Fue casi imposible encontrar tres jueces dispuestos a integrar el tribunal. Una larga lista de amistades y enemistades hicieron de la excusación moneda corriente en una búsqueda que se extendió por cuatro meses.
La causa recayó en el Tribunal Oral Federal número 2, cuya integración original está dada por Jorge Gorini, Rodrigo Giménez Uriburu y Jorge Tassara. Giménez Uriburu fue el primero en excusarse por su amistad con Galeano y Tassara porque trabajó en el Poder Ejecutivo cuando Menem fue presidente. Así, al intentar completar la vacante, se fueron excusando Daniel Obligado, María del Carmen Roqueta, Adriana Pallioti, Adrián Grunberg, y Leopoldo Bruglia, entre otros. Luego Pablo Bertuzzi fue recusado y también quedó afuera.
La elección de Perilli fue lógica: una jueza de la nueva generación que, cuando Galeano y compañía eran las estrellas del edificio, recién comenzaba a ascender, con lo cual nunca llegó a tener relación con ellos. Para los acusados es una buena noticia ya que temían que desde Casación se sorteara un juez del fuero ordinario que respondería a distintas influencias. Mullen tiene una imagen pésima de Mariano Borisnky, el nuevo presidente de la Casación. Es una pelea que viene desde cuando ambos eran fiscales.
A Perilli el caso le sirve porque está buscando apoyos para ser candidata al Consejo de la Magistratura en el mes de octubre y por la lista Celeste. El debate le dará visibilidad, más aún cuando el tribunal responda el pedido de los acusados de que Jorge Bergolgio sea testigo en el juicio (Barbaccia es amigo del Papa Francisco y ya lo visitó en el Vaticano y se sacó una foto que subió a su cuenta de Facebook). La figura mediante la cual lo solicitan a Bergoglio es la de “testigo de concepto”, que es para dar un testimonio sobre la personalidad de los acusados. Por otro lado, Perilli ha construido una buena relación con Ricardo Lorenzetti, quien tiene sumo interés en que este juicio se realice. Sin embargo no se lleva demasiado bien con su vocera María Bourdín.