentó a Kicillof a su socio el ex juez federal Gabriel Cavallo y desde ese entonces mantienen una relación fluída. Cavallo fue un juez que conoció el estrellato en Comodoro Py y lo divierte al ministro contándole chismes sobre los expedientes que inquietan a Moreno, a Ricardo Echegaray y demás funcionarios de la galaxia K.
Le explicó, por ejemplo, qué jueces tienen un entendimiento con esa empresa que el ministro detesta que es Techint (Claudio Bonadio es uno de ellos). Le contó además de ciertas complicaciones que le quitan el sueño al clan Ezquenazi, ex dueños de YPF y que desde hace meses guardan un sospechoso silencio.
Cavallo ya le llevó una primicia que el ministro escuchó con satisfacción: la Cámara Federal de Casación Penal reabrirá una causa por supuesto enriquecimiento ilícito contra el ministro de Planificación Julio De Vido.
Cavallo fue socio de Jacoby y de Lanata en Crítica y llevó a otros inversores, como el dueño de un laboratorio, a quien conoció en los campos de golf. Como los demás supo retirarse a tiempo antes de que el diario cayera en bancarrota. Pero no se quedó sin ocupación: comenzó a trabajar para el grupo Clarín en una causa por demás sensible: la de los hijos de Ernestina Herrara de Noble, cuando se sospecha que podrían ser de desaparecidos. Fue clave su actuación para que esa cuestión fuera despejada.
Algunos abogados amigos le recomiendan a Kicillof que corte ese contacto y le cuentan de los problemas que tuvo Cavallo en la justicia y de cómo su patrimonio creció de forma imparable a partir de 1993 cuando Carlos Corach lo promovió como juez federal. “Fue el primero en fallar contra las leyes de obediencia debida”, se defiende el ministro. Hay que entenderlo, Cavallo, cuando está inspirado puede ofrecer una conversación fascinante.